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¿Qué podemos aprender de los jóvenes líderes empresariales?
Jue, 07/05/2015 - 15:04

Michelle Arevalo-Carpenter

¿Qué podemos aprender de los jóvenes líderes empresariales?
Michelle Arevalo-Carpenter

Michelle Arevalo-Carpenter es directora general de Impacto Quito y Global Shaper.

Siempre que me invitan a dar una conferencia sobre emprendimiento social, empiezo mostrando varias diapositivas relacionadas con causas sociales y medioambientales y preguntando al público cuáles les interesan más. Cuando la audiencia está formada por empresarios jóvenes, estudiantes universitarios y activistas, la respuesta suele ser una cantidad abrumadora de manos alzadas a cada clic.

Pero fue muy distinto hace pocos días en Ecuador, con un grupo de líderes empresariales con experiencia. Una diapositiva sobre el incremento de la desigualdad solo provocó miradas perplejas y una pregunta de un ejecutivo: ¿Y no es así como es el mundo?

En realidad, la diferencia en las reacciones forma parte de una tendencia más amplia. La Encuesta Deloitte 2015 sobre la Generación del Milenio destaca una brecha en los valores de liderazgo entre generaciones. Por ejemplo, mientras que 37% de los integrantes de la generación del milenio esperan que el bienestar de los empleados sea una de las máximas prioridades de la empresa, solo el 17% de los actuales líderes sénior piensan lo mismo. Además, 27% de los profesionales más jóvenes priorizarían realizar una aportación positiva a la sociedad y al medio ambiente si fueran ellos los responsables de la empresa, en comparación con solo 18% de los líderes sénior.

Imaginar sus propias soluciones. El año pasado la Organización Internacional del Trabajo (OIT) declaró que los 108 millones de jóvenes de América Latina se enfrentaban a una crisis de empleo. Teniendo esto en cuenta, sería de esperar que los jóvenes estuvieran dispuestos a aceptar cualquier trabajo que se les ofreciera. Pero en cambio observamos un fenómeno muy distinto: la escasez de trabajo ha inspirado a toda una generación para crear sus propias soluciones a través de nuevas empresas que a menudo resuelven problemas sociales y medioambientales que el mercado no había conseguido abordar.

Entre los jóvenes líderes de América Latina, se observa un fuerte espíritu para utilizar la empresa como impulso positivo. Es evidente con solo mirar la lista de los 50 Global Shapers (Impulsores mundiales) que asistirán al Foro Económico Mundial sobre América Latina este año: más del 90% son emprendedores sociales o cívicos, una nueva variedad de líderes empresariales que desean un mundo mejor. Desde el diseño sostenible hasta los datos abiertos para la innovación cívica, se trata de una generación de líderes para quienes una profesión sin un fin es inconcebible.

Y los Global Shapers de América Latina no están solos. El estudio de Deloitte para 2015, que contó con la participación de más de 7.800 profesionales con formación, todos nacidos después de 1982, demuestra un cambio generacional. La generación del milenio cree que el objetivo de una empresa no es solo obtener beneficios: 51% de los encuestados hablaron de la creación de puestos de trabajo, y de mejorar el nivel de vida, mientras que 44% dijo que con sus empresas intentaban mejorar la sociedad y su entorno. En cambio, solo 46% habló de generación de beneficios.

No se trata de una simple preferencia; los miembros de la generación del milenio están dispuestos a tomar decisiones sobre su carrera profesional basándose en sus creencias. En el estudio de Deloitte, un 66% de los jóvenes en los mercados emergentes declararon que lo que les atrae de una empresa es su finalidad. De la misma forma, un estudio de impacto neto de 2013, llevado a cabo en los Estados Unidos, descubrió que el objetivo de vida del 72% de los estudiantes era tener un trabajo con el que pudieran influir en causas que fueran importantes para ellos. Otro 58% estaba dispuesto a cobrar 15% menos si ello significaba trabajar en una organización que compartiera sus valores.

Redefinir el papel de la empresa. Conscientes de que los esfuerzos de la sociedad civil y el sector público no bastan para resolver los problemas más acuciantes de la región, nos dirigimos al sector privado. En los últimos años ha surgido en América Latina una nueva variedad de empresas: las Empresas B. Inspiradas en el movimiento B Corporation, esas empresas se comprometen con un fin social o medioambiental y miden su progreso con el impacto que consiguen, sin dejar de lado los beneficios. En otras palabras, el impacto social y la generación de beneficios no se excluyen mutuamente; si acaso ambos elementos se pueden juntar para crear nuevos modelos sostenibles.

Con el apoyo a nivel regional de Sistema B, el crecimiento de este tipo de empresa ha sido exponencial. En 2012, cuando Sistema B empezó a funcionar en Chile, solo se certificaron 20 empresas. En la actualidad, se han certificado ya 178 empresas en toda Sudamérica, y hay cientos en proceso de evaluación. Hay oficinas locales de asistencia en ocho países latinoamericanos. De esas empresas, muchas están gestionadas por directores y fundadores jóvenes, de la generación del milenio.

Las empresas orientadas a un objetivo son el futuro. No sería justo atribuir el éxito del movimiento solo a la generación más joven. Imaginar una finalidad distinta para la empresa no sería posible si no hubieran surgido algunos pioneros líderes de B Corporation en América Latina, y sin sus esfuerzos para dar a conocer el movimiento. En la lista Best for the World de este año, Échale! a Tu Casa, una empresa mexicana de viviendas sociales dirigida por un Empresario del Año de la Fundación Social Schwab, fue una de las tres primeras empresas que crearon más impacto para un mundo mejor. La principal empresa de cosmética en Brasil, Natura, obtuvo el certificado de sostenibilidad de Benefit Corporation y se convirtió en una de las Corporaciones B más famosas del mundo. El Equipo B, una iniciativa de los líderes empresariales inspirada en el movimiento B Corporation, anunció en Davos a principios de este año una iniciativa para garantizar la sostenibilidad y el impacto entre las principales empresas del mundo.

Más allá de las B Corporations, está creciendo en América Latina un sector con un impacto más amplio. Una encuesta de Bain and Company sobre la región demuestra que el capital destinado a fondos de inversión con impacto se multiplicó por doce, pasando de los US$160 millones, en 2008, a casi US$2.000 millones a finales de 2013. Como se indica en un informe del Foro Económico Mundial, la expectativa es de que este grupo de fondos siga creciendo dado que en las próximas décadas se llegará al billón de dólares gracias a una generación que cree que la empresa debe desempeñar un papel esencial en la creación de una sociedad mejor. Además, existe cada vez mayor consenso entre los inversores sobre el hecho de que las empresas que se mueven por objetivos también obtienen buenos beneficios a largo plazo.

Participar en un diálogo transformador. Al final, el intercambio en el que participé la semana pasada con ejecutivos sénior acabó en una fascinante conservación sobre los valores generacionales, un paradigma cambiante respecto a la finalidad de la empresa y la audacia de los jóvenes para abordar los problemas sociales. Como región, América Latina se beneficiaria de celebrar más diálogos como este: explorar el futuro y cómo hacer que las empresas sociales pasen de ser un concepto de nicho al centro de lo que se define como éxito empresarial. Este año, el Foro Económico Mundial de América Latina quiere "avanzar en la agenda de la renovación". Es una oportunidad de oro para revisar el papel del sector privado en la resolución de los problemas más acuciantes.