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Dilma y Marina: ejemplos de la democratización del Estado Brasileño
Lun, 04/10/2010 - 12:27

Rachel Meneguello

Dilma y Marina: ejemplos de la democratización del Estado Brasileño
Rachel Meneguello

Profesora del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Campinas (Brasil) y directora del Centro para el Estudio de la Opinión Pública de la misma universidad. Es miembro del Comité de Planificación del Estudio Comparativo de Sistemas Electorales  de la Universidad de Michigan, y de la Junta Asesora del Barómetro de las Américas (Universidad de Vanderbilt). Entre sus publicaciones se encuentran los libros "PT-La formación de un Partido", y "Partidos y Gobiernos en el Brasil contemporáneo", publicados por la editorial Paz y Tierra.

Brasil es parte de un conjunto de países en que el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres fue celebrado en la primera mitad del siglo XX. El voto femenino fue establecido en 1932, aunque sólo en 1946 se le dio el estatus de incondicional. Ya en 1934 dos diputadas fueron electas para el Legislativo, y en el curso del desarrollo político del país, un número pequeño, pero importante de mujeres ocupó y viene ocupando los escenarios políticos nacionales, dos estados y dos municipios en el ámbito parlamentario. En la estructura tradicional de la sociedad brasileña, aún persiste un predominio masculino en los espacios públicos y las estructuras formales de la política.

En 1997, la ley de cuotas estableció que el 30% de las candidaturas a cargos electos por voto proporcional de cada partido o coalición, sería destinado para las mujeres, pero los partidos políticos la fueron cambiando muy lentamente para impulsar la presencia de sus cuadros en la lucha por los cupos electorales. En 2010, poco más del 21% de todos los candidatos inscritos son mujeres, las que a su vez representan sólo el 13% de las candidaturas para diputado federal y 14,5% para diputado estadual.

Asimismo, en la democracia reciente, las mujeres han ocupado cargos importantes dentro del poder Ejecutivo, en cargos ministeriales, municipales y en gobiernos estaduales. Tuvimos inclusive candidatas que participaron en las elecciones presidenciales de 1989, 1994 y 2006, aunque como figuras de pequeña expresión política, sustentadas por estructura partidarias frágiles, lo que significó que tuvieran un desempeño electoral débil. Entonces, así como la presencia de las mujeres en la política brasileña no es ni intensa ni equitativa, tampoco es una novedad.

Entonces, ¿qué marca la diferencia en las elecciones de 2010, con dos mujeres en un grupo de nueve candidatos a la presidencia? La diferencia está en la transformación de la democracia brasileña en los últimos años.

En el curso de la democratización del país, uno de los cambios más importantes en la cultura política del electorado brasileño fue la aceptación de los cargos políticos y públicos como espacios de inclusión de los sectores populares, superando preconceptos consagrados como la idea de que la competencia política ocurre exclusivamente en los niveles más altos de la educación y la escolaridad. La victoria del presidente Lula, en 2002, representó una ruptura con el patrón histórico de la circulación de las élites y, sobre todo, marcó una forma simbólica de aproximación a la población de la política institucional. En 2010, la superación de los prejuicios alcanzó las diferencias de género en la política.

A lo largo de la campaña presidencial, las preferencias del electorado mostraron que tanto para Dilma Roussef, como para Marina Silva, la cuestión de género pesó poco para definir las posiciones políticas. Las encuestas indican que no hubo diferencias significativas entre hombres y mujeres en el mapa de las tendencias de voto para las dos candidatas.

También para las candidatas, el discurso político no se estructuró sobre el significado de la emancipación de la mujer y el lugar de la mujer en la política nacional. Por tanto, la expectativa de la presencia de una mujer presidente se definió como un elemento adicional de la política. Para ambas, la expectativa de la presencia de una mujer en la presidencia fue definida como un elemento adicional de la política. Ambas candidaturas fueron estructuradas sobre el discuro de un proyecto nacional amplio, sin líneas divisoria, especialmente de género.

La presencia de Dilma y Marina también reflejan el impacto del gobierno de Lula en el relineamiento político del país. Las dos candidatas han sido ministras de Estado, ocuparon un espacio político central en la gestión del desarrollo económico y social; Dilma primero como ministra de Minas y Energía, y luego como ministra de la Casa Civil; y Marina como ministra de Medio Ambiente. Como representante del Partido de los Trabajadores, el partido del presidente de Lula, Dilma tiene altas y sólidas probabilidades de ser la primera mujer elegida a la presidencia del país, en la primera vuelta de las elecciones, con la más fuerte coalición de partidos actual, con el PT y el PMDB, éste último, el partido político más organizado en un país de dimensiones continentales. Marina Silva, originalmente del PT, salió de su antiguo partido en 2009 para construir el pequeño Partido Verde, relacionado con temáticas como la ecología y el desarrollo sustentable, lo que representa su incursión más importante en la política nacional.

Con pasados políticos sólidos, relacionados a la lucha contra la exclusión y la dictadura que gobernó Brasil desde 1964 a 1985, las dos candidatas reflejan la democratización del Estado brasileño y la superación de la política tradicional. Con casi ocho décadas desde la obtención del derecho a voto para la mujer, el país acoje a las candidatas con fuerza y en condiciones políticas de reclamar la presidencia.

Después de 25 años desde el retorno a la democracia, el país se suma a los ejemplos de las democracias latinoamericanas vecinas de Chile y Argentina que, a pesar de los diferentes modelos de gestión y del papel del Estado de la economía, constituirán liderazgos políticos femeninos para gestionar los proyectos nacionales, marcando los cambios característicos de la política contemporánea.

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