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¿Qué pasó con el humor político mexicano?
Lun, 06/10/2014 - 15:41

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Algo importante, que se había ganado con la democratización del régimen, se ha perdido en años recientes: los espacios para burlarse de los políticos en los medios electrónicos. Ha habido, sin duda, un retroceso. Es una pena. Porque en una sociedad democrática resulta muy saludable hacer chistes de los poderosos. Se trata de un ejercicio crítico y catártico a partir de ejercer el derecho a la libertad de expresión.

En las dictaduras no existe la burla del poder en público. Se practica, eso sí, en privado. Los mejores chistes sobre Castro los escuché en La Habana entre susurros. Imposible imaginar un sketch en la televisión cubana mofándose del comandante. De ninguna forma porque la política, en las autocracias, es una especie de religión sagrada que hay que respetar comenzando con sus grandes sacerdotes, los políticos, intocables para el humor en la plaza pública.

En las democracias, en cambio, el humor juega un papel muy importante: el de desacralizar al poder. Bajar de las nubes a los poderosos para convertirlos en gente de carne y hueso que se equivoca. Nada peor para un político estadunidense que cometer un error para que al día siguiente todos los comediantes de los programas nocturnos se lo devoren en sus monólogos.

Qué decir de los magníficos sketches para reírse de Margaret Thatcher y la familia real en el fabuloso programa de marionetas Spitting Image en el Reino Unido. O las soberbias imitaciones de los presidentes de Estados Unidos en Saturday Night Live. Imposible olvidar la personificación socarrona de Dan Aykroyd como Nixon, Dana Carvey como George H.W. Bush, Darrell Hammond como Clinton y Will Ferrell como George W. Bush. Tan importante es burlarse de los políticos que los mandatarios estadunidenses cada año se mofan de ellos mismos en la cena anual de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca.

En México, con los vientos de apertura política, las televisoras comenzaron a trasmitir espacios de humor político. Paradójicamente fue la televisión del Estado la que primero se atrevió con Cotorreando la Noticia dirigido por Chucho Salinas y Héctor Lechuga. Televisa, por su parte, empezó a tener algunos sketches de crítica política, con personajes genéricos como El señor diputado, en el programa ¿Qué nos pasa? de Héctor Suárez.

Un paso importante de humor político lo dio TV Azteca, la televisora del Estado que se privatizó en el sexenio de Salinas, con el espacio de Los Peluches en el noticiero Hechos. Ahí, desde 1996, aparecieron marionetas que personificaban a políticos reales como el Cuatemochas o El Jefe Ciego”. Nunca tocaron, eso sí, al presidente Zedillo.

Los programas de humor político tuvieron su zenit durante el sexenio de Fox. Televisa comenzó a trasmitir en 2005 un programa de sátira política, El privilegio de mandar, en horario estelar por el Canal de las Estrellas. Sus dos principales protagonistas eran nada menos que el Presidente y su esposa: Chente y Martita. Aparecieron los tres candidatos presidenciales: Jelipe, El Peje y Roberto. En algún momento también salieron Elba Esther, Don Diego, Cuauhtémoc, Montiel, Mi carnal Marjelo, René, Ahumada, El innombrable (Salinas) y Don Rubén que siempre aclaraba que “lo que Chente quiso decir…”

El radio no se quedó atrás. En el noticiero de Pedro Ferriz en Stereo Rey y luego Imagen, Andrés Bustamante realizaba parodia política con su personaje Ponchito. A partir del personaje Brozo de Víctor Trujillo, surgió el noticiero de El Mañanero en Acir que migraría, después, a la televisión.

De todos esos espacios, el único que sobrevive es El Mañanero. Los demás han desaparecido a partir del sexenio de Calderón. Al parecer, la clase política sintió que la radio y la televisión se habían pasado de la raya en su apertura humorística. Supongo que pesó mucho la burla tan abierta que se hizo al presidente Fox en esas épocas. Calderón, a diferencia de su antecesor, no estaba para bromas. Creía que la institución presidencial se había devaluado. Tenía que recuperar su sacralidad comenzando por evitar la guasa en espacios mediáticos. Los medios, supongo, entendieron el mensaje y retiraron los programas de humor político.

Y no han vuelto a aparecer. Imposible pensar hoy en día en una marioneta que personificara al secretario Videgaray. O en algún actor imitando al presidente Peña burlándose de algunos de sus yerros como el de la FIL de Guadalajara. Hoy, el sketch político prácticamente ha desaparecido en México. Es una pena. Un retroceso democrático que demuestra que la libertad de expresión sí está limitada.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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