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El nuevo PRI resultó peor que el viejo PRI
Lun, 04/07/2016 - 09:10

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Estamos viendo, quizá, la peor cara del PRI en su larga historia. El PRI corrupto que no sabe perder. El PRI mañoso que cambia la ley para protegerse. El PRI que no hace nada aunque su reputación esté en juego. Un PRI que se está suicidando.

El tricolor llegó al poder por la fuerza de las armas. Los ganadores de la Revolución Mexicana lo inventaron como instrumento para procesar los conflictos entre la familia revolucionaria y legitimar el nuevo régimen político. Cuando empezaron a perder el poder en las urnas, no supieron cómo reaccionar. En 1986 bloquearon el triunfo del PAN en la elección de gobernador de Chihuahua. En 1988 inventaron la “caída del sistema” para evitar el conteo de los votos en la elección presidencial. En 1989, sin embargo, ya no pudieron hacer nada para detener el creciente rechazo en las urnas. Ese año la elección de gobernador de Baja California la ganó el panista Ernesto Ruffo. Recuerdo que Fidel Velázquez, sempiterno líder de los obreros afiliados al PRI, declaró que su partido había llegado al poder a balazos y a balazos los sacarían de ahí. Se equivocó. El presidente Salinas aceptó la derrota en Baja California. Entendió que el mundo estaba cambiando y que necesitaría al PAN para sacar adelante sus reformas.

El PRI siguió perdiendo el poder en las urnas. En 1997 perdió por primera vez en la historia la mayoría en la Cámara de Diputados. En 2000, la Presidencia. Esa noche histórica del 2 de julio, el presidente Zedillo aceptó la derrota en televisión nacional. Lo mismo hizo el candidato priista, Francisco Labastida. La entrega del poder a Fox fue organizada y ejemplar. Hoy, a la distancia, viendo lo que está ocurriendo en algunos estados, aquella transición a la democracia a nivel nacional fue de terciopelo. Mis respetos a ese PRI civilizado.

Compárese con el PRI actual de los gobernadores de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua. Primero, abusaron de su poder para enriquecerse a manos llenas. Las historias de corrupción que han salido de esos estados han roto récords nacionales en un país donde, por desgracia, estas marcas son difíciles de superar. Luego hicieron todo tipo de trampas y triquiñuelas para ganar las elecciones. No obstante, las perdieron por el hartazgo ciudadano con la corrupción desmedida. Y ahora Javier Duarte, Roberto Borge y César Duarte están cambiando las leyes para ponerle obstáculos a sus sucesores, sobre todo, para que no puedan perseguirlos judicialmente.

En Veracruz, el Congreso local controlado por el PRI de Duarte, amplió la fecha de entrega de las cuentas públicas para avalar el ejercicio presupuestal 2015 y creó una  Fiscalía Anticorrupción que durará cinco años en el cargo cuyo titular ellos designarán. Pretenden, además, nombrar a los magistrados de la Sala Anticorrupción y al comisionado del Instituto Veracruzano de Acceso a la Información para heredárselos al nuevo gobernador.

En Quintana Roo, el Congreso controlado por el PRI de Borge, creó una Fiscalía de Justicia y nombró a un amigo del gobernador como su titular por un periodo de nueve años. También, designaron a aliados de Borge como Auditor Superior del Estado, magistrados del Tribunal Superior de Justicia e integrantes del Consejo Consultivo del Instituto de Transparencia.

En Chihuahua, el Congreso controlado por el otro Duarte, aprobó la creación de una Fiscalía Especial Anticorrupción dependiente de la Fiscalía General del estado. Asimismo, pretende la aprobación de nueva deuda bursatilizando el 25% de los recursos federales que recibe esa entidad.

Es el PRI más mañoso que se ha visto en décadas. Pero eso no es todo porque, como sabemos, los priistas no se mandan solos. Tradicional e históricamente tienen jefe: el presidente de la República cuando éste es priista, como es Peña Nieto. Y resulta que Los Pinos no está haciendo nada frente al abuso de poder de sus peores correligionarios cavernícolas. Se quedan callados o mandan a un segundón a medio criticarlos. En el viejo PRI, cuando uno de sus miembros se pasaba de la raya, el Presidente lo defenestraba sin compasión alguna. Hoy no. Hoy Peña los tolera.

Es de los peores PRI de los que se tenga memoria. Un PRI que se está suicidando porque el electorado hoy en día castiga a los corruptos, cínicos y malos perdedores que abusan del poder. Qué lejos estamos de aquel PRI civilizado de Zedillo y Labastida al actual de Peña, los dos Duarte y Borge.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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