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Acuerdo de Asociación Transpacífico: a un segundo tiempo de negociación más compleja
Lunes, Marzo 24, 2014 - 16:43

No se logró sellar el Acuerdo de Asociación Transpacífico en 2013, el más amplio y uno de los más polémicos que se haya conocido. Todo indica que habrá que jugar un segundo tiempo, más complejo y quizás “más abierto” que el primero.

Mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, enfrentaba durante sus vacaciones familiares en Hawai en diciembre pasado la protesta de una treintena de manifestantes en contra del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés), de cuyas negociaciones su país es parte, en Chile el video en Youtube de la canción de la cantante y compositora chilena -nominada por cuarta vez a los premios Grammy Latino en 2013-, Ana Tijoux en contra de este acuerdo, hacía furor en Internet, sumando más de 40 mil reproducciones.

Así de negativo es el ambiente que rodea las negociaciones de este pacto en el que participan doce países con salida al Océano Pacífico con un mercado potencial de 792 millones de personas y que mueven un tercio del comercio mundial. Se trataría del mayor pacto económico que se ha negociado hasta la fecha y crearía la zona de libre comercio más grande del mundo.

Son muchas las rondas que han transcurrido desde que se iniciaron las negociaciones oficiales en 2010 y el objetivo era sellarlo en 2013. Pero no se logró. Y todo indica que el tramo que queda por andar no será fácil, en parte, por las fuertes críticas que han surgido en diversos sectores de los países involucrados por los costos que conllevaría el acuerdo en temas sensibles como patentes y marcas,  propiedad intelectual o acceso a contenidos de internet, entre otros.

Pero más allá de los cuestionamientos a los 29 capítulos específicos que se negocian, el peor enemigo del TPP parece ser el profundo hermetismo con que se han realizado las tratativas, lo que ha levantado un manto de dudas y una ola de rumores sobre sus reales objetivos y los beneficios o prejuicios que acarrearía a las partes involucradas.

De menos a más. Todo partió en 2005 cuando Chile, Nueva Zelandia, Singapur y Brunei firmaron un acuerdo multilateral conocido como P4. Luego, se sumaron más países como Australia, Canadá, Malasia, México, Perú, Vietnam y, más recientemente, Japón.

Pero fue en 2008, con la incorporación de Estados Unidos a las negociaciones, que el pacto comenzó a adquirir un peso económico y geopolítico insospechado, entre otras razones, porque no incluye a China, aunque no se descarta que en algún momento el gigante asiático se pueda interesar.

En Chile, la administración del presidente Sebastián Piñera lo consideró “el acuerdo comercial de mayor trascendencia en la historia del país”.

Se habla de costos y perjuicios del TPP, dice Alvaro Jana, quien desde la jefatura de la Dirección de Relaciones Económicas de la Cancillería (Direcon) estuvo a cargo de las negociaciones durante el anterior gobierno, “pero el mayor costo para Chile es no ser parte”. Su argumento central es que el TPP “va a representar un proceso de integración tremendamente relevante para las economías que están participando, hay ganancias concretas  y por supuesto que van a haber algunas adecuaciones, pero comparado con esas ganancias, todos esos ajustes van a ser adecuados”.

En la misma línea, el derechista Instituto Libertad y Desarrollo, que recientemente apoyó en un documento la importancia de que Chile siga adelante con las negociaciones, recalcó que el país no puede detener las negociaciones del TPP como se ha sugerido, porque eso implica que sólo podría reingresar por adhesión, es decir, “cuando el acuerdo estuviera aprobado por el resto de los participantes, perdiendo la oportunidad de influir en la negociación”.

Sin embargo, estos argumentos no convencen a todos. De partida hay quienes señalan que Chile es el único país que ya tiene acuerdos de libre comercio vigentes con los once otros participantes del TPP, por lo cual ven una ganancia marginal en el pacto global.

Peor que eso, hay especialistas que estiman que las actuales tratativas pueden dar pie para revisar derechos o beneficios que ya están ganados, implicando un retroceso en lugar de un avance en materia comercial.

Una voz de alerta puso Osvaldo Rosales, director de la División de Comercio Internacional e Integración de la Cepal, sobre posibles sanciones que podrían incorporarse en temas laborales y ambientales que han sido incluidas por Estados Unidos en los últimos tratados que ha negociado y que no están presentes en el que suscribió con Chile en 2003.

