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Una más de Trump: puerta cerrada a refugiados
Lun, 30/01/2017 - 09:06

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

El orgullo estadunidense de ser una nación conformada por inmigrantes de todos los confines de la Tierra, de ser el generoso asilo de los cansados y perseguidos, ha recibido un golpe mayúsculo con la firma de la acción ejecutiva por parte de Trump, consistente en prohibir la entrada al país a refugiados de Siria, Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen. Bajo la consideración de que se trata de poblaciones peligrosas por la posibilidad de albergar en su seno a terroristas que dañen al país, la medida estará vigente por algunos meses por lo pronto. Trump evade así, de un plumazo, la responsabilidad humana y moral que la nación más rica y poderosa del planeta debería tener con quienes padecen una de las tragedias más lacerantes y vergonzosas del siglo XXI. Nada de reunificaciones familiares que estaban a punto de concretarse, nada de recepción de niños huérfanos ni de mujeres o ancianos huyendo de los infiernos del oriente. Del mismo modo, como en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, se devolvieron de las costas americanas barcos que traían a judíos perseguidos por el nazismo, bajo el pretexto de que podían ser el medio de infiltración de espías del bando enemigo, ahora se veta en bloque a la población musulmana con los mismos argumentos: pueden traer al temible terrorista con ellos.

Como ha sido común desde que Donald Trump empezó a actuar como presidente, su público aprueba mayoritariamente sus políticas, y en este caso también. La xenofobia y el racismo tienen permiso ya en Estados Unidos de salir a la luz, y nada más excitante que vivir al fin una nueva era en la que las fobias y los sueños de vivir dentro de la pureza de lo propio, sin contaminaciones de lo diferente, puedan imponerse como política oficial. Siempre queda como justificación que los rechazados son potencialmente peligrosos o nocivos. No cabe duda de que esta decisión quedará en la historia como una de las manchas más oprobiosas en el comportamiento de Estados Unidos.

Pero sería injusto en este contexto no valorar también la oposición y condenas con la que otra parte de la sociedad norteamericana ha reaccionado. Sería imposible enumerar aquí la avalancha de críticas y protestas ante lo que está sucediendo. Algunos ejemplos son que mil 300 trabajadores de la industria de la tecnología han anunciado ya que no participarán en la formación de una base de datos que registre específicamente a los musulmanes, propuesta lanzada por Trump desde su campaña. Compañías como Google, Apple y Uber han declarado que no trabajarán con nada que tenga que ver con este proyecto, a pesar de los encuentros que tuvieron con Trump varios ejecutivos del Silicon Valley en diciembre pasado.

De igual manera, justo en estos días en que se conmemora el día internacional del Holocausto judío, algunas figuras públicas judías han manifestado su decisión de registrarse como musulmanes si llegara a proceder la orden de registrar a los fieles del islam en el país. Una de ellas, la exsecretaria de Estado, Madeleine Albright, lo ha manifestado, diciendo: “Fui criada como católica, me convertí en episcopaliana, me enteré después que mi familia fue judía, y ahora estoy dispuesta a registrarme como musulmana en solidaridad”. Lo mismo han hecho la actriz Mayim Bialik, quien encarna en la serie The Big Bang Theory al personaje de Amy, y el director de la Liga Antidifamación judía, Jonathan Greenblatt. La disposición de éste a proceder de ese modo la justificó así: “Lo haré por mi fe judía, por mi compromiso con los valores esenciales de Estados Unidos, y porque quiero que mi país sea tan grande como lo ha sido siempre”.

Esta resistencia, que es respaldada por millones de ciudadanos, tendrá que enfrentar sin duda una dura y larga lucha contra el nuevo y aberrante orden que pretende imponer el actual inquilino de la Casa Blanca acompañado de sus incondicionales seguidores.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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