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Chile y su socio fundamental, el Mercosur
Mar, 19/08/2014 - 10:52

Andrés Rebolledo

Chile y su socio fundamental, el Mercosur
Andrés Rebolledo

Andrés Rebolledo es Director General de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales de Chile.

Tras 18 años de la materialización del Acuerdo de Asociación entre Chile y Mercosur, la trascendencia económica y política que ha tenido dicho acuerdo para Chile y la región es insoslayable. El ejemplo de este entendimiento puede servir de antecedente para la profundización de la integración de América Latina y reforzar nuestra incorporación a la economía mundial, basada hasta ahora fundamentalmente en la exportación de bienes con bajo valor agregado.

Mercosur ha sido un socio fundamental para Chile. No sólo en volúmenes de comercio, sino principalmente porque el intercambio se caracteriza por una elevada proporción de bienes industriales y servicios que agregan valor a la canasta exportadora. Al mismo tiempo, los agentes que producen y mueven el comercio son medianos y pequeños empresarios. Y en Chile, son precisamente los que generan la mayor parte del empleo. Además, el movimiento de las inversiones, especialmente desde Chile hacia estas economías ha sido de gran envergadura. En efecto, en el período 1990-2013, las inversiones directas de Chile en el bloque ascendieron a US$41.000 millones, lo que representa casi 50% del total invertido por nuestro país en el exterior.

Las realidades económico-comerciales abiertas por el Acuerdo entre Mercosur y Chile, ponen de manifiesto que el estrechamiento de los vínculos económicos entre nuestros países puede ser fundamental para superar la condición común de exportadores  de alimentos y materias primas y  de esta forma, favorecer la diversificación de la matriz productiva. Esto constituye un precedente que debiera servir para favorecer los esfuerzos de integración de toda la región y muy especialmente para alcanzar un entendimiento entre los países del Atlántico y del Pacífico.

En la actual fase de globalización tenemos una relación radicalmente asimétrica con los países desarrollados y ahora con China. Nuestra participación en las cadenas de valor internacionales es aún modesta. Exportamos petróleo, minerales y alimentos, mientras el mundo industrializado incorpora inteligencia a los procesos productivos y China y la India manufacturan bienes finales.

Así las cosas, es más difícil alcanzar el desarrollo y resolver las desigualdades que nos agobian, ya que la producción de recursos naturales, sin diversificación productiva  dificulta la redistribución de la renta en favor de los trabajadores y de los pequeños empresarios.

Por eso, el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet se ha propuesto enfrentar las desigualdades con cambios profundos en la educación y el sistema impositivo. Así, con el mayor esfuerzo del Estado, y el apoyo a empresarios medianos y pequeños y a nuevos sectores productivos y de servicios, éstos se debieran incorporar a la actividad exportadora, favoreciendo un modelo de desarrollo más inclusivo.

Pero ese esfuerzo interno podría ser insuficiente. Tanto Chile como los países del Mercosur, necesitan mucho más vigorosamente del apoyo externo. Se requiere de una integración regional efectiva para alcanzar un mejor posicionamiento en la economía mundial. Así las cosas, será posible articular la actividad productiva de nuestros países, para que la región pueda incorporarse a la globalización como productor de manufacturas y de tecnologías.

El desafío es grande. En primer lugar, es preciso facilitar los flujos comerciales y de inversionistas entre nuestros países. Además, es necesario realizar esfuerzos adicionales en puertos, carreteras y facilitación del transporte para hacer efectivos los corredores bioceánicos. Ello permitiría que los países del Atlántico pudiesen acceder a los mercados del Asia y el Pacífico en condiciones más rentables.

Al mismo tiempo, para mejorar nuestra posición competitiva en el mundo se requieren iniciativas conjuntas en energía, comunicaciones, ciencia, tecnología, alianzas productivas e internacionalización de la pymes. Si logramos complementarnos y unirnos en estas áreas, podremos dar un salto hacia una nueva etapa del desarrollo de nuestros países, superando la condición de productores de alimentos y materias primas.

Finalmente, el Mercosur debiera avanzar en una convergencia con la Alianza del Pacífico, tanto para mejorar el posicionamiento de toda la región en la economía mundial, así como para fortalecer nuestra capacidad negociadora en los foros multilaterales. Hemos planteado la necesidad de un vínculo que vaya más allá de lo estrictamente arancelario. La diversidad económica y política no tendría que ser un obstáculo. Por el contrario, debiéramos convertirla en un activo.