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Brechas online y offline en América Latina
Mié, 12/11/2014 - 08:41

Matías Bianchi

Expropiación de YPF: ¿apuesta estratégica o manotazo populista?
Matías Bianchi

Matías Bianchi es Director Fundador de Asuntos del Sur. Es politólogo con estudios en Universidad de Buenos Aires, Oxford, Northwestern y Sciences Po. Ha sido onvocado por el Council of the Americas como parte de las Nuevas Voces de América Latina y reconocido por la revista Foreign Policy como una de los latinoamericanistas más influyentes en redes. Ha trabajado en el Woodrow Wilson Center, United Nations Development Program (UNDP), la OECD, y el gobierno de Argentina. @matiasfbianchi

Mucho se habla de este fenomenal motor económico y fuerza social que significa la internet, comparándola con lo disruptivo que ha sido la invención de la imprenta para la humanidad. Es más, muchos le atribuimos la capacidad de transformar a nuestras sociedades en democracias más igualitarias, inclusivas y participativas. Yo comparto el optimismo sobre su potencialidad, pero no en su experiencia concreta. Lo que observamos en la práctica es que la distribución de recursos de poder, de infraestructura y culturales en la era digital, reflejan las brechas ya preexistentes. Es decir, de no mediar una verdadera revolución digital, los pobres y excluidos del mundo online seguirán siendo los mismos que en el mundo offline.

Lo que sucede es que se toman casos exitosos y se los generaliza dando por supuesto un determinismo tecnológico que no es tal. La internet, así como la imprenta, es solo una herramienta y depende de la apropiación de la misma por parte de los grupos sociales. Lo cierto es que los beneficios de internet son muchos. Como señala Douglas Rushkoff en “Programas o te programan”: quienes crean y diseñan esas tecnologías, podrán moldear la realidad que nos rodean y determinar el modo en que viviremos y nos relacionemos entre nosotros. El poder que pueden tener aquellos que conozcan el lenguaje de la programación, los códigos de la comunicación y las herramientas de procesamiento de información en gran escala, es enorme, dado que les significará ser capaces de articular nuestras vidas. Pero, las bondades de las tecnologías digitales dependen de lo que los actores hagan con ella, y estas requieren de usuarios más conectados y mejor informados. Por ello, así como los beneficios son enormes, también las demandas lo son y no todos pueden aprovecharlas. La Unión Internacional de Telecomunicaciones, sostiene que integrarse al mundo digital es un proceso complejo e integral, para lo cual requiere una enorme inversión de recursos económicos e institucionales para ponerlos a disposición de las regiones y sectores sociales más vulnerables. Ver artículo de Cathles et al en este estudio.

América Latina tiene importantes desventajas y, de no mediar una verdadera revolución, en la era digital van a perpetuarse los clivajes que estructuraron históricamente la región: inclusión subordinada al mundo, mala integración territorial de los países y la marginación social por grupo étnico y género. Es decir, al bajar toda la espuma que nos entusiasma, lo que queda es que los desafíos de hoy son exactamente los desafíos de ayer.

Brecha 1 –  Centro-Periferia

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Sí, suena anticuado, y ahora usamos otros eufemismos pero estamos hablando de lo mismo: la diferencia de poder y capacidades entre países. En internet también se juega la geopolítica. Primero, desde la perspectiva del gobierno de internet, la Corporación de Internet para los Nombres y los Números Asignados (ICAAN), la autoridad que asigna identificadores, protocolos, dominios, etc, tiene base legal en California. Es más, la gran mayoría del cableado submarino por el que se conecta América Latina a la world wide web, llega desde los Estados Unidos. Allí reside la capacidad de influencia de este país en la internet, el cual la ejerce muchas veces de manera ilegal, como los obscenos casos de espionaje realizados por la National Security Agency.

En relación al acceso, el promedio de usuarios de internet en América Latina es del 50% de la población frente al 70% de Europa y al 85% de América del Norte (Internet World Stats). Más preocupante es que vemos la diferencia entre países al interior de la región. Mientras en Argentina, Chile, y Brasil hay una penetración de internet por encima del 50%, en el otro extremo encontramos a Guatemala, Honduras y Nicaragua, con menos de un 20% de penetración. También hay diferencias de costo. La Cepal ha mostrado como un Mbps cuesta 9 dólares en México mientras que en Boliviacuesta 63 dólares. Si esto se lo pone en perspectiva de los ingresos, en Bolivia el costo para tener una conexión de alta velocidad representa el 31% de ingreso per capita mensual, mientras que en México es sólo el 1%.

Lo mismo pasa si consideramos la calidad de la conexión. Usar Youtube o Vimeo en Estados Unidos o Francia es una experiencia fluida y gratificante. Muchas veces los videos de alta calidad se descargan al mismo tiempo que se ven y aquellos videos que se suben, están listos en lo que uno va a servirse una taza de café. Sin embargo, hacer un Skype con colegas en Paraguay o Bolivia, dos de los países con peores conexiones de internet del mundo, la experiencia se vuelve muy tediosa.

