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¿Los declaro marido y marido?
Lun, 02/08/2010 - 10:33

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Con el propósito de argumentar en contra de la adopción de una norma que permita el matrimonio entre personas del mismo sexo, el Arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, no tuvo mejor idea que hacer leña del árbol caído: “Argentina tiene un mal equipo de fútbol y un muy mal entrenador como (Diego) Maradona. Yo creo que no hay que imitar esas partes de Argentina".

En lo personal, estoy de acuerdo con monseñor Cipriani: en más de un sentido, Diego Armando Maradona no es un ejemplo a seguir. ¿Deberíamos, entonces, tomar como ejemplo a los países que ocuparon los primeros lugares en el último mundial de fútbol?: España, Holanda y Alemania también permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Nadie tiene derecho a obligar a la iglesia católica a cambiar su posición frente al matrimonio, pero las uniones legales entre personas del mismo sexo son un contrato de derecho civil entre actores privados, no un sacramento religioso.

Las leyes en la materia suelen reconocer cosas como, digamos, el "costo de oportunidad" en que incurre el cónyuge que se dedica a labores domésticas (habitualmente la mujer, que debe dejar de lado oportunidades de generar ingresos en el ámbito público). No queda claro por qué la aplicación de ese principio tenga que basarse en el sexo de los miembros de la pareja.

Por lo demás, la adopción puede ser una gestión individual y no queda claro por qué ese derecho deba ser restringido por la orientación sexual de una persona (salvo que se asuma que, por ese mero hecho, carece de la solvencia moral necesaria, con lo cual volvemos al que en realidad es el origen del debate).

Algunas ideas que suelen estar a la base de reticencias de este tipo son la presunción de que un homosexual sería más proclive a seducir a un menor o a inducirlo a compartir su orientación sexual (asumiendo, por ende, de manera implícita, que ello de por sí constituye un problema).

Por suerte existen infinidad de estudios académicos sobre estos temas en otras latitudes, y estos sugieren que, así como no es cierto que haya una mayor propensión hacia la pedofilia entre los sacerdotes que la que existe entre los miembros de la sociedad en su conjunto, la propensión hacia la pedofilia entre homosexuales tampoco se ubica por encima de la media (por ende, la gran mayoría de los pedófilos son heterosexuales, como la gran mayoría de la población).

En cuanto a los resultados de la crianza de niños por parte de parejas homosexuales, hay suficientes estudios de caso y análisis estadísticos como para concluir que los hijos de parejas homosexuales no tienen una proclividad mayor a la media a compartir esa orientación sexual. De hecho, la mayoría de quienes se sienten atraídos por personas del mismo sexo fueron criados por parejas heterosexuales, muchas de ellas ejemplares bajo los cánones de la iglesia.

Lo que sí parece ser cierto es que quienes fueron criados por parejas homosexuales suelen tener una visión menos rígida de los roles de género: es decir, de las conductas típicamente (o, más bien, estereotípicamente) consideradas masculinas o femeninas en una sociedad.

Lo cual en países como el Perú, donde 37% de los hombres confiesa en una encuesta haber perpetrado algún tipo de maltrato físico contra su pareja, ese no parece ser precisamente un atributo prescindible

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