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Sobre niños que matan niños
Jue, 19/01/2017 - 10:35

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Este miércoles estaba en León dando una conferencia. Cuando terminó, revisé los mensajes que tenía en el WhatsApp. Un querido amigo me había mandado un video advirtiendo que se trataba del “tiroteo de un alumno contra sus compañeros del colegio de Monterrey esta mañana”. Yo no estaba enterado de la noticia y, sin pensarlo mucho, abrí el susodicho video para verlo. Tuve que respirar profundamente varias veces para no vomitar. Desde luego que me arrepentí de observar cómo un pobre muchacho desequilibrado, de la misma edad que uno de mis hijos (15 años), balacea a su maestra y compañeros para luego suicidarse de un disparo en la boca. Un niño matando niños: escena común y corriente en Estados Unidos, no en México.

Una vez repuesto, lo primero que pensé es en la estúpida propuesta del senador panista Jorge Luis Preciado. Este político demagogo anda planteando la barbaridad de permitir que la gente tenga armas de fuego fuera de sus hogares para resolver el creciente problema de la inseguridad en nuestro país. Incluso, se ha atrevido a traer a México a los representantes del principal grupo de cabildeo en favor de la portación legal de armas en Estados Unidos, la poderosa National Rifle Association (NRA, por sus siglas en inglés), para apoyar su necedad.

El niño del Colegio Americano del Noreste claramente tenía un trastorno mental. De eso no puede haber duda alguna. La pregunta es de dónde sacó un revolver calibre .22 para dispararle a sus compañeros y profesora, dejando cuatro heridos, tres de gravedad para luego pegarse un tiro. Las autoridades judiciales de Nuevo León tendrán que investigar y procesar al culpable de haberle facilitado esta arma a un menor de edad. Pero este caso nos demuestra, con enorme elocuencia, que entre más fácil sea conseguir armas en una sociedad, más violencia hay.

Por eso, este tipo de tragedias son más comunes en Estados Unidos que en México. En 2012, por ejemplo, el joven Adam Lanza, de 20 años de edad, se levantó un viernes por la mañana, le metió cuatro tiros en la cabeza a su madre mientras dormía, se dirigió a su antigua escuela armado con dos pistolas y un rifle propiedad de su progenitora y le disparó a mansalva a 20 niños de entre seis y siete años matándolos a todos. También se fue en contra de cuatro maestras, la sicóloga escolar y la directora del plantel. Un total de 28 víctimas, incluyendo el propio joven que tuvo acceso a tres de por lo menos una docena de armas que su madre poseía. El joven Lanza tenía una forma de autismo conocido como trastorno de Asperger.

Uno de los atributos negativos de Estados Unidos es el gusto de gran parte de su sociedad por las armas. Han interpretado laxamente la Segunda Enmienda Constitucional para tolerar un mercado libre donde se venden sin problema alguno desde pistolitas hasta rifles de asalto de altísimo poder. Los datos son escalofriantes: se estima que en los hogares privados de Estados Unidos hay entre 280 y 300 millones de armas de fuego; cada año se agregan cuatro millones más;  47% de los adultos estadunidenses responde que tiene por lo menos un arma de su propiedad; cada año mueren 30 mil personas víctimas de armas de fuego, más de la mitad por suicidios; 606 personas mueren anualmente por disparos accidentales en sus casas, de los cuales 62 son menores de 15 años.

Después de la masacre de Sandy Hook, en Estados Unidos no pasó nada con el tema de las armas, en gran parte por la presión política que ejerce la NRA que, por supuesto, apoyó a Donald Trump para llegar a la presidencia. Ésos son los socios del senador Preciado, típico político que explota un miedo muy real de la sociedad producto de la creciente inseguridad. Sí: los mexicanos temen que los asalten, secuestren, extorsionen o asesinen. Pero la solución no es permitir que puedan comprar fácilmente armas para utilizarlas en sus automóviles o lugares de trabajo. Múltiples estudios académicos demuestran que son más violentas las sociedades donde es legal la portación de armas que donde se prohíbe.

Senador Preciado, ayer atestiguamos lo que pasa cuando alguien trastornado tiene una pistola. Ojalá usted, como yo, y muchos mexicanos, haya visto el video de lo ocurrido en Monterrey y cambie de opinión. Deje ya de estar proponiendo soluciones demagógicas que sólo agravarán más los problemas de nuestra sociedad. Mande al diablo, de una vez por todas, a la NRA para que se vayan a festejar a Trump el día de mañana. Que la tragedia de ayer en el Colegio Americano del Noreste sirva para demostrarle la enorme estupidez de su propuesta.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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