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El escándalo contable de La Polar provoca escalofríos en Chile
Miércoles, Julio 20, 2011 - 18:25

Los mayores temores del mercado aún no se han confirmado, luego de que se supiera de repactaciones unilaterales a los clientes de la minorista chilena. Según los analistas, aunque otros minoristas se enfrenten también a dificultades, el modelo minorista chileno continúa siendo bastante saludable.

Universia Knowledge Wharton. Lo que comenzó como una notificación dirigida a los supervisores del mercado de valores se transformó en la revelación más espectacular de fraude corporativo de la historia empresarial moderna de Chile. El día 9 de junio, la minorista La Polar, la cuarta mayor de Chile, informó al mercado que sus informes financieros registraban un volumen de provisiones mucho menor que el necesario para cubrir las transacciones de las tarjetas de crédito de sus clientes.

A medida que el escándalo se iba desvelando, el precio de las acciones de la empresa cayó más del 70%, se despidió a la directiva y se presentaron demandas en la justicia. Por otro lado, se constató que las provisiones contables eran mucho más elevadas de lo que se creía inicialmente. La situación pilló por sorpresa a fondos de inversiones, brokers, agencias de calificación de riesgo y órganos reguladores.

Desde un punto de vista más amplio, el escándalo ha puesto en el punto de mira las prácticas empresariales de los minoristas chilenos que cotizan en bolsa en un segmento que es, de lejos, el más desarrollado y competitivo de América del Sur. El sector minorista del país depende de grandes volúmenes de préstamos al consumidor contratados por medio de operaciones no reguladas que impulsan sus beneficios. El escándalo también suscitó protestas por parte de los políticos y expertos a favor de que el sector tenga normativas más rigurosas.

De momento, los mayores temores del mercado aún no se han confirmado. A parte de la debacle de La Polar, no se ha repetido nada semejante entre el resto de minoristas de gran tamaño, principalmente Falabella, Cencosud y Ripley. Según los analistas y profesores, aunque otros minoristas se enfrenten también a dificultades, sobre todo a causa de la saturación del mercado doméstico, el modelo minorista chileno, a todos los efectos, continúa siendo bastante saludable. "Los negocios de Ripley, Cencosud y Falabella son sostenibles", dice Gustavo Fingeret, analista de comercio minorista del banco chileno de inversiones Celfin Capital, "con tal de que las transacciones se hagan de la manera apropiada".

Antes y después. Aunque todavía no se haya condenado o arrestado a nadie, las noticias publicadas por la prensa y las declaraciones de las autoridades parecen indicar que ha habido un caso típico de fraude contable. La Polar, una cadena de 43 tiendas de departamentos que salió a bolsa en 2003, creció enfocándose en la población de bajos ingresos del comercio minorista chileno ofreciéndole productos de electrónica, vestuario y otros productos que su clientela adquiría con la tarjeta de crédito de la tienda. El año pasado, la empresa informó que tuvo beneficios por valor de 29.800 millones de pesos chilenos (US$ 64 millones) sobre unos ingresos de 536.000 millones de pesos (US$ 1.500 millones). En el primer trimestre de 2011, La Polar tenía 586.000 tarjetas activas, que sumaban 881.000 millones de pesos en crédito, siendo 28,5% de la cartera de crédito fondos no bancarios.

Las acciones de La Polar eran muy codiciadas. Los gestores de los fondos privados de pensiones de Chile -las AFPs- eran dueños de cerca de un cuarto de la empresa. Las empresas de corretaje locales más importantes recomendaban las acciones de La Polar a los inversores. "La empresa era un ejemplo de todo tipo de mejores prácticas", dice Fernando Lefort, rector de la escuela de Economía y Negocios de la Universidad Diego Portales de Santiago, "y no solamente a nivel del modelo de negocio y de éxito profesional alcanzado por la empresa, sino también porque no había un accionista controlador, contaba con representantes de los principales fondos administrados, pensiones y compañías de seguros" entre sus inversores.

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Pero había algo que iba mal. Durante la reciente recesión económica, los competidores de La Polar tuvieron pérdidas por la caída de los ingresos y por el correspondiente aumento de la insolvencia en su cartera de crédito. La Polar, por el contrario, continuó tranquila con una cartera de crédito en constante expansión y ganancias razonables. Al mismo tiempo, crecían las quejas contra la empresa ante el defensor del consumidor, el Sernac. Los clientes acusaban a la empresa de refinanciar unilateralmente sus deudas sobrecargando el principal con millones de pesos en tarifas e intereses sobre las demoras, además de fijar cantidades mensuales imposibles de pagar.

