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Río 2016: ¿dónde está el desastre mexicano?
Vie, 26/08/2016 - 07:41

Armando Román Zozaya

Seguridad en México: resultados “en un año”
Armando Román Zozaya

Armando Román Zozaya es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el CIDE, México; Maestro en Estudios de Desarrollo por la Universidad de Oxford (Reino Unido), y Doctor en Integración Económica y Monetaria de Europa por el Instituto Ortega y Gasset-Universidad Complutense de Madrid (España). Ha sido profesor en la Universidad de Oxford (Mansfield College), en la Universidad Metropolitana de Londres y en el University of Stanford Centre in Oxford. Es editorialista del periódico Excélsior (México).

En los 12 Juegos Olímpicos celebrados de 1968 a 2012, México obtuvo 46 medallas (un promedio de 3,8 medallas por Olimpiada). Nueve de ellas fueron conseguidas en México 1968, siete en Londres 2012, seis en Sydney 2000 y seis en Los Ángeles 1984. En todos los otros Juegos Olímpicos que han tenido lugar en los últimos 50 años, nuestra delegación no ha obtenido más de cuatro medallas y, en varias ocasiones, volvió a casa con una.

En Río 2016, la delegación mexicana ya consiguió cuatro medallas. Su desempeño corresponde, pues, al promedio de todos los otros contingentes que han representado a nuestro país en cada uno de los Juegos Olímpicos de las últimas cinco décadas. A pesar de lo anterior, existe la percepción de que la delegación que nos representa en Brasil ha fracasado rotundamente. ¿Por qué? Porque los mexicanos no están juzgando en sí el desempeño de los deportistas; la opinión negativa en torno a la actuación mexicana en Río es un reflejo del hartazgo, la frustración y la exasperación que genera entre la población, o al menos entre una buena parte de ella, la actual administración federal.

Ahí está el caso de Alfredo Castillo, titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, por ejemplo. Según él, el deporte mexicano no funciona como podría porque las federaciones a cargo de cada disciplina son corruptas y no apoyan a los atletas. Puede ser que Castillo tenga razón. No obstante, vale la pena preguntar: ¿de verdad la Conade no tiene responsabilidad alguna con relación a los resultados obtenidos por México en los Juegos Olímpicos? Si es así, ¿para qué existe exactamente y para qué tiene un titular que cobra un supersalario?

Los planteamientos de Castillo suenan a “patadas de ahogado”, excusas para justificar que, si bien México no ha tenido su peor Juegos Olímpicos, tampoco ha terminado de dar el brinco para ser un actor relevante en el terreno deportivo. Y es que, si el problema son las federaciones, ¿por qué el gobierno no ha encontrado manera alguna de trabajar mejor con ellas, de cooperar a favor del deporte nacional?

Al parecer, con la Conade y las federaciones deportivas ocurre lo mismo que con el gobierno y la CNTE: las autoridades dicen tener la razón y argumentan que las federaciones/CNTE son unas plagas, pero no consiguen ni que las federaciones se comporten de mejor manera ni que la CNTE acepte la Reforma Educativa. ¿Todo es culpa de las federaciones? ¿Todo es culpa de la CNTE? ¿El gobierno está libre de responsabilidad?

Aunado a lo anterior, el hecho de que el señor Castillo se anduviera paseando en Río de Janeiro con su pareja, y que ésta hasta portara el uniforme oficial del contingente mexicano, así como el hecho de que la Conade esté plagada de amigos de su director y que éste mismo haya llegado al cargo únicamente gracias a su amistad con Enrique Peña Nieto, es decir, sin ningún merecimiento ni mérito de carácter deportivo, reflejan lo que ha sido una constante en el gobierno actual: el patrimonialismo, el amiguismo, el desorden y el abuso. De eso, justo de todo eso, es que estamos hartos los mexicanos.

El punto es, pues, que no nos ha ido pésimo en Río: nos ha ido como en otros Juegos Olímpicos y mejor que en varias de ellas. Donde nos está yendo mal, muy mal, es en seguridad pública, creación de empleos de calidad, combate a la corrupción, contaminación ambiental, etcétera. Estamos, pues, hasta cierto punto, en la lona, cansados, asqueados de cómo está el país. Por eso, lo que ha sido una actuación promedio en las Olimpiadas es percibida como un desastre. Pero no, el desastre no está ahí; está por los rumbos de Parque Lira.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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