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Por qué el Impact Investing puede florecer en la era de Donald Trump
Mar, 27/06/2017 - 10:18

Ed Morata

Por qué el Impact Investing puede florecer en la era de Donald Trump
Ed Morata

Ed Morata -brasileño y actualmente afincado en Boston, Massachusetts- es socio y co-fundador de Eneas Alternative Investments, una empresa de capital privado con sede en Madrid, y presidente de Lug Healthcare Technology. Ha dedicado más de 30 años de su vida profesional a la banca corporativa internacional y a la gestión de activos en América Latina, Asia, Europa y EE.UU.

En los primeros meses de su mandato, el presidente Trump ha tomado medidas para reducir la inversión gubernamental en asuntos relacionados con protección del medio ambiente, energías alternativas, ciencia del cambio climático, asistencia a refugiados, ayuda humanitaria en el extranjero, así como con sanidad y servicios sociales domésticos. Si Trump consigue salirse con la suya y su plan de tala y quema se lleva a cabo en EE.UU., estaría volviendo a poner en práctica una versión del capitalismo que recuerda a la del siglo XIX, cuando la única meta de industriales billonarios como John D. Rockefeller o Andrew Carnegie era obtener las máximas ganancias sin tener en cuenta el costo social.

La doctrina de puño limpio de Trump reverbera desde EE.UU., Canadá y Latinoamérica hasta Asia, pasando por Europa, y ha desatado una profunda inquietud entre líderes y empresarios de todo el mundo acerca del impacto que puedan tener estas políticas draconianas en el esfuerzo global a la hora de combatir el cambio climático, contener epidemias y hacer frente a los innumerables problemas asociados a la pobreza y al subdesarrollo.

A pesar del aparente renacimiento de la idea del capitalismo como la simple supervivencia del más fuerte, existen pruebas suficientes para pensar que el modelo de rentabilidad que están adoptando, tanto inversionistas como gestores de fondos de inversión, es más matizado y va más allá de la simple matemática.

De hecho, hay buenas razones para creer que éste es un momento privilegiado para el impact investing -o inversiones de impacto- en el que el capital privado se pone al servicio de las energías alternativas, la sanidad y la vivienda; tres sectores en las que el gobierno estadounidense está pensando dejar de invertir.

Consiguiendo impacto

Lo que estas inversiones buscan es obtener un impacto en la sociedad y en el medio ambiente, más allá de conseguir rentabilidad financiera. Por ejemplo, el fondo soberano noruego de inversión -de US$900 mil millones, el más grande del mundo en su categoría- podría retirar sus inversiones en varias compañías de petróleo, cemento y acero cuyas emisiones de carbón no se adecúan a las normas establecidas por el propio fondo.

The Global Impact Investing Network (GIIN), la red global de inversiones de impacto, señala otras tres características fundamentales de las inversiones de impacto:

• Intencionalidad. Las inversiones de impacto requieren un nivel mayor de conocimiento sobre la cultura de la compañía, con el fin de valorar su compromiso y sus principios de inversión social responsable o “capitalismo consciente,” y las consecuencias que todo ello tienen sobre las partes interesadas, tanto dentro como fuera de la organización.

• Gama de activos financieros. La intención de tener un impacto social, tanto en mercados emergentes como desarrollados, puede plasmarse en una variedad de tipos de inversión: renta fija, capital de riesgo y private equity.

• Medida del impacto. El inversionista de impacto no sólo se compromete a medir el rendimiento financiero sino también el social y ambiental, y a rendir cuentas e informar con total transparencia.

Más allá de la propia rentabilidad en términos financieros, sociales y ambientales, una cualidad de las inversiones de impacto es servir como instrumento persuasivo para hacer adoptar a las empresas una actitud más responsable en temas sociales y ambientales. En este sentido, no sorprende el descalabro del valor de las acciones, tanto de la multinacional petrolera BP, como de Vale (gigante de la minería brasileña) y de BHP Billiton (compañía australiana de recursos globales), tras el accidente de la plataforma petrolera costera Deepwater Horizon en 2010 en el Golfo de México, y la catástrofe de la presa Samarco Fundão en Brasil en 2015. Bajo la presión de los inversionistas, estas compañías se han visto forzadas a implementar exhaustivos programas destinados a compensar a las poblaciones afectadas y a remediar el daño medioambiental.

