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Sí, detengamos a los niños migrantes
Jue, 03/07/2014 - 11:50

Martín Rodríguez Pellecer

Destruir la política en Guatemala
Martín Rodríguez Pellecer

Martín Rodríguez Pellecer (1982) es periodista y guatemalteco. Estudió Relaciones Internacionales (una licenciatura) en Guatemala y luego una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Autónoma de Madrid (España). Aprendió periodismo como reportero en Prensa Libre entre 2001 y 2007, desde la sección de cartas de los lectores hasta cubrir política e investigar corrupción. En 2007, ganó un premio de IPYS-Transparencia Internacional por el caso Pacur. Ha trabajado en think tanks (FRIDE, Flacso e ICEFI), aprendido varios idiomas, viajado por dos docenas de países, es catedrático en la URL y columnista de elPeriódico. Es director y fundador de Plaza Pública.

Seguro. Pongamos un muro o convenzamos a sus papás porque de plano envían a sus hijos a Estados Unidos a través del infierno de mafias en el que se ha convertido el trayecto por México sólo porque no entienden que es peligroso. O porque son demasiado ambiciosos para el futuro de sus hijos. O no. Tal vez es porque están desesperados. Tan desesperados por la pobreza extrema que todo el tiempo están enviando a sus hijos e hijas a las peligrosas Ciudad de Guatemala, San Salvador, Tegucigalpa o San Pedro Sula.

Esta crisis humanitaria debería ser una tragedia nacional para Guatemala, El Salvador y Honduras. Lo que le están diciendo al mundo, y nos están diciendo a nosotros los 50.000 niños y adolescentes centroamericanos migrantes del último semestre, es que la vida aquí es tan peligrosa, humillante y sin futuro, que migran siendo niños y niñas para soñar con una oportunidad a 3.000 kilómetros.

Las familias en extrema pobreza ya lo intentan cuando enviando a sus hijas para ser empleadas domésticas y no, así no logran salir de la pobreza. Ya lo intentan enviando a sus hijos para ser lustrabotas o campesinos y no, así tampoco se deja la pobreza.

Mientras tanto, la mitad que tenemos oportunidades en esta sociedad centroamericana seguimos desperdiciándolas. Evitamos pagar impuestos que puedan traducirse en escuelas y hospitales y proyectos productivos decentes para estos niños. Esquivamos licitaciones para dar contratos a amigos o socios y robar dinero público. Evitamos pagar mejores salarios. Asfixiamos a las niñas y a las mujeres. Algunos enfocan todas nuestras energías en mantener este estado de cosas y soñar que con ideologías extremas sí vamos a sacar a todos de la pobreza.

Viene el vicepresidente estadounidense Biden a decir que por favor frenemos la sangría y que dejemos de enviar niños. Y claro, nos comprometemos a hacerlo. Decimos que lo haremos persiguiendo a las mafias e informando bien en las comunidades que no les darán asilo si llegan solos. ¿Saben qué responden estos niños cuando los periodistas les hablan y les preguntan que qué hacen si los deportan? Que no les importa y volverían a intentarlo. ¿Saben qué le respondió un niño de 14 años a un periodista de El País? Que viajó "para no morirse de hambre" en su aldea. Porque, como dijo el sacerdote Ricardo Falla una vez: en esta época ya nadie quiere ser pobre. Entonces, tal vez lo que debemos perseguir no es sólo a las mafias, sino a la pobreza y a la desigualdad, para que la gente no se frustre tanto y se quiera ir o al menos sacar a sus hijos de aquí a través de México.

Si bien estamos mejorando y lentamente crece la clase media y las oportunidades, 50.000 niños nos están diciendo que en Centroamérica son por demás insuficientes nuestros esfuerzos y no podemos esperar tanto tiempo para dar oportunidades a la gente para que salga nuestra pobreza. Y cada semestre que perdemos en la política y la economía nacional, también perdemos 50.000 vidas futuras que se escapan por cualquier vía del país. Para quienes pensamos que no se puede hacer nada de aquí hasta el 14 de enero de 2016, deberíamos pensarlo de nuevo y hacer que quienes tienen poderes para decidir, espabilen y reaccionen.