Pasar al contenido principal

ES / EN

¿Qué pasa con Qatar?
Mar, 20/06/2017 - 14:46

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

De repente saltó a la popularidad que brindan los principales titulares noticiosos el pequeño Qatar, país de tan sólo 11 mil kilómetros cuadrados en la costa del Golfo Pérsico, pero inmensamente rico por su petróleo y su gas natural. El motivo, la decisión de sus vecinos, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Baréin, lo mismo que de Egipto, de cortar sus relaciones diplomáticas con él y someterlo a un bloqueo aéreo y terrestre que ciertamente lo está metiendo en graves aprietos. Las causas de esta crisis fueron varias, aunque la principal citada fue el apoyo político y el financiamiento de la dinastía reinante en Qatar a agrupaciones consideradas terroristas por los acusadores, como la Hermandad Musulmana, el Hamas y organizaciones radicales islamistas que se mueven en la guerra civil en Siria a favor de los intereses del presidente Assad.

La cadena noticiosa Al Jazeera, propiedad del gobierno qatarí, ha sido también una constante fuente de irritación regional, ya que se ha caracterizado por emitir información y opiniones críticas hacia sus vecinos. Incluso, en 2002, Arabia Saudita, en protesta por lo que consideró una cobertura hostil, retiró a su embajador en Qatar y lo reincorporó en el puesto sólo seis años después.

Otro punto de fricción ha sido sin duda la relación cercana que Qatar ha mantenido con Irán, el archienemigo chiita de los países sunnitas del Golfo. Y es que Qatar comparte con Irán un extenso yacimiento de gas natural —el más grande del mundo— que los ha hecho socios no sólo económicos, por lo que con frecuencia Qatar ha sido renuente a sumarse a iniciativas punitivas contra Teherán. Es más, en las recientes elecciones iraníes, el Emir de Qatar felicitó al presidente Rohani por su reelección, además de que estuvo dispuesto a pagar 700 millones de dólares a Irán y a una milicia chiita activa en Irak, a cambio de la liberación de miembros de la familia real qatari que estaban cautivos en Irak. La dinastía gobernante en Qatar, los Al-Thani, ha mantenido de hecho una política exterior caracterizada por un pragmatismo a ultranza que no pocas veces ha tomado rumbos distintos a los del bloque de los países del Golfo que se mueven bajo la conducción hegemónica de Arabia Saudita. Qatar es, por así decirlo, el vástago rebelde que se comporta de manera no tradicional, jugando varias cartas simultáneamente, sin acatar la disciplina impuesta por Riad a sus pequeños vecinos en la Península Arábiga.

Un factor adicional para el estallido de la actual crisis se ubica en la reciente visita del presidente Trump a Arabia Saudita. En ella, el mandatario norteamericano expresó su compromiso con Riad, su coincidencia en el rechazo a las agrupaciones islamistas cercanas a Qatar, y su rechazo compartido hacia Irán, respecto al cual, el actual gobierno en Washington pretende reemprender una ofensiva que revierta el acercamiento que la administración de Obama operó mediante la firma del acuerdo del G5+1 con Teherán. En ese sentido, resulta revelador el tuit de Trump en el que se atribuía el crédito por la ruptura que aisló a Qatar, presentando este hecho como uno de sus logros en el combate al terrorismo.

Sin embargo, la situación actual ofrece un panorama a futuro bastante incierto, porque es una incógnita qué tanto Qatar, que tiene formas de resistir el bloqueo, está dispuesto a ceder en cuanto a sus políticas independientes tanto en relación a sus apoyos a diferentes bandos dentro de las luchas regionales como respecto a Irán, el cual, significativamente, le está brindando ayuda material para paliar los efectos de su aislamiento. Así que no puede descartarse que la actual crisis desemboque en nuevos desequilibrios en esta zona de por sí envuelta en un torbellino de alianzas confusas y violencia sectaria cada vez más grave. 

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

Autores