Pasar al contenido principal

ES / EN

Viña, glamour y... el vendedor callejero
Vie, 27/02/2015 - 11:13

Patricio Díaz

El accountability que aflora en Chile
Patricio Díaz

Patricio Díaz es Sub Editor de AméricaEconomía.com. y Master en Ciencias Políticas.

"Porque Viña tiene festival", era la clásica frase del ex animador Antonio Vodanovic, quien por más de 30 años fue el conductor del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, nombre real del certamen musical más importante de Hispanoamérica, según 'los entendidos'.

Con la caída de la dictadura, el evento televisivo fue mutando y comenzó a ser licitado durante la transición chilena por la municipalidad de la mencionada comuna al mejor postor. Así, la mayoría de los canales de TV de Chile manejaron en algún momento el evento, y por supuesto los beneficios del mismo, entiéndase esto como rating, publicidad, avisaje, artistas exclusivos, programas satélites y un largo etc.

En la última década, estábamos acostumbrados a que los diferentes canales levantaran programas al mediodía, espacios destinados a acercar a los artistas del certamen, para 'calentar' la previa del show o bien para alargar el efecto mediático de la actuación en la pos presentación. A esto se le sumaba un programa franjeado en el horario de la tarde, ese que habitualmente la TV ocupa para lanzar telenovelas o programas de entretención. Hasta ahí todo bien, pero permítame reírme del glamour y el show business que los productores le intentan impregnar a este festival. En realidad, no me malinteprete: no me parece negativo revestirlo de diamantes, sino solamente gracioso, jocoso, ya que ver desfilar por la alfombra roja o red carpet -como le dicen los afectados periodistas de espectáculo chilensis-, de 150 metros de extensión (casi una cuadra) a personajillos que apenas saben hablar y modular un par de palabras, o a modelos de cuerpos exuberantes con vestidos del diseñador de la esquina, que no los conoce nadie más que su grupito cercano, y que en el extranjero probablemente no alcanzarían a pedir permiso para ingresar a la casa Gucci, porque un guardia gigante de dos metros probablemente le diría en un inglés no muy amable: Hey back off¡, son postales que me generan gracia y también -debo ser franco-, vergüenza ajena.

Este es mi primer motivo para reír, y preguntarme qué hace que algunos chilenos quieran esperar con tantas ansias este show. Ok, está claro que en Chile somos malos lectores, que nuestra oferta cultural es limitada para las personas con recursos más acotados que la media... pero ¿destinar tiempo, -más de diez horas para esperar que el show comience- y recursos para estar presente en ese ambientillo que no ofrece nada más que ver gente pasar?

Insisto. Es alegórico, jocoso, y vergonzoso, al menos para mí, ver a cientos de personas que pegan la cara a las vallas papales, custodiadas por personal de seguridad con lentes oscuros, trajes de riguroso negro estilo Men in Black, pero con el físico del fallecido gordo Porcel.

El ambiente es una añoranza de Cannes -así es gran parte de mi Chile, una siútica añoranza europea-, pero sin una costa azul de aguas turquesas y sin el glamour de billonarios en yates… Pero ojo: al menos tenemos al excéntrico millonario Leonardo Farkas -empresario minero freak, de larga cabellera rubia con rulos y dentadura híper blanca que encandila-, que dice ser amigo de Marc Jacob y que donó una réplica de la escultura El Pensador de Auguste Rodin a la ciudad... por algo se empieza.

Todo lo anterior se da hace un par de años, específicamente desde que Chilevisión, controlado por Time Warner, se ganó la licitación del festival, e instauró al mejor estilo hollywoodense galas y un cuanto hay de "actividades glamorosas” para resaltar la fiesta musical. Era lo que faltaba desde el punto de vista televisivo, dicen 'los expertos', quizás por eso la gala del 2014 marcó 32,4 puntos de rating y este año no debería bajar.

Sin embargo, mientras exista la venta ambulante gritona y diversa, esa que ofrece el producto preciso en el momento justo, y que hace de Chile un país de mini mini empresarios, sabremos que no estamos en Cannes, sino en Viña, esa ciudad de los sunset, con juventud tomando cerveza y bailando al ritmo de los bits, y con un festival al que le quedan muchos años de vida, pero que difícilmente vuelva a tener una parrilla con artistas de la talla de Julio Iglesias, Raphael o José Luis Rodríguez en una misma noche… el tiempo pasa, lo que manda es el rating y la bachata de Romeo Santos "The king" cobra fuerza.

Países