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¿Qué tienen en común Trump y el Brexit?
Mié, 26/10/2016 - 11:07

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Tal vez haya leído antes el ejemplo. Diez personas de bajos ingresos beben cerveza en un bar y de pronto entra Bill Gates: ahora, en promedio, todos los parroquianos del bar son millonarios. El promedio es un pésimo indicador en materia de ingresos, cuando el universo cuyos ingresos queremos medir contiene muchos parroquianos pobres, y unas cuantas personas como Bill Gates. Entre las medidas de tendencia central, la mediana del ingreso suele ser un mejor indicador en esos casos. Es decir, aquel nivel de ingresos que divide en dos partes iguales a la población, según si su ingreso está por encima o por debajo de la mediana.  

Para entender la relevancia de esa distinción consideremos ambas medidas para el caso de los Estados Unidos durante este siglo. Entre 2001 y 2015 el PIB per cápita creció en promedio en 14%, pero la mediana del PIB per cápita creció tan sólo 2%. Es decir, el ingreso de alrededor de la mitad de la población (aquellos por debajo de la mediana), apenas si creció, mientras el ingreso de aquellos por encima de la mediana crecía a tasas significativamente mayores. Lo cual es relevante porque, al igual que ciertos primates, los humanos solemos definir nuestro bienestar en términos relativos. De allí la existencia de los denominados "bienes posicionales", cuyo valor se define cuando menos en parte por ser de acceso exclusivo (por ejemplo, un vino Chateau Lafite Rothschild, el cual, presumo, jamás probaré).

Podría argumentarse que, desde el punto de vista de las políticas públicas, la desigualdad en la distribución de ingresos es el incentivo necesario para que las personas desplieguen todo su potencial. Además que la desigualdad de ingresos no debiera ser un problema de política pública siempre y cuando se base en el mérito personal. ¿Cómo establecer que ese es el caso? Una posibilidad son los índices de movilidad social. Si se presume que el talento se distribuye de modo aleatorio entre la población, una sociedad en la que la distribución del ingreso se basa en el mérito, debiera tener altas tasas de movilidad social. Es decir, si una persona nació entre el 10% de la población con menores ingresos, de ser trabajadora y talentosa debería tener una probabilidad razonable de terminar sus días entre el 10% de la población con mayores ingresos.

En otras palabras, Estados Unidos y Gran Bretaña se encuentran entre los países desarrollados con mayor desigualdad en la distribución del ingreso (medido por el coeficiente de Gini), pero eso no debiera ser un problema si, de modo simultáneo, fueran países con tasas elevadas de movilidad social. Sin embargo no sólo están entre los países desarrollados más desiguales, sino además entre los que poseen un menor nivel de movilidad social.

Lo dicho contribuye a entender por qué en 9 de las 10 ciudades con menor movilidad social en Gran Bretaña ganó el Brexit, y en 9 de las 10 ciudades con mayor movilidad social ganó la opción de permanecer dentro de la Unión Europea. No tengo cifras similares para Estados Unidos, pero carecer de un título de educación superior (el cual, entre otras cosas, está asociado a la posibilidad de obtener mayores ingresos) fue un buen predictor tanto de la probabilidad de que un británico favoreciera el Brexit, como de que un estadounidense favorezca a Trump.  

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