Pasar al contenido principal

ES / EN

El mundo de las corbatas: nudos con gracia
Sábado, Enero 24, 2015 - 13:33

Las mejores prendas de este tipo en el mundo no son las que se cree. Lo cierto es que el garbo, la historia y la elegancia están en marcas sin bombo.

Sí. Parece una conspiración y lo es: Burberry, Ermenegildo Zegna, Giorgio Armani, Gucci, Lanvin y Canali presentaron sus colecciones Primavera-Verano 2015 en noviembre pasado y exiliaron de ellas a las corbatas. Podemos perdonarlos, pero sólo un poco, porque diseñar corbatas elegantes año tras año es tarea realmente difícil.

Quien piense que, por el contrario, hacerlo resulta tan simple como imprimir el rostro de Los Tres Chiflados en blanco y negro sobre una tira de tejido sintético, no debería seguir leyendo esta nota. El gusto por las corbatas es una pasión que contagia el valor de las sutilezas. Bien lo dijo el noble ítalo-argentino Eduardo Tenconi Colonna: “Como enseña un buen padre, las corbatas realmente lindas son las aburridas”. El que quiera dar espectáculo que se amarre un iPhone al cuello.

“Mi percepción del uso de la corbata viene de lo que he hecho en mi vida de viajes: es como un tatuaje que se usa para dirimir las tribus y descubrir identidades”, afirma un alto ejecutivo de una transnacional, a condición de anonimato. “Banqueros, abogados, consultores caros y ejecutivos de empresas antiguas usan Ferragamo, si son osados; Hermès, si son más discretos; en tanto que los verdaderos conocedores usan E. Marinella”.

Para muchos, las corbatas son odiosas: andar con un nudo al cuello no es siempre cómodo y, muchas veces, remarca diferencias que pueden desagradar y hasta ofender. Pero no debemos condenar por ellas a ese tejido mayormente impráctico que, justamente, nació como emblema de civilidad. En los tiempos previos a su existencia las autoridades guillotinaban cabezas por capricho y los enemigos se cortaban el cuello entre sí.

Cuánta diferencia con lo peor, lo indecible, que puede ocurrir entre dos adversarios que saben y gustan de las corbatas: agarrarse de ellas mutuamente. Por eso los presidentes y primeros ministros podrán mostrar sus nueces de Adán al aire, pero los diplomáticos siempre negocian con ellas bien apretadas, de manera que el aire nunca les sobre para gritarse.

El costo de la corbata identifica a su dueño como la prenda más expresiva del género masculino. Con la excepción de dos grupos importantes: los italianos, que usan corbatas finas sí o sí con camisas de cuello más abierto y nudos hechos con la intención de esconder cualquier anomalía del cuello o de la camisa, y estadounidenses, que no pueden concebir comprar corbatas finas y caras como lo hacen los europeos y lo consideran parte de la decadencia inevitable de Europa.

"Para ser justos, hay que decir que, en su caso, las elites cosmopolitas y sofisticadas de la costa este, más Chicago y Minneapolis, se parecen a los europeos. En el resto del país se usan corbatas cuya única distinción es que no tienen ninguna. Más al sur y el este la corbata ya no existe y se transforma en una especie de collar masculino de cuero con un broche en un sincretismo cultural que alcanza también a las botas y las correas para los hombres más machos. Más al oeste, en California, la corbata se usa raramente y para ocasiones especiales. La elite tecnológica busca crear sus propios cánones…, pero terminan al final comprando de los italianos o franceses", dice el experto.

Las marcas globales del lujo poseen en su cartera de productos una oferta abundante de corbatas; menos vasto es el mundo de los artesanos que dominan el difícil arte de confeccionarlas de la mejor manera y, de ser posible, a medida. Gieves & Hawkes, Harvie & Hudson, Marinella, Mararo y Charvet  son algunas de ellas. En las páginas siguientes una guía para poder conocerlas y visitarlas.

En un mundo donde, a excepción de los yatistas y marineros, la idea de “nudo” tiene mala prensa, estos corbateros y sus corbatas son un recordatorio de las formas inusuales y paradójicas en que puede incurrir lo bello. Una buena corbata es nada más y nada menos que una tira de tela a la que se le hace un nudo apretado y no sólo queda bien, sino que hace que quien carga el nudo se vea, y hasta sienta, mucho mejor.

Nuestro ejecutivo anónimo lo sintetiza así: “La corbata no está en decadencia, al contrario, un quinto de la humanidad decidió en su Comité Central que, en vez de usar la chaqueta de Mao, se usaría terno y corbata”. Por favor, de las aburridas con gracia.

E. Marinella

Hubo un tiempo en el cual para tener una corbata de Marinella había que apersonarse frente a la puerta mínima de la Riviera di Chiaia 287, Nápoles, dar un par de pasos y estar dispuesto a tener una larga conversación con Eugenio Marinella, y la paciencia para que éste tomara las medidas en una sesión tan extensa como tranquila. Antes o después había que recorrer con la vista y el tacto decenas paños hasta dar con la tela adecuada.

También era posible llevar (y este es un caso verídico) un kimono de Madame Butterfly, adquirido en una subasta de la Ópera china, para que uno de sus fragmentos se usara para hacer la corbata.  ¿Por qué Nápoles? No sólo por el talento de la familia Marinella, sino porque la ciudad encarna el último reducto de un arte de sastres que sirvió al Reino de las Dos Sicilias.  No se trata de marketing, sino de linajes de oficio.

