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¿Qué sabe Netanyahu que nosotros no?
Dom, 02/08/2015 - 22:59

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

"No porque el mundo entero esté de acuerdo, este pacto es bueno", declaró sobre el acuerdo con Irán el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu, según consigna el diario El País. Tiene un punto a favor: la unanimidad en torno al acuerdo alcanzado en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU no es una prueba decisiva, la mayoría no siempre tiene la razón. 

En otra ocasión indiqué por qué creo que estamos ante un buen acuerdo. En esta indicaré las razones por las que las opiniones de Netanyahu deben ser tomadas con un grano de sal. La primera es que ya en el pasado se equivocó en forma absoluta y reiterada sobre el programa nuclear iraní. Tal vez recuerde que en Marzo de este año Netanyahu sostuvo ante el pleno del Congreso de los Estados Unidos que, bajo el acuerdo, "el tiempo que le tomaría a Irán construir una bomba sería muy breve, alrededor de un año según la estimación estadounidense, y aún menor bajo la israelí". Pues bien, en Septiembre de 2012 Netanyahu dijo ante la Asamblea General de la ONU que "a más tardar el próximo verano" (es decir, en no más de un año), Irán comenzaría la producción de uranio altamente enriquecido, momento a partir del cual "le tomaría unos pocos meses, o tal vez unas pocas semanas, obtener suficiente uranio enriquecido para la primera bomba". Es decir, Irán debió estar en condiciones de obtener su primera bomba atómica hacia fines de 2013 (cosa que, como sabemos, no ocurrió). De hecho, la primera vez que Netanyahu alertó al pleno del Congreso estadounidense del peligro inminente que representaba el programa nuclear iraní fue en 1996, cuando indicó que "sólo los Estados Unidos pueden liderar este esfuerzo vital para detener la nuclearización de Estados terroristas", tras lo cual añadió una ominosa advertencia: "el tiempo se está acabando, tenemos que actuar". En otras palabras, Irán habría estado a punto de obtener la bomba atómica desde hace diecinueve años. 

Por lo demás, Netanyahu también se equivocó en el pasado ya no sobre el grado de avance de  un programa nuclear, sino sobre su mera existencia. Al comparecer en 2002 ante un Comité del Congreso estadounidense, declaró lo siguiente sobre el régimen iraquí de la época: "no existe duda posible sobre el hecho de que Saddam busca, trabaja y avanza hacia el desarrollo de armas nucleares", añadiendo que ya contaba con otro tipo de armas de destrucción masiva. Sabemos por la investigación del propio gobierno de los Estados Unidos tras su invasión de Iraq, que ambas afirmaciones eran falsas. 

Netanyahu no solo se equivocó sobre la existencia de armas de destrucción masiva y un programa nuclear en Iraq, también se equivocó sobre las consecuencias de atacar ese país. De un lado, en su discurso de Marzo pasado ante el Congreso estadounidense, sostuvo que "en el Medio Oriente Irán ahora domina cuatro capitales árabes, Bagdad, Damasco, Beirut y Sana". Suponiendo que ello fuese cierto (lo cual es discutible), sería en parte producto de sus recomendaciones durante aquella comparecencia ante un Comité del Congreso en 2002. En esa ocasión dijo que "si derrocan el régimen de Saddam, les garantizo que eso tendrá enormes reverberaciones positivas en la región, y las reverberaciones de lo que ocurra con el colapso del régimen de Saddam, bien podrían crear una implosión en un régimen vecino como el iraní". La paradoja es que ahora Netanyahu nos pide considerar la posibilidad de atacar al régimen iraní para corregir las consecuencias imprevistas del ataque que promovió contra Iraq (el cual, según él, debió haber provocado no el fortalecimiento, sino la implosión del régimen iraní).  

Algunos indicios sugieren que la proclividad de Netanyahu a exagerar amenazas de seguridad tendría fundamento en una conducta secular de su gobierno. Un artículo de 2004 del académico israelí Zeev Maoz ("Pacifism and Fightaholism in International Politics"), constata que, contra la presunción de la escuela realista en relaciones internacionales, no es cierto que todos los Estados sean proclives a participar en conflictos armados: en los últimos dos siglos, 10% del total de Estados da cuenta de 49,7% de las que denomina “Disputas Interestatales Militarizadas” y del 56.8% de las guerras (una distinción basada en el tipo de empleo de la fuerza, y el número de víctimas que este ocasiona). Controlando por el número de años que un Estado formó parte del sistema internacional, Maoz encuentra que el suyo es el país más proclive a involucrarse tanto en disputas interestatales militarizadas como en guerras a nivel mundial. En otro texto, Maoz sugiere que, siguiendo la lógica esgrimida por Dwight Eisenhower durante su discurso de despedida de la presidencia de los Estados Unidos, la influencia de un Complejo Militar-Industrial explicaría al menos en parte la tendencia de su Estado tanto a percibir amenazas que en ocasiones sus propios aliados no perciben, como a enfrentarlas por la vía de las armas. Tal vez no sea coincidencia, por ejemplo, que los dos únicos países en el mundo que hacen de su oposición al acuerdo con Irán una cuestión de Estado, sean, respectivamente, uno de los diez mayores exportadores de armas del mundo (Israel), y el mayor importador de armas del mundo (Arabia Saudita).

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