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Primero la gente: responsabilidad social en comunidades rurales
Mié, 06/10/2010 - 10:42

Oswaldo Morales

Cultura organizacional y liderazgo en empresas familiares latinoamericanas
Oswaldo Morales

Profesor del área de Administración, Universidad ESAN. PhD en Estudios Internacionales, Graduate School of Asia Pacific Studies, Universidad de Waseda (Japón). MBA ESAN (Perú), Maestría en Economía y Regulación de los Servicios Públicos, Universidad de Barcelona (España) y estudios de Maestría en Derecho Empresarial, Universidad de Lima (Perú). Es abogado además de esta última casa de estudios. Sus artículos han aparecido en revistas como Business, Anda News, Links Japan Perú, Diario El Comercio, Diario Gestión, entre otros.

"Globalización no significa imponer soluciones homogéneas en un mundo plural. Significa tener una visión global y estratégica, pero también significa cultivar raíces e identidades propias"

("Culture matters. How values shape human progress", Edited by Lawrence E. Harrison and Samuel P. Huntington)

A mediados de los años 80 apareció un libro editado por Michael Cernea titulado “Primero la gente. Variables sociológicas en el desarrollo rural”, este libro constituyó un cambio en las políticas del Banco Mundial para incorporar en los proyectos de desarrollo y cooperación internacional estudios previos de carácter sociológico y etnográfico que permitan incluir a los actores sociales, quienes al final son los beneficiarios y responsables del éxito o fracaso de los mismos.

Es justamente la gran cantidad de fracasos de los proyectos del Banco Mundial, que no incluyeron estas variables sociológicas y fueron estudiados en este libro, lo que animó a sus directivos a incluir en los proyectos a sociólogos y antropólogos como parte importante de los proyectos. Esto demuestra que si no logramos que la población destinataria de los esfuerzos de los proyectos tome conciencia de su importancia, el proyecto estará destinado al fracaso.

Es importante revisar cuidadosamente las experiencias relatadas en el libro y extender la validez de sus recomendaciones al ámbito de los proyectos de responsabilidad social en comunidades rurales. En los países latinoamericanos existen muchos proyectos de inversión económica que están relacionados a comunidades rurales, como por ejemplo empresas de explotación minera, petrolera, de gas natural, así como a proyectos de infraestructura, entre otros.

Los problemas sociales y levantamientos de las comunidades que paralizan los proyectos, como los recientes problemas vividos en el Perú en el departamento del Cuzco, conocido por ser la cuna de la civilización inca, pero también yacimiento de riquezas minerales y de gas natural, nos hacen pensar que las experiencias de Cernea y su grupo de investigadores sociales esta vigente y es aplicable también como una parte integrante de la responsabilidad social de las empresas.

Salomón Nahmad, investigador titular del Ciesas-Oaxaca, en su introducción a la edición en español del libro, menciona que “es necesario invertir en la gente para que ésta tome conciencia de los proyectos y se apropie de las recomendaciones técnicas, a fin de que sea ella la que impulse el cambio social y le dé dirección al desarrollo”. En ese sentido, se requiere de estudios previos y proyectos integrales que incluyan la participación de la población y los procesos mediante los cuáles éstas se puedan apropiar de ellos.

Hay casos de empresas mineras con explotaciones a tajo abierto, por ejemplo, en los cuales se ha llegado a necesitar trasladar a toda una población, lo que ha implicado un cambio sustantivo en su vida. Estos cambios traen como consecuencia efectos positivos y negativos que deben ser estudiados con profundidad y con la debida anticipación. En mis propios estudios de campo con poblaciones rurales he podido constatar que en muchas comunidades de origen indígena existe una fuerte “relación emocional” con la tierra que ha sido heredada y trasmitida por generaciones, lo que se ve reflejada en los ritos de agradecimiento a la “pacha mama” o madre tierra. En otros casos, los pobladores de comunidades rurales ven a la “tierra” como un seguro económico en tiempo de crisis, por que les permite proveer alimentos para subsistir, y un patrimonio familiar que será a su vez heredado a los hijos.

Estas relaciones no son incluidas muchas veces en los estudios económicos y técnicos de prefactibilidad convencionales, por lo cual más adelante al momento de ser aplicados son rechazados por la comunidad, que se siente ultrajada y engañada. Se requiere pues de un conocimiento profundo de estos patrones sociales de comportamiento y de la forma como influyen en el propio negocio de la empresa.

Estos elementos pueden ser incluidos también dentro de la responsabilidad social de la empresa, porque van a incluir soluciones concertadas que beneficien a la población, y en muchos casos también a obras de infraestructura vial, lugares de esparcimiento, escuelas y centros de salud, entre otros. El desarrollo de las comunidades rurales es importante, pero en este proceso es más clave la participación en forma activa de los pobladores, las asociaciones existentes y los líderes, tanto formales como informales, para asegurar una paz social que acompañe estos procesos.

Cuando hablamos de líderes informales nos referimos a aquellos personajes que a pesar de no tener un nombramiento oficial que les otorgue un cargo, por su ascendencia en la gente influyen positivamente en sus decisiones y deben formar parte de este proceso de concertación. Un líder informal puede ser un párroco de iglesia, un maestro de escuela o un dirigente de una asociación de riego. Otra de las lecciones en estas experiencias con comunidades es la conveniencia de utilizar facilitadores, que son interlocutores aceptados por la comunidad que puedan transmitir claramente los requerimientos de la empresa en un lenguaje y formas comprensibles para la comunidad. Al respecto, podemos encontrar muchas experiencias internacionales que nos muestran la eficacia de estos facilitadores.

Debemos reflexionar en nuestros países latinoamericanos sobre la necesidad de respetar la identidad e idiosincrasia de nuestras culturas y asumir la responsabilidad social de las empresas como una forma de desarrollo de las comunidades rurales, pero incorporando a la población beneficiaria en el planeamiento y ejecución de estos proyectos, con la finalidad de asegurar una aceptación coordinada y una paz social.

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