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Bin Laden: ¿muerto el perro, muerta la rabia?
Mié, 04/05/2011 - 09:26

Rodrigo Álvarez

La ONU y Lula Da Silva: ¿modernización o crisis?
Rodrigo Álvarez

Rodrigo Álvarez es Académico-Investigador Escuela de Periodismo de la Universidad Mayor, Coordinador e Investigador del Programa-Centro de Estudios Coreanos Chile de IDEA y Profesor de la Carrera de Periodismo de las Universidad de Santiago de Chile. Es Doctor en Estudios Latino Americanos, mención Relaciones Internacionales; Master of Arts en Economía Política Internacional por la Universidad de Tsukuba (Japón) y IVLP por el The United States Department of State Bureau of Educational and Culture Affairs. Además, es Periodista y Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Diego Portales (Chile). Es miembro del Nuclear Security Governance Expert Group (NSGEG), del Fissile material Working Gruop (FMWG) y de la Red de Seguridad de América Latina (Resdal).

He tenido la oportunidad profesional de estar en Nueva York al momento del anuncio del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, sobre la confirmando de la muerte del hombre que desde el ataque las “Twince Towers”, el 11 de septiembre de 2001, era el más buscado por este país.

El mismo día en que Obama anunciaba este “logro” para la inteligencia y la política exterior, a la mañana siguiente yo tenía la oportunidad de estar en la “zona cero”. El escenario es sobrecogedor y llama a reflexionar la lógica de la guerra y la justicia o injusticia de la misma. En resumen, si se justifica una guerra.

En el mismo lugar hoy se reconstruyen sendos edificios siendo el más importante el “Libertad”. Tendrá la particularidad de ser aún más alto de lo que fueron las torres gemelas, ya que su objetivo es demostrar la capacidad de EE.UU. como poder global, de retomar su senda. En la zona cero, además, será construido un memorial y un museo frente a lo que es considerado un ataque artero.

El asesinato de Osama Bin Laden ha cerrado una etapa en el consciente e inconsciente del pueblo de los Estados Unidos. Algunas calles, en Nueva York y Washington, fueron testigo del dolor contenido y de la expresión de victoria de este pueblo. Los gritos de "¡USA!", por ejemplo, se tomaron el área de la “zona cero” y las cercanías de la Casa Blanca. Se podía observar un alto grado de tranquilidad y convencimiento de lo que acá se suele definir como “mission accomplish” (misión cumplida). Incuso se observaba una paz interior, así lo dejaban ver los carteles donde se leía: “we got him” (nosotros lo agarramos). Efectivamente, se “eliminó” a quien fuera definido como “mastermind” (el cerebro) del terrorismo internacional.

Sin embargo, al mismo tiempo que la gente y el gobierno de Obama hace presente el significado de este hecho, los especialistas, analistas y académicos han comenzado a analizar el verdadero efecto de este hecho. De esta forma, ya se han comenzado a plantear las dudas sobre el resultado del asesinato de Osama Bin Laden. 

Las dudas se orientan, irónicamente, a la ausencia de un solo líder que tenía la posibilidad de organizar un proceso que había comenzado a crecer y expandirse por el mundo. Así, la muerte de Bin Laden abre un manto de dudas sobre la reacción y movimientos que tendrán las organizaciones de Al-Qaeda que se habían generado en Yemen y África del Norte. La pregunta es quién, realmente, será el sucesor de Bin Laden.

Por otro lado, se plantea una clara tensión entre el gobierno de Estados Unidos y los servicios de seguridad e inteligencia de Pakistán. El lugar donde se cobijaba Bin Laden no podía dejar de ser llamativo. Este era un terreno que ha sidoinicialmente avaluado en un millón de dólares y que no podía ser obviado en relación a su entorno y ubicación.

El asesinato de Bin Laden, sin duda, que es un hito para la política exterior de los Estados Unidos, sobre todo con el deber de la administración de Obama por resolver de qué manera aplica una política inteligente para resolver un tema que por la vía del poder duro solo lo repotenciaría.