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¿Por qué no atacan más a Peña Nieto?
Mar, 19/04/2016 - 08:36

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Es un hecho: Enrique Peña Nieto es un Presidente cada vez más impopular. Así lo revelan todas las encuestas hasta ahora publicadas. ¿Deberían preocuparse en Los Pinos por las bajas tasas de aprobación presidencial? Pues, al parecer, no, porque extrañamente la oposición no hace nada al respecto.

Uno de los debates en la ciencia política es para qué sirve la popularidad de un mandatario en un sistema presidencial. Yo estoy convencido de que esta variable tiene consecuencias en sus extremos. Si el Presidente es tremendamente popular, con altas tasas de aprobación, lo puede aprovechar para empujar su agenda de gobierno en el Congreso. Si, por el contrario, el Presidente es muy impopular, con bajas tasas, corre el riesgo de convertirse en una especie de piñata política donde todos le pegan para llevarse los dulces de adentro.

Y es que los políticos son como los tiburones: tienen una gran capacidad de oler la sangre a largas distancias de tal suerte que, cuando se acercan al que está desangrándose, lo destruyen sin misericordia. Un político que percibe que su adversario está herido, rápidamente lo  aprovecha a su favor. Un Presidente con escaso apoyo popular atrae la atención de la oposición que comienza a pegarle cual piñata.

Véase lo que está ocurriendo en Brasil. En medio de una terrible recesión económica y sonados casos de corrupción gubernamental, la aprobación de la presidenta se derrumbó alcanzando tasas de un solo dígito. Cuanto más caía Dilma Rousseff en la opinión pública, más la criticaba la oposición llegando al extremo de soñar con destituirla. Eventualmente hasta el vicepresidente y los partidos aliados al gobierno abandonaron a la presidenta uniéndose a la complicada operación de removerla del poder. El domingo dieron su primer paso con el voto en la Cámara de Diputados autorizando que comience el juicio político para destituirla.

Desde luego que Peña Nieto está lejísimos de una situación como ésta. Aquí las condiciones económicas y políticas son muy distintas. Pero sí llama la atención que, a pesar de las malas calificaciones del presidente en la opinión pública nacional, con una tendencia a la baja, la oposición no lo critique más. De hecho, prácticamente no lo critica en nada dejando pasar una magnífica oportunidad política.

Es un enigma: en cualquier democracia, la oposición le estaría dando una lata tremenda a un Presidente con la impopularidad de Peña. La pregunta es por qué no lo hacen. Sólo ellos lo saben de cierto. Aquí podemos presentar algunas hipótesis.

Quizá sea parte de lo que nuestra colega María Amparo Casar ha denominado como “el pacto de tapaos los unos a los otros”, es decir, que ni la oposición critica al gobierno ni el gobierno a la oposición porque ambos tienen sus trapitos sucios que prefieren no ventilar en público.

Quizá sean los resabios del Pacto por México que borró las fronteras entre la oposición y el gobierno peñista. O porque en el PAN prefieren pelearse y criticarse entre ellos. O porque el PRD no quiere reñirse con los priistas que, en una de esas, los salva de perder el registro ante la amenaza de López Obrador y Morena, tal y como sucedió con el PT el año pasado.

Tampoco puede descartarse un tema de cultura política presidencialista: fueron tantos años donde al presidente no se le podía tocar ni con el pétalo de una rosa que hasta la oposición acabó creyéndose esta idea. O a lo mejor los opositores están guardándose las críticas para atacar a Peña y el gobierno priista en la elección de 2018. Incluso puede ser una combinación de varias de estas hipótesis. En fin, el hecho es que Peña Nieto es un Presidente cada vez más impopular y esto misteriosamente no lo está aprovechando la oposición para llevar más agua a su molino. Raro. Muy raro.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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