Pero si ir al sur de Italia no está en sus planes, el éxito de Marinella a llevado a que sus corbatas puedan ahora encargarse en el 54 de Maddox Street, Mayfair, Londres. Como, igualmente, en sus dos tiendas de Milán, dos de Tokio, la de Hong-Kong y la de Lugano (Via della Posta 2 angolo Via Canova) en Suiza.

Mararo

En la via Bigli 24 de Milán se encuentra la boutique de Mr. Raro. En términos de auto promoción éste se encuentra en las antípodas de Maurizio Marinella, el nieto de Eugenio Marinella, pero debe reconocerse que ha logrado que su página de Instagram (mararomrraro) sea referencia del mundo fashionista global. Dado a jugar con el misterio, en este caso sí como herramienta de espectáculo, nadie sabe quién es Mr. Raro.

Algunos aseveran que se trata de un dubaití llamado Mohamad Ayoubi, “originalmente diseñador y propietario de una tienda de ropa masculina en Dubai llamada ‘Ayoubi Moda’”, dice el influyente Men’s Flair. Sus corbatas ostentan búlgaros clásicos, pero uno o dos tonos más intensos en su colorido. Lejos de la estridencia visual de las de su amigo Manuel Vanni (Manuel Vanni Spa), otro actor emergente de la escena italiana, que se enorgullece de que su regla es no tener ninguna.

Harvie & Hudson

Con certeza, diseñadores italianos como el mencionado Manuel Vanni no piensan con regularidad en gigantes del estilo y la agudeza mental, como lo fueron Laurence Olivier, David Niven y Peter Ustinov. Si usted también necesita que le digan que fueron actores, mejor no se aparezca por el 96-97 de Jermyn St, en  St. James, Londres, la sede de Harvie & Hudson. Es la única sastrería de camisas y accesorios de todo el barrio manejada aun por quiénes la fundaron hace 65 años.

Detrás del mostrador puede aparecer Mr. Harvie Junior Junior, nieto de uno de ellos. En ese lugar, las camisas de poplin de 100 hilos plegado valen más que sus nada módicos precios. Allí los patrones de corte se guardan en un archivo por si el cliente vuelve algún día. Al salir, se puede encarar las cuatro cuadras que  distancian la tienda de ‘The Rag’ en el 36-39 de Pall Mall. Hay que ser socio del club de los marinos británicos desde 1837, para entrar, pero quiénes ya posean membrecía en el Hurlingham Club, Argentina; el Círculo De La Unión, Bolivia; el Centro Naval Del Perú y el Club De La Unión, en Chile, el pasar a celebrar la compra debería ser de lo más natural.

Gieves & Hawkes

Comprar una corbata porque la dirección de la tienda, 1 Savile Row, Londres, es fácil de memorizar, sería patéticamente frívolo. Si se trata de Gieves & Hawkes sus corbatas tejidas de seda color ostra; y de lana plateada y cashmere, también tejidas, son una excusa más que suficiente. Aun así, algunos de sus modelos poseen un toque algo anticuado que puede descorazonar a más de uno, pero se intercalan con varios de texturas inencontrables en otras latitudes, como sus chocolate, burgundy y ralf blue donegal.

Exquisita es la trama visual de la de seda color arena con puntos de lana. Puesta en marcha en 1771 por Thomas Hawkes, la tienda de sastrería continuó operando hasta hoy sin interrupciones (en 1974 apareció el Gieves con la adquisición de Hawkes & Co., dueños del local de Saville Row desde 1912 por parte de Gieves & Co). Con alrededor de 100 tiendas (la mayor parte en China y el Lejano Oriente, aunque sólo 11 en el Reino Unido) ya no es lo exclusiva que solía ser, pero ocupa parte de sus ingresos en financiar cosas “muy Gieves & Hawkes”, como una expedición a la Antártica en el Centenario de la Carrera Scott-Amundsen.

Charvet

 ¿Qué pueden tener en común Ronald Reagan y Henri Matisse?¿u Oscar Niemeyer y Billy Wilder? Los cuatro -al igual que Sofía Coppola, Marcel Proust y Mario Testino- fueron o son clientes de la tienda que hoy está en el n°28 de place Vendôme, París; pero que en 1839 hacía historia en la rue de Richelieu n° 103. De Charvet puede decirse que inventó, realmente, la camisa (y los cuellos de camisa) tal como los entendemos hoy. No extraña, entonces, que se haya constituido en una fuerza de la naturaleza si de corbatas se trata. Tanto es así que una de las telas con que ellas se fabrican en el mundo lleva el nombre de Charvet.

Varios de los estilos de patrones repetitivos en las corbatas se deben a esta tienda y algunas de sus muestras, con justicia, están en museos de la moda. Mucha seda pasó bajo los puentes desde su fundación, pero todavía puede decirse que es el lugar “de dónde el arco iris roba ideas”, como afirmó Jean Cocteau. O de donde robó ideas Coco Chanel: la botella de su famoso perfume Chanel Nº 5 es una copia-homenaje a la botella de eau du toilet Charvet que usaba Boy Capel, su amante.

Es señal de provincianismo regional persistente que en la lista de clientes famosos de la tienda y compradores de sus corbatas, sólo destaquen apenas cuatro latinoamericanos. Además de Testino y Niemeyer, el escritor chileno Joaquín Edwards Bello y el argentino Eugenio Cambaceres. Es una deuda que usted, lector, puede reparar.

Autores

Rodrigo Lara Serrano