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La muerte del 'Mono Jojoy' (sin ira)
Lun, 27/09/2010 - 11:45

Hugo Ramírez Arcos

De la OEA a otros demonios de la relación colombo-venezolana
Hugo Ramírez Arcos

Politólogo colombiano de la Universidad del Rosario. Estudiante de la Maestría en Sociología de la Universidad Nacional de Colombia y becario en la School of Authentic Journalism (2010). Es además investigador del Observatorio de Venezuela y colaborador habitual de medios como Semana, Razón Publica, Nuevo Siglo, entre otros. Entre sus obras figura la edición del libro: ''Hugo Chávez: Una década en el poder'', texto en el cual un conjunto de académicos analiza, desde su especialidad, lo que han significado los díez años de gestión del mandatario venezolano.

Luis Eladio Pérez es un ex senador colombiano secuestrado durante siete años por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Cuando le preguntaron acerca de lo que sentía por la muerte de Jorge Briceño (alias el 'Mono Jojoy'), dijo: “el mismo sentimiento de descanso que ocurrió ante la muerte de Pablo Escobar. 'Jojoy' era eso: el Pablo Escobar de la guerrilla”.

Sin duda alguna, la muerte del Mono Jojoy es uno de los golpes más duros que el gobierno colombiano le ha dado a la guerrilla de las FARC, una guerrilla activa desde 1964. Si Manuel Marulanda y Jacobo Arenas murieron de viejos y por causas naturales en las selvas de Colombia, Raúl Reyes y el 'Mono Jojoy' fueron líderes de las FARC “dados de baja” por las acciones del ejercito colombiano.

El enfrentamiento entre las guerrillas y los gobiernos de Colombia ha estado mediado por problemas de tiempos y espacios: las guerrillas activas desde la mitad de los 70 no tienen la misma necesidad de los gobiernos (con un periodo de cuatro años) de mostrar resultados en el corto plazo. Sus metas son de largo plazo, por lo que cada vez que se buscan concertaciones entre los bandos, el llegar a puntos comunes se torna mucho más difícil en parte por este punto en particular (entre otros tantos).

Asímismo, el territorio colombiano es fiel reflejo de las contradicciones de nuestro proyecto de Estado-Nación. Desde los 70, múltiples sectores, entre los cuales curiosamente estaban las guerrillas de la época, reclamaban la presencia estatal en los lugares que habitaban.

La administración del presidente Álvaro Uribe, con ocho años de confrontación directa, y lo que va del gobierno del presidente Santos, que gana las elecciones con la promesa de continuar y profundizar en lo que se ha llamado la “seguridad democrática”, constituyen casi nueve años en los que el gobierno ha actuado con un mismo criterio de acción. Los resultados son muchos y de diferente índole.

Acostumbrados como estamos a leer los éxitos del gobierno, quisiera poner dos temas particulares en discusión. El primero, tiene que ver con la naturalización de la violencia como la vía legítima para acabar con los males de la nación, y el segundo, propone reflexionar sobre la efectividad de estas acciones en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico en Colombia.

Aunque suene reiterativo: la violencia sólo genera más violencia. En Colombia se vive una guerra, fácil de soportar por quienes vivimos en los centros urbanos, pero escabrosa para quienes aún ocupan los territorios periféricos, alejados de las capitales y de la protección que las grandes ciudades brindan a sus habitantes. Como en el relato de Joseph Conrad o en las crónicas de Ryszard Kapuściński, el terror y la violencia componen escenarios macabros, que sólo generan profundos deseos de venganza, que al concretarse, tienen el mismo efecto sobre la contraparte.

A base de este perpetuo círculo vicioso podemos explicar la historia de Colombia en el siglo XX. La muerte de Iván Ríos, alto mando de la guerrilla, es sólo un ejemplo de los dilemas a los que se enfrenta la guerra en Colombia. Muerto por su propio Jefe de Seguridad en compañía de otros dos guerrilleros, su mano derecha (cortada del cadáver), junto a su cédula y laptop, fueron presentados al Ejército Colombiano con el objetivo de reclamar los 2.400 millones de pesos de recompensa ofrecidos por el gobierno.

Para Edgardo Maya Villazón, Procurador General de la Nación, el que el gobierno actuase de esta forma podía ser interpretado como un gesto que legitimaba el crimen y apoyaba la pena de muerte en el país. La recompensa fue pagada.

Los asesinatos y crímenes cometidos por la guerrilla deben ser castigados, al igual que los cometidos por los paramilitares, los narcotraficantes y por la delincuencia común, porque el único problema en Colombia no es la guerrilla. La pregunta entonces es si el Estado, como único actor al que se le reconoce el monopolio legítimo de la fuerza, debe premiar actos como estos, que sólo dan muestras de la forma en la cual la violencia, y todos sus excesos, se han legitimado en la esfera pública.

Periódicos llenos de imágenes explicitas en las que se muestran los cuerpos sin vida son símbolos de odio, en los que presentando la muerte como un trofeo, se pasan por alto las causas estructurales de muchos de estos males. A quienes no estén de acuerdo con este punto quisiera invitarlos a acercar a sus hijos y familiares alrededor del computador, dar clic en este link del periódico de circulación nacional más importante de Colombia, y “disfrutar” del morboso placer de ver al enemigo muerto.

Si bien las guerrillas y paramilitares tienen en su haber actos terribles que ponen en cuestionamiento las ideas que defienden, el gobierno es el único con la responsabilidad real de no fomentar el odio entre la población. La muerte del 'Mono Jojoy' sólo le duele a las FARC. El testimonio de Luis Eladio Pérez es esclarecedor en un sentido, en tanto que lleva a pensar la forma en la que la muerte de Pablo Escobar fue en su momento declarada como el fin del narcotráfico en Colombia.

Pero hasta hoy ni los narcotraficantes, ni sus influencias en la política, ni mucho menos sus negocios desaparecieron. ¿No será entonces la hora de contrastar la eficacia de acciones como éstas, frente al acompañamiento de políticas públicas que atiendan los problemas sociales que se convierten en las condiciones de posibilidad de estos fenómenos?

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