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Yarmouk, un círculo más del infierno sirio
Dom, 12/04/2015 - 15:10

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

La expresión literal de que se trata del “más profundo círculo del infierno” provino del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en referencia a lo que ocurre actualmente en Yarmouk, el campo de refugiados palestinos fundado en Siria en 1957 en una extensión de 2,1 kilómetros cuadrados y ubicado a ocho kilómetros al sur de Damasco. En esa zona donde hasta el comienzo de la guerra civil siria habitaban cerca de 160 mil refugiados palestinos, hoy quedan tan sólo 18 mil, los más frágiles, ancianos y desposeídos, ya que la inmensa mayoría huyó de ahí a lo largo de los pasados dos años a fin de escapar de los estragos de la guerra.

La tragedia de los mencionados 18 mil habitantes de Yarmouk reside en estar atrapados en medio de una caótica confrontación militar entre diversos bandos ansiosos por hacerse de esta estratégica localidad. El sur de Yarmouk ya está en manos de las huestes del Estado Islámico o ISIS, el cual avanza inconteniblemente para apoderarse, tanto de la parte norte controlada por la fuerzas del régimen de Bashar al-Assad como de los reducidos espacios en los que se halla atrincherado un segmento de las fuerzas simultáneamente anti Al-Assad y anti ISIS. Si de por sí Yarmouk se encontraba desde hace dos años sufriendo del sitio impuesto por las fuerzas gubernamentales, hoy el ingreso de ISIS al escenario, aunado al reforzamiento del cerco y al fuego cruzado, están conduciendo a un nuevo clímax en la tragedia humanitaria padecida por la población civil palestina ahí remanente. No sólo hambre y carencia de servicios y productos básicos, sino violencia en dosis espeluznantes constituyen los flagelos que están diezmándola sin clemencia.

Ante tal caos las respuestas no dejan de ser penosamente limitadas. La ONU y demás organismos internacionales defensores de derechos humanos demandan -hasta ahora sin resultados- el establecimiento de pasajes humanitarios a fin de rescatar civiles y proveerlos de lo elemental para su sobrevivencia. Por su parte, la Autoridad Nacional Palestina con sede en Ramala (Cisjordania) y encabezada por Mahmoud Abbas, realiza declaraciones confusas y ambiguas sobre la posibilidad de intervenir en defensa de sus compatriotas residentes en Yarmouk, declaraciones reveladoras en buena medida de su impotencia real para actuar en un escenario tan complicado y avasallador como ése.

Lamentablemente la catástrofe general siria sigue elevando el monto de sus víctimas sin visos de un final próximo a esa macabra contabilidad. Se calculan sus víctimas mortales en más de 250 mil, en tres millones los refugiados sirios acogidos por Jordania, Líbano y Turquía, y en 6,5 millones los desplazados internos que se han visto forzados a abandonar sus localidades ante la violencia de la guerra. De tal suerte que lo que hoy se vive en Yarmouk, si bien no es la excepción, constituye un adicional microcosmos revelador del grado de crueldad y descomposición al que ha llegado Siria, nación atrapada entre las garras de un régimen brutal que se ha resistido a abandonar el poder, una horda de fanáticos islamistas dispuestos a los mayores actos de salvajismo en nombre de la modalidad de Islam enarbolado por ellos, y una comunidad internacional cuyos intereses, indecisión, falta de voluntad, errores de apreciación y en muchos momentos impotencia, ha dejado el camino libre para que nuevos y más profundos círculos infernales sigan agregándose.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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