Un sector dinámico

En los últimos tres años, entidades líderes en administración de activos como BlackRock, Bain Capital, Merrill Lynch o Goldman Sachs entre otros, han penetrado en el sector de la inversión de impacto, canalizando un importante volumen de capital hacia compañías con marcado carácter social y medio ambiental. Recientemente, representantes de Goldman Sachs, Hermes Investment Management, KPMG y otras compañías participaron en el Impact Investing World Forum, un foro sobre inversiones de impacto en Londres; ésta es sin duda otra inequívoca señal del creciente interés en este ámbito.

En EE.UU. y Europa cada vez más gestores de fondos de inversión andan a la búsqueda de oportunidades en el sector de las inversiones de impacto. Un ejemplo es el de BlueOrchard, en Suiza, gestor líder en fondos de inversión global que, aunque enfocado en micro finanzas, educación y cambio climático, no renuncia a proporcionar una buena rentabilidad a sus inversores. Hasta la fecha BlueOrchard ha invertido US$3,5 mil millones en 350 instituciones de 70 países, proveyendo acceso a servicios (entre ellos financieros), a más de 30 millones de personas de bajos recursos.

Sin embargo, el mercado de las inversiones de impacto sigue representando una porción pequeña del mercado global de valores, que en 2015 movió -según el Banco Mundial- US$61 billones de capitalización bursátil. En concreto, ese año sólo unos US$15,2 mil millones se destinaron a 7.551 inversiones de impacto, según el Annual Impact Investor Survey 2016, la encuesta anual de inversores de impacto de la red GIIN.

Los sectores que acapararon la asignación del activo fueron la vivienda, las micro-finanzas y la energía. Según las respuestas de los participantes, se espera para 2016 un alza del 16% en las carteras de inversiones de impacto, que se prevé que lleguen a alcanzar los US$18 mil millones.

Margen de mejora

Aunque es notorio que muchos gestores de fondos de inversión en EE.UU., Europa y América Latina se hayan apuntado con entusiasmo a las inversiones de impacto, muchos otros aún no miran más allá de los balances y las declaraciones de la renta sin poner atención en que la misión, los valores y las metas de la compañía vayan alineadas con causas sociales y ambientales.

La toma de conciencia de las posibilidades que brinda este sector en cuanto a generar impacto en la sociedad sin renunciar a un rendimiento a nivel de la tasa de mercado o superior, tiene todas las de ganar en 2017 entre los gestores de fondos de inversión. Tanto inversionistas individuales como family office, fondos institucionales y otras fuentes de capital privado encontrarán en él una manera de saciar su perpetua búsqueda de novedosas y prometedoras oportunidades.

Es probable que en EE.UU. esta tendencia se acentúe si los gestores de fondos de inversión y sus clientes se conciencian de que pueden contribuir al esfuerzo de compensar de alguna manera los recortes gubernamentales en asuntos sociales, medioambientales y de sanidad. El sector privado, al fomentar estos productos y servicios además de asegurarse una ventajosa inversión financiera, acortará brechas en la financiación de proyectos con finalidad social.

Queda de manifiesto que las inversiones de impacto juegan un papel considerable en la sostenibilidad de nuestro mundo a largo plazo. Como dijo el secretario general de la O.N.U. António Guterres en el UN Environment Annual Report 2016 (informe anual sobre el medio ambiente), ayudar a los países a atenuar los cambios climáticos y a adaptarse a ellos puede reducir riesgo de inundaciones, de sequías, de hambruna y de inestabilidad: “Promoviendo un giro hacia una economía verde se puede crear trabajo, estimular el desarrollo económico inclusivo y crear sociedades más resistentes. Todos estos elementos son críticos para un desarrollo sostenible y un futuro pacifico.”

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