Chile logró evitar esas sanciones y cambiarlas por multas que no imponen un costo al comercio, “pero está la luz amarilla de abrirse a sanciones comerciales podría abrir la puerta a tentaciones proteccionistas”, dice el experto.

Otro posible riesgo sobre el que advierte el ex jefe de Direcon y actual ministro de Agricultura, Carlos Furche, es que el recién incorporado Japón abra su mercado a Australia, Nueva Zelandia, haciendo perder las ventajas comparativas que ganó Chile con la nación asiática en el Tratado de Libre Comercio firmado en 2007. “Esos países de Oceanía son competidores nuestros en materias más o menos directas”, como las agrícolas, ha dicho.

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Los antagonistas. Mientras los gobiernos impulsan la continuación de las negociaciones y apuestan a llegar a buen puerto a mediados de este año, los opositores al TPP levantan cada más fuerte su voz para exigir trasparencia sobre los alcances de un tratado frente al cual se sienten totalmente a ciegas.

Uno de estos opositores es la ONG Derechos Digitales que ha encabezado una campaña contra el TPP. “La cantidad de cosas que se pretende regular con un acuerdo que originalmente era de libre comercio es preocupante”, dice. “Se están revisando aspectos como la propiedad intelectual, la participación de las empresas del Estado, la regulación de los flujos financieros y las inversiones, además de permitirle a las empresas demandar directamente a los países”.

A las organizaciones no gubernamentales (ONG) han sumado su protesta los parlamentos de distintos países participantes, que han comenzado a pedir información sobre un pacto que en algún momento deberán aprobar o rechazar.

Hace algunas semanas un grupo de 15 senadores y 34 diputados chilenos firmaron una declaración, que fue publicada como inserto en un diario local, instando a Piñera  a que detuviera y transparentase la negociación del TPP, al tiempo que abriera “un debate público, técnico y político sobre las implicancias que dicho acuerdo puede tener para Chile”.

En Estados Unidos, Barack Obama tampoco logró cumplir con la meta autoimpuesta de cerrar el TPP en el 2013 por el congelamiento de las negociaciones en Washington de una vía rápida para abordar el acuerdo y las cortapisas que puso su propio partido, el Demócrata, a las que se suman las dificultades propias de las negociación del acuerdo.

Si las filtraciones y trascendidos, incluso por Wikileaks, que se han conocido hasta ahora sobre el tema son ciertas, las inquietudes de los detractores del pacto no son banales.

Y los dardos apuntan en una dirección: Estados Unidos que, según los opositores del TPP, estaría tratando de imponer sus términos en materias en que no lo logró al negociar otros acuerdos comerciales.

Uno de los puntos que ha generado mayor discusión y que en la propia Direcon reconocen como uno de los más “sensibles” es el de la propiedad intelectual, porque en ese capítulo podrían modificarse desde los precios de los medicamentos, hasta la libertad con que los ciudadanos navegan por Internet.

Otro asunto que podría cambiarse en el ítem de Propiedad Intelectual es el plazo de protección de los derechos de autor, que actualmente es de 70 años desde publicada una obra, para luego pasar a ser patrimonio público. En este caso, la petición estadounidense sería aumentar a 95 años el plazo, lo que varios países consideran poco razonable.

En cuanto a internet, la alerta roja estaría dada por una disposición que obligaría a los proveedores a eventualmente bloquear el ingreso a determinados contenidos restringiendo en la práctica el acceso de los usuarios, ya que se asumiría que son ellos quienes deben resguardar que no se violen los derechos de autor en la web.

En el área política, las implicancias tampoco serían menores, porque para nadie es indiferente que China no sea parte de las negociaciones. “No se trata de una iniciativa políticamente neutral y su impacto tanto en la región asiática como en algunos países de Sudamérica se debe evaluar considerando que están en juego opciones estratégicas de largo plazo”, señaló una fuente cercana a las negociaciones que no quiso identificarse.

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Entusiasmo vecino. En Perú, el gobierno del presidente Ollanta Humala también ha abrazado con entusiasmo el TPP, aunque hay conciencia de que probablemente es uno de los acuerdos más complejo que han emprendido.

Es muy importante para la política de negociaciones comerciales de Perú, dice Carlos Posada, director ejecutivo del Instituto de Investigación y Desarrollo de  Comercio Exterior de la Cámara de Comercio de Lima y ex jefe del equipo peruano que negocia el TPP. Esto, “porque sigue una línea de trabajo que es lograr mayor apertura en esos mercados que son complementarios”, afirma. Aunque reconoce que las posturas de los países involucrados son bastante opuestas en algunos temas, “en el caso de servicios e inversión va por el lado de poner a Perú en un nivel de ‘ligas mayores’”, agrega.

