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Catástrofe de Bangladés: ¿qué ha cambiado en la industria textil?
Miércoles, Abril 23, 2014 - 16:56

Hace un año, más de mil personas murieron al derrumbarse una fábrica textil en Bangladés. Una sobreviviente y una sindicalista están en Alemania para evitar que el aniversario de esa tragedia pase inadvertido.

El 24 de abril de 2013, un edificio de hormigón que albergaba varios talleres textiles se desplomó como un castillo de naipes cerca de Daca, la capital de Bangladés. Miles de trabajadores quedaron sepultados bajo los escombros de la torre Rana Plaza. Más de 1.100 personas murieron en ese accidente; el peor de los registrados en una instalación industrial bangladesí. Buena parte de las víctimas eran mujeres que trabajaban en cinco fábricas cosiendo ropa para empresas europeas y estadounidenses.

En ese país del sudeste asiático son frecuentes los accidentes e incendios en las factorías debido a la falta de controles de seguridad, la mala calidad de las construcciones y la falta de mantenimiento. Sin embargo, un año después del derrumbe del Rana Plaza, el dolor y la indignación que causó este suceso en particular no se han disipado. Durante meses, muchas personas salieron a las calles para exigir que se castigara a los responsables del mal estado de ese edificio. Otras demandaron indemnizaciones a gran escala.

Los sindicatos internacionales IndustriAll y UNI crearon un fondo fiduciario destinado a hacer llegar reparaciones a los supervivientes y a las familias de los fallecidos. Las 29 empresas que fabricaban sus productos en la torre Rana Plaza deben depositar 29 millones de euros en el fondo. Hasta ahora, cada damnificado ha recibido un primer pago cercano a los 465 euros, pero todavía se les adeuda el monto principal de la indemnización. En el fondo no se ha depositado ni la mitad del dinero prometido.

Kik, una cadena alemana de ropa barata, ha aportado 723.000 euros; la mitad de esa cantidad fue a parar al fondo y la otra mitad, a organizaciones de ayuda locales. No obstante, de los alemanes se espera mucho más. En Fráncfort, Deutsche Welle habló al respecto con Shila Begum, una sobreviviente, y con Safia Parvin, secretaria general del sindicato bangladesí de trabajadores textiles. Ambas están de visita en Alemania para evitar que el primer aniversario de aquella tragedia pase inadvertido.

-¿Qué espera usted de los consumidores alemanes y de las empresas internacionales vinculadas con la industria textil de Bangladés?

-Las empresas internacionales que hacen sus fortunas comprando textiles baratos y vendiendo ropa de marcas costosas en todo el mundo no pueden ignorar sus responsabilidades de cara a los trabajadores en Bangladés. Deberían usar su influencia para obligar a los dueños de las fábricas locales a mejorar las condiciones de trabajo de quienes allí laboran. Y los consumidores alemanes deberían ejercer presión sobre las empresas internacionales para que estos no dejen de cumplir con sus deberes. Los consumidores alemanes también tienen responsabilidades

-Señora Begum, usted sobrevivió a la tragedia tras dieciséis horas bajo los escombros. ¿Ha recibido algún tipo de indemnización hasta ahora?

-Yo he recibido 70.000 takas [aproximadamente 650 euros] en total de varias empresas, entre ellas Primark. Pero quedé incapacitada para trabajar en la industria textil y el dinero que recibí ya se agotó. Hace dos meses, una colega llamada Salma se quitó la vida para no enfrentarse a un destino similar. ¿Qué esperan de nosotras las 29 empresas que compraban textiles en el edificio Rana Plaza? ¿Que nos suicidemos todas? ¿No van a tener un poco de compasión con nosotras? Nosotros esperamos indemnizaciones para poder seguir viviendo y para que nuestros hijos puedan seguir yendo a la escuela.

-Señora Parvin, ¿qué influencia tienen los sindicatos en la industria textil bangladesí?

-Los sindicatos no están en posición de negociar. Menos del 3% de los trabajadores textiles son miembros de un sindicato. No obstante, intentamos discutir con los productores, con los exportadores y con el Gobierno para persuadirlos de que se implementen nuevas políticas de empleo. Y también organizamos lo mejor posible a los trabajadores para que protesten cuando hay retraso en el pago de los salarios o eliminación de puestos de trabajo.


-¿Qué tan difícil es para los sindicatos mejorar las condiciones de los trabajadores?

-Los activistas cargan demasiados problemas sobre sus hombros. A veces tenemos que enfrentarnos con los matones que los dueños de las fábricas contratan para apabullarnos o impedir que los sindicalistas entren a las fábricas. Con frecuencia, el Gobierno apoya a los dueños de las fábricas en lugar de respaldar a los trabajadores. No obstante, la situación ha mejorado un poco. El actual Gobierno parece interceder más que los anteriores por los trabajadores.

-¿Qué éxitos han alcanzado hasta ahora los sindicatos?

-En la década de los ochenta los días de asueto de los trabajadores textiles no estaban claramente fijados. En aquella ápoca se trabajaba hasta el 1 de mayo, Día Internacional del Trabajador. No había pagos suplementarios para las jornadas cumplidas en días feriados ni permisos para mujeres embarazadas. Tras una larga lucha, los trabajadores de Bangladés consiguieron reivindicar estos derechos. Hoy es más fácil fundar un sindicato.

Autores

Deutsche Welle