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América Latina: el consumo te consume
Mié, 31/07/2013 - 09:23

George Gray Molina

La trampa de renta media: ¿sí, pero cuál?
George Gray Molina

George Gray Molina es el Economista Jefe y Líder del Equipo regional de Desarrollo Humano y Objetivos de Desarrollo del Milenio en la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD, basada en Nueva York. Proviene del Instituto Alternativo. Previamente, fue miembro de la sociedad de Lideres Globales de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales Woodrow Wilson, en la Universidades de Princeton y Oxford. También fue investigador asociado del Centro de Investigación sobre Desigualdad, Etnicidad y Seguridad Humana (CRISE) de Oxford y miembro del Centro Dialogo Interamericano basado en Washington, DC. Entre 2004 y 2008, fue coordinador del Informe de Desarrollo Humano PNUD en Bolivia. Fue Director de la Unidad de Análisis de Política Económica del Gobierno Boliviano (UDAPE) y Director del Programa de Maestría en Política Publica de la Universidad Católica de ese país. Posee un Doctorado en Filosofía y Política de la Universidad de Oxford, una Maestría en Política Publica de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard y un pregrado en Economía y Antropología de la Universidad de Cornell.

El escritor F. Scott Fitzgerald decía del alcohol: “primero, te tomas un trago, luego el trago se toma un trago, luego el trago te toma a ti”. Lo mismo podríamos decir sobre el consumo. En particular, sobre el consumo conspicuo, que busca y genera estatus y reconocimiento social. Es parte natural de la historia de las clases medias desde que Max Weber describía sobre los modales de la nueva burguesía alemana y Thorstein Veblen retrataba los excesos del consumismo americano hace más de un siglo. En las próximas semanas y meses el consumo estará en los titulares prensa en nuestra región. Repasemos los motivos.

La espiral del consumo. Primero, algunos datos. El consumo es el motor de las economías latinoamericanas. Contabiliza el 59% del PIB en Brasil, 66%  en Mexico, 69% en Chile, 77% en  Honduras y 88% en República Dominicana. No solo que pesa mucho, sino que es el dínamo de crecimiento en la región. Durante la última década –a pesar de vaivenes de crecimiento– el consumo se mantuvo a flote. Contabiliza hoy más de dos tercios del crecimiento económico de Brasil, de México y de Chile del último año.

El consumo también redundó en una significativa reducción de la pobreza y la emergencia de estratos medios en la región. El medio emergente se debe a mercados laborales dinámicos, a su vez alimentados por consumo de estos mismos estratos. Hoy, el grupo más grande de la población en la región ya no es “pobre” en el sentido estadístico, sino “vulnerable”, inserto en mercados laborales precarios pero con más ingreso y más poder adquisitivo que antes.

Segundo, una preocupación. El consumo está íntimamente ligado a condiciones de alta liquidez, crédito fácil y endeudamiento de los hogares. La deuda acumulada por los hogares se disparó en toda la región. De acuerdo a datos de Morgan Stanley, los hogares chilenos tienen una deuda equivalente a más del 60% de su ingreso disponible. Los hogares brasileños siguen con algo más del 30%; Perú y Colombia con algo menos del 30%. A nivel macro, préstamos para la compra de vivienda siguen siendo el crédito de mayor peso; en Chile supone cerca del 20% del PIB, en Colombia y México se acerca al 10%. La excepción importante es Brasil donde el crédito de consumo es cercano a 20% del PIB –y supone el 80% de todo el crédito que va dirigido a hogares.

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El fin del boom. Noticias del “fin del boom latinoamericano” son prematuras, pero la caída de los precios de commodities que sostiene la alta liquidez de nuestras economías ya es innegable. La depreciación gradual de nuestras monedas, aumentos en las tasas de interés y pérdida de reservas internacionales son parte de un proceso de amortiguamiento de este declive. Ya lo vemos en Brasil, con aumentos en tasas de interés, y lo vemos en todos los países con la salida de capital en las últimas semanas.

¿Cómo afectará esto al consumo? El problema con el fin del boom es lo que no conocemos: la secuencia de la desaceleración y el impacto sobre grupos vulnerables. Y es que el proceso de deflación de un boom no es simplemente el proceso de aceleración en reversa. Depende de las decisiones de millones de agentes económicos y de las reacciones de autoridades de ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales. Dos circuitos son conocidos en la literatura.

El circuito “¡alto, pare!”. En la literatura se denomina sudden stop. Si las salidas de capital no son contrarrestadas por el Banco Central –si las autoridades no intervienen, aumentando tasas de interés, depreciando el tipo de cambio y/o perdiendo reservas internacionales, veremos una gradual “compresión” que habitualmente termina en devaluación dolorosa. América Latina ya tiene mucha experiencia con este circuito. Si se profundiza la desaceleración, se empiezan a poner nerviosos los prestamistas, porque se van secando las fuentes de crédito, y se van poniendo nerviosos los depositantes, porque el sistema financiero se paraliza.

El circuito “susto pasajero”. Una alternativa es que el bajón parcial de los precios de los commodities sea pasajero –y acompañe un modesto crecimiento chino en los próximos años. Algo de esto emerge del análisis de mercados de los commodities de las últimas semanas. Los factores de demanda en Asia siguen siendo significativos. El efecto reciente de “salida de los commodities” de los mercados financieros depende aún de decisiones monetarias en EE.UU. y la euro zona en los próximos meses.

Impactos sobre la pobreza. Desde el enfoque de desarrollo humano, lo que más preocupa es el impacto sobre la pobreza. Los mecanismos de desaceleración tienden a empezar en los mercados financieros (el crédito se va contrayendo) y toman un tiempo hasta afectar sectores líderes de la economía real (construcción, materiales de construcción) que eventualmente redundan en bajones de consumo y caídas en empleo (servicios que dependen del consumo: alimentos, comercio, recreación).  Ninguna de estas caídas es automática ni está predeterminada. Dependen de las decisiones de política pública que pueden y deben contrarrestarlas.

Los impactos, por supuesto, trascienden lo material. Una encuesta en EE.UU. preguntaba a una muestra de individuos cuales son los temas sobre los cuales prefieren no hablar con alguien que acaban de conocer: el “monto de mi deuda en la tarjeta de crédito” es el mayor tema tabú con 81%. Le siguen “detalles de mi vida amorosa” 81%; “mi salario mensual” 77%; “problemas de salud”; 72% y “mi peso” 50%. Estoy convencido que los resultados de una encuesta semejante en América Latina no daría para tanto. Sin embargo, la deificación del dinero fácil preocupa; en estos tiempos turbulentos, que el consumo no nos consuma.

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.