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Trump 1 - México 0
Jue, 01/12/2016 - 08:42

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Con la novedad de que el juego de Trump contra México ya comenzó, y eso que todavía no toma posesión como Presidente de Estados Unidos. Ayer anunció, con bombo y platillos, que la empresa Carrier permanecerá en Indianápolis. La productora de aires acondicionados tenía planeado mudarse a Monterrey, Nuevo León. De esta forma, Trump cumple una de sus promesas de campaña: utilizar la fuerza del Estado para salvar fuentes de trabajo en su país.

Es una mala noticia: la típica acción populista que contradice las realidades del libre mercado. Los accionistas de Carrier habían presionado a su administración para mejorar las utilidades de la empresa. Ésta decidió ahorrar costos mudándose de Estados Unidos a México. A escena entran los políticos amenazando, por un lado, a uno de los dueños de Carrier -una corporación que tiene importantes contratos con el Departamento de Defensa de ese país- de que serán castigados como proveedores gubernamentales si su subsidiaria se traslada a México. Pero Trump no sólo utiliza palos, también ofrece zanahorias: recibirán subsidios por quedarse en Indianápolis. Esto puede sonar muy bien, pero es el típico estatismo que distorsiona los mercados. Se trata de la prevalencia de la política sobre la economía. Populismo duro y puro, al estilo de lo que bien conocemos al sur del Río Bravo.

La pendiente resbaladiza ha empezado. Ahora todas las empresas (malditas sean por su codicia) anunciarán su intención de mudarse a México para conseguir los mismos subsidios que obtuvo Carrier. ¿Dónde nos formamos, señor Trump, para que también nos consienta a nosotros? Y ya que estamos en eso, ¿qué le va a ofrecer a las empresas que ya están produciendo en México para regresarse a Estados Unidos? ¿Y a las que se fueron a China o la India? ¿Por qué no ofrecerle subsidios a algunas compañías alemanas para que trasladen sus fábricas al alicaído Cinturón del Óxido?

Es una barbaridad pensar que Estados Unidos pueda volver a industrializarse utilizando la fuerza del Estado. Ese país, efectivamente, ha perdido puestos laborales en el sector secundario por las realidades de la economía capitalista y sus etapas de desarrollo: de una producción fundamentalmente agropecuaria a una industrial, para terminar en una de servicios. Si la industria estadunidense ha perdido puestos de trabajo es porque a los capitalistas les conviene producir en otras latitudes pero, sobre todo, por la robotización de sus fábricas. Lo mismo, por cierto, le sucederá a todas las economías del mundo en la medida que se vayan desarrollando.

Pero los populistas piensan -y siempre se equivocan- que le pueden ganar al caprichoso mercado. Trump, en este sentido, está siguiendo el viejo consejo de un Presidente latinoamericano que le recomendaba a otro mandatario populista de la región: “Si los trabajadores te piden, dales; y si te piden más, dales más, porque al fin y al cabo la economía es flexible”. Hoy el próximo Presidente estadunidense ha salvado los puestos de trabajo de Carrier en su país. Mañana, esos mismos trabajadores le pedirán que les suban el salario por decreto y, ya que estamos en eso, viviendas baratas, gasolina subsidiada, entretenimiento gratis y todo lo que se pueda. ¿Por qué no si la economía es flexible?

Pues no lo es. Ojalá fuera así de fácil. De hecho, la economía es implacablemente inflexible. Los populismos siempre acaban quebrando a un país. Los subsidios se apilan llegando el momento en que es imposible seguir dándole todo a todos.

Si el gobierno trumpista va a utilizar la fuerza del Estado para cambiar decisiones empresariales privadas, en algún momento tendrán que hacer lo mismo los demás países. Eso, a la postre, generará una guerra de proteccionismo comercial y una carrera de mayor intervencionismo estatal en la economía capitalista.

¿Qué hará México, país que le ha apostado al libre comercio como motor de desarrollo económico? ¿Reaccionará frente al primer gol de Trump o permanecerá callado como hasta ahora? ¿Habrá entendido ya el gobierno de Peña que esto va en serio y puede terminar en una goleada abultada? ¿Estarán tomando nota nuestros propios populistas para proponer la misma receta de Trump en México?

Esto no se ve nada bien. Ya nos metieron el primer gol mientras nuestro director técnico estaba pasmado. En la tribuna se encuentra su posible sustituto con un sistema de juego semejante al entrenador del otro lado. Los tiempos aciagos han comenzado: México ya va perdiendo uno a cero.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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