La palabra clave para desatar los nudos que mantienen atrapada la negociación es “homogeneidad”, dice el experto peruano. “Lo ideal es que sea equitativo, transparente, con el mismo acceso para todos”. Pero, “si el proceso lo amerita en beneficio de algunas economías que tengan que hacer el acercamiento a una mejor competitividad, que algunas líneas tengan más plazos, en buena hora”. Aunque sin exclusiones, dice, “si el proceso las tiene va a tener menor nivel”.

Consolidar la presencia que Perú ya ha logrado en importantes mercados y acceder a economías con las que actualmente no hay acuerdos comerciales vigentes es para Eduardo Ferreyros, gerente general de la Sociedad de Comercio Exterior del Perú (Comex), la mayor ventaja. “Ganamos acceso a economías sumamente atractivas como Malasia, Australia, Nueva Zelandia o Vietnam”, dice.

Australia es un gran mercado y se trata de una economía rica y que importa que está muy alejada de Perú, dice Ferreyros. “Chile ya tiene una relación con Nueva Zelandia y Australia muy estrecha y queremos entrar también a participar de esos mercados”, agrega.

El temor en cuanto a propiedad intelectual, dice  Eduardo González, especialista en este tema del estudio legal Muñiz va vinculado a “cuánto podemos ceder y a cuán estrictas pueden ser las medidas que se apliquen”. Pero descarta que la situación peruana vaya a empeorar. “Va a ser bien difícil que, aunque Perú acepte las condiciones (de Estados Unidos), la población peruana cambie su chip. Hay que hacer toda una política para cambiar nuestra manera de pensar sobre lo malo que es consumir productos piratas”, añade.

Por esto, Muñiz ve más beneficios que problemas para Perú con la adhesión al TPP.

Futuro incierto. Aunque en Chile, en las últimas semanas, los convenios comerciales han sido superados en la contingencia por el fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre la demanda marítima interpuesta por Perú en contra de Chile, ello no significa que el TPP, ahora en manos del recientemente arribado gobierno de Michelle Bachelet, no se esté analizando.

Para nadie es un misterio que el nuevo gobierno chileno tiene una visión crítica de cómo ha sido el manejo de las relaciones internacionales durante la administración Piñera. Particularmente se ha cuestionado las llamadas “cuerdas separadas”, que en la práctica han implicado manejar los temas comerciales en forma independiente de otras consideraciones de integración, sean estas políticas, estratégicas o culturales.

También se ha cuestionado el “trato privilegiado” que se ha dado a acuerdos como la Alianza del Pacífico o el propio TPP, en desmedro de las relaciones con los vecinos del Atlántico, particularmente Brasil.

Y no hay que ser mago para darse cuenta de cuál es el giro que se pretende inducir. “Nuestro país debe recuperar su papel  de promotor activo de la convergencia regional, confirmando su compromiso con una política de integración activa y vinculante. Chile debe valorizar positivamente la diversidad que caracteriza a América Latina y enfrentar efectivamente los desafíos que plantean nuestras relaciones vecinales”, señala el programa de gobierno.

Sobre el TPP es aún más claro: “Tenemos preocupación ante la urgencia de negociar el acuerdo (…) Para velar por el interés de Chile se debe hacer una revisión exhaustiva de sus alcances e implicaciones (…)”.

Además, el programa dice que “es prioritario impedir aspectos cuestionables que puedan surgir de ese acuerdo, pues, mal manejado, se transformaría en una renegociación indirecta de nuestro TLC con Estados Unidos, debilitando acuerdos ya establecidos en materia de propiedad intelectual, farmacéuticos, compras públicas, servicios e inversiones, o llevaría a la instalación de nuevas normas en el sector financiero”.

La transparencia en las negociaciones y la participación ciudadana fueron claves para que Chile sellara en el pasado acuerdos comerciales polémicos e inéditos en la región como con China y Estados Unidos. El que no se siga esa receta en este caso está pasando la cuenta. Ello, sumando a la diversidad de intereses y realidades de sus países participantes genera el caldo de cultivo perfecto para que continúen las más diversas manifestaciones en su contra -como la ocurrida en Hawai y la de Anita Tijoux- y las tratativas se alejen de un fin exitoso en el corto plazo.

*Con la colaboración de Laura Villahermosa desde Perú.

Autores

Paulina Modiano