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¿Quién es pobre en Colombia y por qué importa saberlo?
Jue, 22/09/2011 - 08:52

Juan Esteban Carranza

Juan Esteban Carranza
Juan Esteban Carranza

Juan Esteban Carranza es profesor de tiempo completo en el departamento de Economía de la Universidad Icesi (Cali, Colombia); economista de la Universidad de los Andes y PhD en Economía en la Universidad de Yale (Connecticut, Estados Unidos). Ha trabajado como profesor de Economía en la Universidad de Wisconsin y economista en el Banco de la República (Colombia).

Recientemente se ha desatado una controversia por la critica del vicepresidente de Colombia, Angelino Garzón, a la actualización que el Departamento Nacional de Planeación hizo de lo que llaman la “línea de pobreza”. El vicepresidente criticó que ésta, de acuerdo al nuevo cálculo, es apenas $190.000 mensuales por persona (aproximadamente US$100) y retó a los técnicos a que le mostraran qué puede una persona comprar con esa suma.

Las declaraciones del vicepresidente, hechas durante la ausencia del país del presidente Juan Manuel Santos, lo pusieron en contra de miembros de su mismo gobierno. El presidente entonces se vio obligado a intervenir pidiendo que se evitaran estas controversias públicas. A lo que el vicepresidente respondió reclamando su derecho a opinar libremente.

Aparentemente el nuevo cálculo de la línea de pobreza es puramente técnico y es tan sólo la medida del costo de una canasta básica de bienes y servicios. Además, alegan los técnicos, dónde ponga uno esta línea no cambia en nada la situación de los que están por encima o por debajo de ella.

El vicepresidente tiene cierta razón. Las afirmaciones del vicepresidente coinciden con las inquietudes que estas medidas despiertan en la gente del común y apuntan a unos vacíos técnicos de la medida –o de la descripción que los técnicos han hecho de ella. El primer vacío es la extraña afirmación de que la línea de pobreza es de $190.000 por persona. Una “línea de probreza” razonable es un ingreso básico para un hogar de cierto tamaño. Una línea de pobreza, por lo tanto, debe depender del tamaño del hogar.

Si, por ejemplo, los técnicos de Planeación hubieran anunciado que la línea de pobreza es un ingreso mensual de $950.000 mensuales para un hogar de cinco personas, el anuncio habría despertado menos inquietud que anunciar que es $190.000 por persona, que en este caso es lo mismo.

El problema es que ninguno de los expertos técnicos del gobierno ha salido a aclarar este problema. Esto deja dudas sobre su capacidad o de su responsabilidad con el público. Para dar otro ejemplo, en Estados Unidos el gobierno anuncia una línea de pobreza para hogares de una persona, dos personas, etc. Para 2011, la línea de pobreza está dada por un ingreso anual de US$10.890 para un hogar de una persona y US$22.350 para un hogar de cuatro personas.

Sería justo que explicaran entonces que estos $190.000 son la línea de pobreza por persona para un hogar con qué características. Y, de paso, se podría anunciar qué es lo que el gobierno consideró que debe incluirse en la canasta básica de bienes y servicios que hacen que un hogar o una persona sea o no pobre.

Además, sí importa. La otra crítica que se le hace al vicepresidente es que dónde se ponga esta línea no importa, pues no es más que una descripción que en nada cambia la situación de los que están por debajo o por encima de ella.

Esto no es cierto. En otros países la línea de pobreza sirve para determinar la eligibilidad en programas de asistencia social. En Colombia esto aún no sucede, pero la gente espera razonablemente que las políticas del gobierno en contra de la pobreza estén focalizadas en personas que cuyo ingreso esté alrededor de esta línea de pobreza.

Dicho de otra forma, si la línea de pobreza es $190.000 por persona, se le está diciendo a una empleada de servicio doméstico que vive sóla y que trabajando por días apenas se gana la mitad de un salario mínimo mensual (aproximadamente $265.000 o US$150), sin ninguna prestación social, que no es pobre y que lo que haga el gobierno para aliviar la pobreza no es para ella.

Al final de su gobierno, el presidente Santos o cualquier otro presidente razonable querrá mostrar los resultados de su gestión en contra de la pobreza contando el número de personas que pasó de un lado a otro de la línea de pobreza. Para eso deberá concentrar sus esfuerzos en las personas más cercanas a la línea. Aquellos que son pobres y que de repente se ven por encima de ella entienden los incentivos del gobierno y por eso se indignan. Esto, que los economistas más ortodoxos llaman “expectativas racionales”, no es más que sentido común.

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