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Falta de oportunidades y la violencia mueve a los jóvenes a intentar cruzar la frontera hacia EE.UU.
Domingo, Julio 6, 2014 - 10:36

Los inmigrantes centroamericanos independientemente de la edad llegan cansados de la violencia de las bandas, la extorsión de caciques, de policías y de la total falta de oportunidades para los más pobres.

Ser detenidos por la Patrulla Fronteriza, morir ahogados o de sed no desanima al gran número de centroamericanos que desean dejar detrás una vida de privaciones y violencia y sustituirla por otra en la sombra, pero en el rico Estados Unidos.

Mientras EE.UU. debate la necesidad de reforzar aún más una ya de por si blindada frontera con México, los niños y adolescentes centroamericanos que esperan para traspasarla solo tienen una pregunta: "¿Los de la patrulla disparan con bala?".

Robyn, hondureño de 24 años que se jacta de haber cruzado ya una vez con éxito, asegura que no, que en todo caso con pistolas de descargas eléctricas y que por lo tanto se puede intentar huir de la patrulla fronteriza una vez en territorio estadounidense.

Pero ser capturados tampoco es un problema que les disuada, si así sucede Erick tiene pensado pedir asilo por la violencia en su país, para lo cual tiene preparada una coartada convincente que espera poder sostener en los interrogatorios, cuenta a Efe.

Lo cierto es que para muchos la violencia es algo tan cotidiano en sus países que hasta ahora solo la consideraban una más de las muchas razones por las que quieren salir de Guatemala, Honduras o El Salvador, desde la más mundana de tener "ropa auténtica" a otras como ayudar a la familia que se quedó.

Según Sor María Nidelvia, directora de la Casa del Migrante en Reynosa, ciudad mexicana fronteriza con McAllen (Texas), los inmigrantes centroamericanos independientemente de la edad llegan cansados de la violencia de las bandas, la extorsión de caciques, de policías y de la total falta de oportunidades para los más pobres.

La incertidumbre sobre qué les espera a otro lado consume el espíritu de estos jóvenes centroamericanos y mexicanos, a los que más vallas, cámaras, patrulleros o la Guardia Nacional no van a disuadir y para quienes la esperanza es una necesidad.

El segundo viaje de Robyn en la "Bestia", los trenes que transportan en el techo a inmigrantes durante días, le dejó un profunda cicatriz en la pierna derecha; Antonio, que trabajó durante años en el estado de Virginia, antes de ser deportado a México, ya ha intentado volver una vez por el desierto y recuerda que correr de noche entre arbustos ha dejado a más de uno ciego.

Miguel, también mexicano de Michoacán, pagó US$4.500 para cruzar el río Grande o Bravo, como se le conoce en México, hasta un todoterreno que esperaba en la orilla estadounidense para llevarle a él y a otros ocho a Houston (Texas).

El vehículo repleto y con las ruedas bajas debido al peso iba escoltado por otro que informaba de la situación por radio, lo que no evitó que una patrulla de la policía estatal de Texas les diera el alto.

"Estábamos ya a menos de una hora de Houston y los coyotes salieron huyendo y nos dejaron encerrados en el auto", cuenta a Efe Miguel, que asegura que lo va a volver a intentar en pocos días, ya que el precio incluye hasta tres intentos.

Pese a su avanzada edad, Isabel también tomará el camino del norte, porque le encanta Michigan, donde trabajó de empleada del hogar, pero sobre todo porque estaba harta, tras ser deportada a Guatemala, de "abrir la nevera y no encontrar más que fríjoles".

Óscar, hondureño, lleva tatuada una lágrima en la comisura del ojo derecho -un muerto- y como todos los demás tiene claro que rendirse no es una opción.

Pese a ello, después de haber trabajado para una banda tras su primer intento de entrada exitoso a EE.UU., porque "se ganaba bueno" ahora va a jugar sin riesgos.

"Estoy dispuesto a trabajar recogiendo piedra si hace falta, solo quiero ahorrar 10.000 lempiras (US$500) y regresarme esta vez...y si me detienen por lo menos me pondré gordote y fuerte", bromea.

Este sábado, de nuevo, en plena autovía entre La Joya y Rio Grande City, un todoterreno de la Patrulla Fronteriza y una furgoneta de detención paraban a tres vehículos para llevarse a un centro temporal de detención -que están desbordados- a más indocumentados.

Estados Unidos se gasta US$12.000 millones en seguridad fronteriza y ha multiplicado desde 1993 por más de cinco, hasta los 21.000, el número de agentes de la Patrulla Fronteriza, omnipresentes en el Valle del Río Grande, la sección de toda la frontera que más detenciones realiza (más de 150.000 el año pasado).

En México, la Cruz Roja ha tenido que ampliar la ayuda médica para evitar que los inmigrantes colapsen los hospitales públicos.

Ante esta situación, los cárteles de la droga se enriquecen con el flujo de personas, que emplean en sus dudosos negocios y utilizan para mantener ocupados a los agentes fronterizos, mientras aprovechan para introducir su mercancía.

Autores

EFE