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Vívida democracia en Berlín
Mar, 20/09/2016 - 09:23

Marcel Fürstenau

Merkel por aquí, Merkel por allá, Merkel por todas partes
Marcel Fürstenau

Marcel Fürstenau es periodista de Deutsche Welle.

Tras las elecciones locales en Berlín, seis partidos estarán presentes en el Parlamento de la capital alemana. Ninguno de ellos obtuvo siquiera un cuarto de los votos. Esto significa que han llegado a su fin décadas de coaliciones bipartidistas, también en Berlín. Formar gobierno seguramente será más difícil, dado que ahora serán tres los que deberán forcejear. Pero esto no es necesariamente una desventaja. Naturalmente, a primera vista parece más sencillo llegar a acuerdos políticos solo entre dos. No se trata de otra cosa cuando se sondea, se negocia y al final, se cierra un contrato de gobierno en coalición.

En los estados federados hay suficientes casos en los cuales son tres los que son capaces de llevarse bien. En Turingia gobierna una constelación roja-roja-verde encabezada por La Izquierda (!) desde hace ya dos años, y sin grandes sobresaltos. En Sajonia-Anhalt forman coalición cristianodemócratas, socialdemócratas y verdes. En Renania-Palatinado, pese a los dimes y diretes, las cosas van bastante bien entre el SPD, Los Verdes y los liberaldemócratas. Y ahora, en Berlín gobernará una coalición tripartita roja-roja-verde, liderada por los socialdemócratas.

Viaje al centro de la política. A quien concibe la competencia política como una cruzada por las mejores ideas y conceptos, no le queda más que alegrarse por la nueva flexibilidad de los ganadores de la elección berlinesa. Tomando como referencia la nueva diversidad en los parlamentos, por una parte, y la ascendente participación de los electores, por otra, parece que hemos dejado atrás la largamente padecida apatía política. Por lo menos, en cuanto a que, en medio del creciente desinterés, se alejan de la política y de los partidos.

Está fuera de discusión que tal tendencia se debe a la gran insatisfacción con los otrora pesos pesados CDU y SPD. Los votos que ambos han perdido se explican especialmente con el ascenso de Alternativa para Alemania (AfD). Sin el tema de los refugiados, estos populistas de derecha de ninguna manera serían tan fuertes. Los demás deberían sacar lecciones de estas conclusiones, sobre todo la CDU, el SPD y Los Verdes. Los afanes de estos partidos por conquistar el centro del espectro político desde hace años, los hacen aparecer a ojos de muchos (potenciales) electores como cada vez más parecidos. El FDP era y es el partido al cual se reprochaba inmovilidad programática. El dilema de este partido consistía en que no llegó a presentar un modelo alternativo convincente. Es por ello que en 2013 salió justificadamente del Bundestag y ese mismo año –de modo para nada accidental- fue fundado AfD, que ya forma parte de diez parlamentos estatales. Y seguirán más. Ahí donde gana AfD, CDU y SPD registran pérdidas.

Reencontrarse a sí mismos. Cristoanodemócratas y socialdemócratas pueden aprender del revivido FDP, que entendió cuál es su papel y refuerza su propio perfil. La CDU debe reconciliarse con sus valores conservadores, y el SPD, con los sociales. En la economía eso se llama “núcleo de la marca”, que puede ser copiada por los competidores de una manera más o menos seria.

El de AfD es un caso distinto. Sin gozar de tradición, pudo colarse en la grieta abierta por la CDU. Lo hace lleno de ímpetu, rompiendo con cálculo preciso tabús políticos. Con ello, saca provecho de cada potencial factor de protesta que nadie ha atendido entre sus electores. Los partidos viejos, boquiabiertos, contemplan el resultado: el nuevo auge del voto favorece a la AfD, y no a ellos.

Beneficio para los extremos. Antes se pensaba que una mayor participación electoral era un modo seguro de que los partidos neutralizaran los extremos tanto a la izquierda como a la derecha. Esto era verdad en tiempos en los que los partidos contaban con un electorado fiel. Pero desde hace años crece la disposición a cambiar de oferta política. Esto refleja en la política algo que en la sociedad es una realidad desde hace mucho tiempo: muchos regresan a su antiguo producto favorito cuando la calidad de la competencia deja que desear. El renacimiento del FDP es una prueba de ello.

En cuanto a AfD, es necesario aún evaluarla, aunque sus éxitos ya no parezcan tan sorprendentes. Hay muchos indicios de que cosecha preferencias en una buena parte de la clientela política sobre todo con su envase. Ahora queda de manifiesto que su contenido es poco sustancioso. Esto lo entienden los electores en comunidades tolerantes de las grandes ciudades más rápido que en las rurales. En Sajonia-Anhalt y Mecklemburgo-Pomerania Occidental, AfD se colocó en el segundo lugar entre los partidos votados. En Berlín solo llegó al quinto lugar.

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