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La economía de Brasil después de la crisis internacional
Jue, 24/06/2010 - 10:32

Eduardo Fracchia

La economía de Brasil después de la crisis internacional
Eduardo Fracchia

Profesor de la Escuela de Dirección y Negocios de la Universidad Austral. Es Ingeniero Industrial y licenciado en Economía por la UBA. Realizó el Programa Doctoral del IESE con la especialidad en Dirección General Tema de Tesis: “Factores determinantes de la respuesta de estrategia corporativa de los grupos económicos argentinos ante el shock competitivo de los 90”. Antes de formar parte del IAE, trabajó en Cepal y Banco Mundial.

Es oportuno seguir cuáles son las expectativas macroeconómicas para Brasil, ya que se trata del principal socio comercial de la Argentina, con el que tenemos un desequilibrio comercial considerable desde hace seis años, y que pareciera crónico a pesar de un tipo de cambio bilateral muy favorable.

Para la Argentina el crecimiento de Brasil es un elemento de enorme relevancia para consolidar el proceso de expansión iniciado en 2002. Por otra parte, el crecimiento de Brasil, al que se suma un tipo de cambio bilateral relativamente estabilizado, puede fortalecer además el proceso de integración del Mercosur, aumentando el flujo de comercio entre los dos principales países del bloque.

La economía de Brasil, después de varios años de bajo crecimiento en los que la administración de Lula, a pesar de las críticas de su propio partido, reafirmó con convicción su postura ortodoxa, está tomando un ritmo firme de expansión con disminución de la desocupación.

El contexto mundial es favorable para Brasil, ya que la tasa de interés de la Fed es baja y los precios de los commodities son muy elevados. Todo está dado para reeditar otro milagro económico, como en los 60, en la próxima década.

Los temores de un aumento del nivel de precios están contenidos por niveles todavía elevados en la tasa de interés de referencia (Selic), que sigue en niveles nominales altos. La combinación de políticas monetarias y fiscal contractivas, por la exigencia de un alto superávit primario, es desafiante. Supone un esfuerzo sustancial y prolongado, aunque aparentemente compatible con la promesa electoral de un mayor crecimiento económico. La mejor distribución del ingreso y la mayor ocupación, dos promesas que estuvieron presentes en la campaña electoral del ex sindicalista de Sao Paulo, todavía están por verse en Brasil.

El importante esfuerzo fiscal sumado al control de otras variables clave influye en que el riesgo país esté bajo control en Brasil. Es un nivel de riesgo que influyó en el logro del “investment grade”, un hito sin lugar a dudas. ¿Cómo evolucionará el principal país de la región que es ahora el alumno predilecto del Fondo Monetario y de la comunidad financiera? Esta pregunta es clave para Brasil y también para la región. La amenaza estructural de una deuda pública indexada ha disminuido. Mejoró claramente la estructura de la deuda alargando plazos y reduciendo tasas (los servicios de la deuda sobre el PIB se redujeron), el nivel de endeudamiento se contrajo entre 2002 y lo que va de 2010. Está ganando sistemáticamente el test de confianza en los mercados y está de moda apostar por Brasil.

Durante la administración de Lula se pasó de una tasa de inflación de 15 % a menos de 4%. La crisis política que enfrentó en su momento el gobierno brasileño no tuvo efectos económicos, gracias a la política de fuerte ahorro fiscal para disminuir, tanto el peso de la deuda como la inflación. Lula asumió la presidencia con cierta desconfianza por parte del público, con el desafío de conseguir superávit fiscales suficientes para atender los vencimientos de la deuda externa.

El actual tipo de cambio tan bajo está de acuerdo con una ortodoxa política de “inflation targeting”. Genera resistencias en el núcleo duro de los industriales de Sao Paulo, donde el desempleo es mayor. La presión tributaria consolidada de 36% luce excesiva para el sector real. Con este tipo de cambio se vuelve más atractiva la inversión extranjera directa que está en los niveles más altos de mediados de los 90, cuando se hicieron las privatizaciones. El crecimiento es la gran asignatura pendiente del Brasil. Su tasa de expansión ha sido un tercio de la chilena en los últimos 25 años. Hay mucho potencial de recursos naturales y de capital humano para que una de las cuatro “economías  BRICS” (las de mayor potencial de crecimiento) pueda sostener niveles de expansión del PIB que permitan cumplir con las metas del milenio y con las promesas electorales de Lula. Se cree que para el período 2010-2012, Brasil va a alcanzar una tasa de crecimiento de 6%. También se espera que la tasa de interés Selic siga en este nivel dada la nueva visión del actual ministro de Economía de orientación más productivista.

La variable, sin duda, que más sorprende en la recuperación brasileña, desde 2004, es el valor de las exportaciones, a pesar de un real muy apreciado. Brasil posee una estructura exportadora más diversificada en relación con otros países de la región. Los productos primarios han crecido favorecidos por los precios internacionales y las manufacturas industriales lo hacen a un ritmo superior a 10% anual desde 2003, algunas de ellas como el acero, impulsadas por la consistente demanda de China.

A pesar del nivel de tipo de cambio y gracias a los precios internacionales, Brasil tiene una competitividad firme en las exportaciones. Hay sectores, sin embargo, que reclaman la devaluación. Las exportaciones pueden seguir creciendo a una tasa elevada, ya que todavía son relativamente bajas en relación al producto.

El crecimiento de las exportaciones tiene mucho que ver con la eficiencia que se refleja en la productividad total de factores y también con la propia acción del BNDES, banco de desarrollo que representa el 20% del total de crédito del Brasil. Las empresas del Brasil han crecido mucho durante la gestión de Lula. En particular, han aumentado su patrimonio los bancos. El capital brasileño está ampliando sus fronteras y hay procesos interesantes de inserción en el exterior, a través de la inversión externa directa. En algunos casos, esto está bajo la responsabilidad de empresas estatales que también han crecido en Latinoamérica. Un caso de gran interés es el de Petrobrás, que está encarando un proyecto ambicioso de autoabastecimento energético.

¿Cuáles son los factores que están presentes en la economía política brasileña y que podrían favorecer el proceso sostenido de expansión que propone el llamado PAC (Programa de aceleración del crecimiento)?

En el plano político, hay un ascenso marcado en la popularidad de Lula y no hay amenazas visibles en que la continuidad de este modelo vaya a cuestionar las bases políticas de sustentación de la coalición gobernante. Otro factor que puede influir en el proceso de recuperación de Brasil se relaciona con la evolución del precio del petróleo. Ha dejado de ser importador neto de crudo y se espera conocer cuál es el impacto preciso en las reservas de los enormes yacimientos recientemente encontrados.

En conclusión, hay que seguir de cerca la política económica brasileña, ya que es un modelo exitoso que viene resultando relativamente bien, aunque sin resolver todavía cuestiones sociales que quedan  pendientes para el próximo gobierno.

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