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No hay B en China
Mar, 29/05/2012 - 16:06

Carlos Pio

No hay B en China
Carlos Pio

Carlos Pio es profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de Brasilia y en Australian National University (Canberra). carlospio.wordpress.com, [email protected]

¿Qué pasaría con la economía mundial si los países menos afectados por la crisis económica de 2008 detuvieran su crecimiento? Con la euro zona otra vez en peligro, sin signos fuertes de recuperación en EE.UU., y un aumento de la tensión política en Grecia y otros países europeos, la amenaza de una desaceleración en la región Asia Pacífico se convierte en un escenario más urgente de explorar.

Se ha puesto de moda en el último tiempo unir a Brasil, Rusia, India y China bajo el nombre común de BRIC, y discutir no sólo su peso económico, sino también la posibilidad de que una alianza política entre ellos pudiera afectar profundamente la dinámica, o incluso la estructura, del actual sistema internacional: las instituciones y organizaciones que gobiernan la interacción de los países, de la ONU a la OMC y del FMI al G-20.

La verdad es que los países BRIC no sólo difieren en el poder político que cada uno de ellos tiene en el concierto mundial, sino también cuando se toma en cuenta el tamaño de sus economías.

Incluso considerando la estructura económica altamente interdependiente del mundo contemporáneo, si un país quiere tener impacto en los niveles globales de crecimiento, necesita ser importador y / o exportador importante de bienes, servicios o factores (capital y trabajo).

No parece haber duda de que Estados Unidos, China, la Unión Europea, Alemania y Japón son protagonistas globales desde este punto de vista. Rusia y un puñado de otros países exportadores de petróleo también pueden incluirse en este club de los relevantes, si aceptamos el rol clave de la energía en la ecuación de relevancia. Y la India es relevante por el tamaño potencial de su mercado de consumo interno.

Pero Brasil no lo es.

Brasil se ha convertido en actor importante en los foros mundiales, no por el tamaño de su economía -la sexta del mundo-, ni por los recursos de poder que no posee, como armas nucleares. El ascenso de Brasil ha sido producto casi exclusivo del talento de sus diplomáticos, que, en múltiples campos, han enmarcado las percepciones de sus colegas de forma tal que llevan al país a niveles más altos.

Desde el punto de vista económico, por ejemplo, las importaciones y exportaciones de Brasil constituyen una fracción relativamente pequeña de su producto, y el país no exporta nada que sea esencial para el crecimiento económico de otro país.

De acuerdo con un informe de la Organización Mundial del Comercio, los principales exportadores de mercancías en 2010 fueron China (US$1,58 billones, o 10% de las exportaciones mundiales totales), Estados Unidos (US$1,28 billones, el 8% del total mundial), Alemania (US$1,27 billones, el 8% del mundo), Japón (US$770.000 millones, el 5% del mundo) y Holanda (US$572.000 millones, el 3,8% del mundo). Brasil, con US$202.000 millones o el 1,3% del mundo, ocupa el puesto 22 de la lista, detrás de México y Australia.

El mayor importador del mundo era Estados Unidos, con compras externas por US$1,97 billones, 13% de las importaciones mundiales. Lo seguían China (US$ 1,4 billones, 9% del total mundial), Alemania (US$ 1,07 billones, 7% del mundo), Japón (US$ 693.000 millones, un 4,5% de mundo) y Francia (US$ 606.000 millones, 4% del total mundial). Brasil, con US$191 millones equivalentes a 1,2% del mundo, ocupa solo el sitio 20.

Los datos indican que no es tan convincente el supuesto poder de la economía brasileña. Es verdad que algunas empresas, como Petrobras, Vale, Embraer, JBS y Ambev, son competidoras mundiales en sus campos. Y también es cierto que las exportaciones brasileñas son líderes en algunos subsectores, como  la carne de vacuno, pollos, jugo de naranja, azúcar, café, soja, mineral de hierro, cobre y etanol combustible. La ironía es que, como se trata de exportaciones tradicionales, no son favorecidas por subsidios de gobierno ni por regulaciones de infraestructura, ni tampoco son inducidas a aumentar su valor agregado, dado el caótico régimen tributario del país. Todos en Brasil parecen igualmente convencidos de que el país debe salir de las exportaciones tradicionales y exportar bienes con mayor valor agregado. Por desgracia, la mentalidad imperante -vigente desde hace 70 años, con un breve paréntesis a mediados de los 90- es que el gobierno a priori elija ganadores y los alimente con una receta de protección comercial, incentivos fiscales y crédito subvencionado.

Cualquier persona que esté en sintonía con las explicaciones contemporáneas de la riqueza y la pobreza de las naciones podrá predecir los resultados de esta intromisión estatal en el mundo de los negocios: ausencia de innovación y espíritu empresarial, creciente demanda de las empresas por seguir siendo alimentadas como bebés, y amiguismo.

El crecimiento de Brasil va a ser irregular y a menudo bajo, pero eso me permite también decir que Brasil no le va a hacer mucho daño a la la economía mundial.

Todo dependerá de China. Y no hay B en China.

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