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Hacia una educación superior competitiva en el Perú
Mar, 21/09/2010 - 09:55

Jorge Guillén

El retiro de estímulos monetarios en la economía peruana
Jorge Guillén

Es Ph. D. en Economía, de la Universida de West Virginia  EE.UU., MSc. en Economía Cuantitativa, de la Universidad de Alicante, España, y licenciado en Economía, de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actualmente, se desempeña como profesor del área de Economía y Finanzas en ESAN.  Asimismo, es editor ejecutivo del Journal of Economics, Finance and Administrative Science en la misma institución.

Hace un tiempo atrás recibimos la visita de Michael Porter en Lima, Perú, a uno de los líderes académicos mundiales en Gerencia Estratégica. Porter encontró algunas falencias en el modelo de crecimiento que estamos adoptando en el país, el cual es dependiente de materias primas y que no se ha llegado a un progreso en materia de educación, infraestructura y competitividad.

En realidad, si miramos las estadísticas, Porter tiene razón, ya que en el ránking de Competitividad Global ocupamos el puesto 78. Por ejemplo, la brecha de inversión en infraestructura es de US$13,961 millones en transportes. En educación, el gobierno gasta solo 2% del PIB, un número por debajo del promedio en Sudamérica, lo que hace que el espiral de pobreza y exclusión social no se termine, a pesar del notable desempeño macroeconómico.

En lo que a educación superior se refiere, la situación no es alentadora, ya que en el sector público no se transfiere y/o gasta efectivamente un buen porcentaje en investigación, motor para el despegue y descubrimiento de nuevas tecnologías.

Una buena educación superior, permitiría generar profesionales de calidad en el capital humano, uno de los principales determinantes en el crecimiento del PIB. Los otros factores de crecimiento son Capital Físico y Recursos Naturales. Este último lo tenemos, y el primero se puede desarrollar internamente si creamos las habilidades de investigación y desarrollo en las universidades. Sin embargo, el sector público no ha canalizado eficientemente un desarrollo de las universidades, tanto en Lima como en el interior.

Entonces, la alternativa en el Perú es dejar que el mercado pueda suplir las carencias del sector público. Pero desde 1990 que el modelo liberal no se está trasladando al sector de la educación. No existe una competencia igualitaria entre universidades a nivel nacional, debido a una regulación que impide abrir filiales educativas a nivel físico. Ello bloquea la posibilidad de que se otorguen mejores opciones a los estudiantes de diferentes regiones del país.

Es una norma de prohibición parecida a lo que ocurrió en EE.UU. en materia de bancos. Un banco en Nueva York no podía abrir una sucursal en el Midwest, por ejemplo, lo que desincentivaba la competitividad y la eficiencia se perdía. Lo único positivo de la regulación era que protegía a los pequeños bancos familiares de las zonas del sur y Midwest. Finalmente, la norma fue eliminada en 1994, aunque tuvo una duración de 60 años.

En nuestro país, esta norma de bloqueo de sucursales educativas evita que el estudiante de una zona alejada en el interior tenga que trasladarse a la capital para adquirir una buena educación de calidad. Si se desregula la prohibición de abrir filiales, se fomentaría la libre competencia en el sector educativo, lo cual podría ayudar a que se rompa ese espiral de exclusión y desigualdad que cito al inicio.

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