De forma gradual, la situación fue haciéndose más evidente. A finales de mayo, un grupo de accionistas minoritarios presentó una queja al SVS, órgano regulador de las compañías que transan en las bolsas de comercio, solicitando una audiencia para examinar la cartera de crédito de La Polar. Poco después de eso, la Sernac hizo la misma solicitud. El día 9 de junio, una declaración de la empresa informaba al mercado que "se habían detectado prácticas de gestión no autorizadas por la dirección en su cartera de crédito que contrariaban los parámetros y patrones de la empresa". La declaración decía también que la empresa estimaba entre 150 y 200 mil millones de pesos el valor necesario para corregir la situación.

Con el refinanciación unilateral de la deuda, los índices de impago se situaron en niveles bajos, inflando al mismo tiempo el volumen de la cartera de préstamos de la empresa junto con las numerosas tarifas y los intereses aplicados. Los inversores se quedaron horrorizados. En un día, el precio de la acción de La Polar descendió un 42%, la mayor caída registrada en un único día. Se suspendió la negociación de las acciones durante una semana, pero la situación empeoró aún más. El cálculo final de las provisiones necesarias para cubrir las deudas vencidas llegaba a 420 mil millones de pesos, más que el doble de la estimación inicial. Cuando las acciones de la empresa volvieron a ser negociadas el 20 de junio, la cotización cayó más del 60%.

El escándalo repercutió en toda la comunidad empresarial por varios motivos. En primer lugar, dice Lefort, de la Diego Portales, el hecho es prácticamente inédito en la historia reciente de Chile. "En todos los casos anteriores, siempre había habido la figura de un controlador maligno", dice. "Esa ha sido la caricatura que prevalecía".

Sin embargo, a diferencia de otros minoristas -y, a decir verdad, de la mayor parte de otras compañías chilenas- La Polar no tiene un accionista mayoritario. No se trata de un mal comportamiento del propietario, sino de los directivos. "Es un problema mucho más próximo a los escándalos que han habido en Estados Unidos", dice.

Además de eso, el elevado porcentaje de participación minoritaria de las AFPs (para no hablar de la deuda de casi US$ 600 millones de La Polar en su poder) significa que el escándalo afecta directamente a los ahorros de jubilación de muchos chilenos. La miopía de los órganos reguladores del sector bancario y de los valores mobiliarios fue total, con excepción del Sernac. Tanto Fitch Ratings como la agencia local de calificación de riesgo Feller fueron engañadas, mientras que al auditor de la empresa, PricewaterhouseCoopers, parece haberle cogido con el pie cambiado. Como si esto no fuera poco en un país donde las manifestaciones populares no dejan de sucederse en reacción a las nuevas políticas del gobierno de Sebastian Piñera de centro derecha, La Polar ha estado engordando sus resultados sobrecargando a los clientes de bajos ingresos por medio de tarifas y de tasas de intereses exorbitantes. Desde que el escándalo estalló, la Sernac recibió más de 5.000 quejas de clientes de la empresa, y hay más en camino. El escándalo contable tiene un toque populista.

¿Sólo el comienzo? La preocupación inmediata tiene que ver con las posibles implicaciones del caso de La Polar para el resto de minoristas chilenos. Lo que más llama la atención son los volúmenes elevados de crédito que los minoristas chilenos proporcionan a sus clientes a través de su negocio de tarjeta de crédito no regulado. Según el SBIF, órgano regulador de los bancos, el número de tarjetas de crédito del comercio minorista sin regulación representa un 75% de todo el segmento de tarjetas de crédito de Chile. Hasta el final del primer trimestre de 2011, el valor total de tarjetas no reguladas era de 3.000 billones de pesos chilenos, o un 22,5% de todos los préstamos contratados por el consumidor. Falabella es líder minorista chileno en market share y en emisión de tarjetas con 1,8 millones de tarjetas activas y una cartera de tarjeta de crédito de 890.000 millones de pesos. Cencosud aparece en segundo lugar con una cartera de crédito de 426.000 millones de pesos y 1,2 millón de tarjetas varias en el mercado. Ripley ocupa el tercer lugar con una cartera de 376.000 millones de pesos y 965.000 tarjetas activas. La deuda media de las tarjetas activas de las tres empresas gira entre US$750 y US$1.000, cifras que vienen subiendo de acuerdo con la inflación y con el crecimiento del PIB.

Sin embargo, no todos los créditos son iguales. Los analistas diferencian entre minoristas chilenos de negocio único y minoristas de múltiples negocios, ya que las ganancias de estos últimos dependen menos de un brazo financiero. A pesar de liderar el segmento de tarjetas, los ingresos brutos resultantes de la financiación al consumidor de Falabella -un holding que cuenta con tiendas de departamentos, supermercados, depósitos de construcción y negocios inmobiliarios- es menos del 60%. De igual modo, la renta financiera de Cencosud, que es también una empresa con varios negocios y muy fuerte en el segmento de supermercados, es de menos del 10% del Ebitda.

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Ripley, por su parte, así como La Polar, opera sólo una cadena de tiendas de departamentos. Para ambas empresas, las ganancias financieras son muy importantes para su negocio y representan un 100% del Ebitda. Según Peter McMenamin, analista de comercio minorista de Banchile, el segmento más competitivo de tienda de departamentos en Chile no produce buenos márgenes. "Esas empresas fueron en gran medida alejadas de la competencia por el nuevo comercio minorista y hoy operan con crédito", dice.

Fingeret, de Celfin, coincide con este punto de vista. "Todas las tiendas de departamentos venden a crédito al consumidor porque los márgenes en el comercio son realmente muy estrechos", dice. "Dependiendo de la empresa, el margen se queda entre valores negativos y 5% [...] Es un tipo de negocio que depende mucho de la tarjeta de crédito".

La opinión general es que mientras La Polar maquilló los libros durante la crisis financiera para ocultar el fraude, Ripley sufrió sus consecuencias. La cadena tuvo tres trimestres seguidos de resultados negativos durante la crisis y la cotización de sus acciones se vio perjudicada cuando decidió con mucha firmeza que haría provisiones en torno a 20% del valor de su cartera. "Todo indica que la empresa pasó por el proceso que La Polar debería haber pasado en aquellos momentos. Hoy, por lo que se sabe, su cartera es mucho más limpia", dice McMenamin.

McMenamin y Fingeret llaman también la atención sobre una tendencia de expansión en el exterior que está ayudando a atenuar la importancia de la financiación no regulada del comercio chileno. Cencosud es líder del segmento de materiales de construcción y es el segundo mayor supermercado de Argentina y el primero de Perú, mercados en que la financiación al consumidor tiene un papel secundario.

Falabella también invertirá US$ 3.500 millones en los próximos cinco años en la ampliación de sus actividades en Brasil, Perú y Colombia. Ripley también está expandiendo su presencia en Perú, donde ya tiene 15 tiendas. Según analistas, los márgenes del comercio minorista son mejores en esos mercados mayores y menos competitivos. Además, en países como Perú, el comercio minorista necesita una licencia de los bancos para trabajar con crédito, de modo que el negocio es menos lucrativo y está más regulado.

Activos y pasivos. Pero la enorme dependencia de la financiación en Chile sigue siendo un motivo de preocupación. En Santiago, Juan José Soro, director del programa de comercio minorista de la Universidad Adolfo Ibáñez, dice que una manera de lidiar con el problema consistiría en que los minoristas perfeccionen la manera en que definen y delimitan la tributación fiscal de sus actividades financieras en relación al comercio, que es su negocio principal. "Una empresa minorista tiene que tener éxito por lo que es, y no porque conceda préstamos", dice. "En el futuro, el desafío consistirá en separar esos rubros de negocios" en las divulgaciones públicas de documentos.

¿Significará esto que las nuevas regulaciones obligarán a los minoristas a adaptar su modelo de negocio? El impacto del escándalo de La Polar ya es de tal envergadura que parece que ya se ha decidido algún tipo de regulación nueva. McMenamin de Banchile dice que los órganos reguladores tal vez estipulen un techo sobre las tasas de intereses con que trabajan los emisores no regulados de tarjetas de crédito. Además, es muy posible que se estipulen también nuevos requisitos de provisión. Pero el comercio minorista va a reaccionar ante cualquier medida que requiera más transparencia en lo que concierne al historial de crédito del cliente, inclusive datos que las empresas reúnen en gran cantidad y que guardan con mucho celo.

"Para el comercio minorista, ese tipo de información es un bien preciado", observa McMenamin. Por lo menos, eso les proporciona una ventaja en relación a posibles rivales que trabajan con tarjetas de crédito, inclusive bancos, los cuales no disponen de la información que los ayude a saber quien tiene buen historial de crédito.

A fin de cuentas, sin embargo, los órganos reguladores poco pueden hacer en relación a la negligencia profesional pura y dura de la administración, destaca Lefort, de la Diego Portales. Lo máximo que se puede esperar en el caso de La Polar es que el sistema funcione esta vez y que las leyes ya aprobadas se apliquen de forma debida, evitando así futuras infracciones. "Esas empresas no tienen el tipo de supervisión que tiene un banco. Es diferente", dice. "Por lo tanto, la pregunta es la siguiente: ¿será suficiente con decirle a PricewaterhouseCoopers 'Usted tiene que supervisar eso'? En este caso, no lo fue".

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