Efectivamente, la mayoría de los países de la región poseen conexiones a internet de calidad inferior a la del promedio mundial, lo cual implica costos elevados, velocidades deplorables y señales de red que no llegan a todos los rincones. El desafío de fondo trasciende la posibilidad de ver o no un video de Youtube, sino perder las potencialidades que la internet facilita. En la era digital, las diferencias entre países centrales y los nuestros, y entre los más ricos y los menos dentro de la propia América Latina, son casi las mismas que en los anteriores períodos de la historia.

Brecha 2 – Países mal integrados

Si hay algo que tienen en común los países de América Latina es que son países mal unidos. Al independizarse de las cadenas coloniales, los países de la región se insertaron al mundo como proveedores de materias primas. Este factor moldeó la infraestructura de los países concentrando transporte, capital, bienes y servicios alrededor de los puertos y centros urbanos, dándoles la espalda a las regiones que no participaban de ese proceso. El resultado está a la vista: San Pablo tienen un ingreso per capita 6 veces mayor que Piauí, el promedio de la ciudad de México es de 5 veces más que el de Oaxaca y el de Buenos Aires es 8 veces superior al de Formosa.

En la era digital sucede lo mismo. Los centros urbanos como San Pablo, Buenos Aires, Santiago, el DF o Bogotá tienen infraestructuras y recursos humanos que las periferias de sus países no poseen. La inversión pública y privada es escasa y las políticas públicas son muy pobres, de la misma manera que es muy distinta la calidad de la educación en una escuela pública de Caracas comparada a la de Apure. Muchas veces, las regiones ni siquiera tienen relaciones entre ellas. Me llamó la atención hace unas semanas cuando llevamos el proyecto “Mucho Con Poco” a Salvador de Bahía, una invitada de San Pablo estuviera sorprendida que su red de tecno-activistas y los movimientos hackers de San Pablo y Río tuviesen más conexiones, actividades y proyectos con Londres, San Francisco o Paris que en su propio país. La gran mayoría de los innovadores, tecnólogos y activistas digitales tienen estas redes globales sofisticadas y diversificadas, pero con muy poca penetración territorial al interior de sus países. No diferente al modelo anterior, ¿no?

Brecha 3 – Entre sectores sociales

No somos todos iguales. Este continente fue colonizado por países que sometieron a las poblaciones indígenas, al que importaron más de 10 millones de africanos para ser sometidos como esclavos, y donde la estructura patriarcal limitó el rol de la mujer y los niños en la familia, el trabajo y la sociedad. Hemos avanzado mucho pero esas llagas siguen presentes: hoy los negros, indígenas, mujeres y jóvenes siguen siendo los sectores más desfavorecidos en un continente que de por sí es el más desigual del mundo.

La buena noticia es que la era digital potencialmente nos provee las herramientas para conectar y crear oportunidades económicas a muy bajo costo. Imaginemos el impacto que podría tener para los 174 millones de afro descendientes que viven en la región. Sería una revolución social si tenemos en cuenta que en América Latina el 92% de los Afros viven por debajo de la línea de la pobreza y todavía hoy el 35% son analfabetos. Pensemos en Colombia donde la tasa de mortalidad infantil Afro es el doble que el promedio del país. O Brasil donde el 70% de los pobres del país son negros y representan menos del 10% de los estudiantes. Imaginemos también el potencial para los 16 millones de indígenas que viven en México, de los cuales el 40% vive en extrema pobreza. Con sólo lograr que indígenas y afrodescendientes logren usufructuar de los beneficios económicos y políticos de internet estaríamos beneficiando directamente al 30% de la población de la región y a los bolsones más duros de pobreza y exclusión.

Desgraciadamente, la conectividad está determinada por variables de nivel socioeconómico, urbanización, género y aún factores étnico-raciales. En Brasil, la conectividad del quintil más rico es del 75% mientras que el quintil más pobre es de sólo el 5%, al mismo tiempo que en Ecuador los más ricos tienen 100 veces más y mejor conectividad que los más pobres. El caso de los indígenas, al ser un tercio de ellos trabajadores rurales en América Latina (un 60% en Bolivia, un 52% en Guatemala y un 60% en Perú), el acceso a tecnología se dificulta mucho. La brecha digital entre indígenas y el resto de la población en México es de 3 veces, en Panamá 7 veces y en Venezuela 6 veces. En México de las 70 millones de personas que tienen acceso a internet, sólo 5 millones son indígenas. Aún hoy es muy difícil encontrar a un negro dirigente político, y si vemos a algún millonario negro posiblemente sea músico o futbolista. Sí, es así como suena.

No debería sorprendernos que los más propensos a involucrarse en política a través de las redes sociales son “los más ricos, más educados y los que residen en zonas urbanas” según la encuesta de LAPOP. Entonces, ¿Qué cambio político profundo podemos esperar?

En el caso de las mujeres, la situación es algo diferente pero no drástica. Pávez ha mostrado que hay una mayor igualdad entre géneros entre personas con el mismo nivel de estudios. Sin embargo, en los sectores empobrecidos o en situaciones donde la mujer no trabaja, éste autor muestra que la diferencia de género es mucho mayor. Otro estudio revela que en América Latina, el simple hecho de ser mujer reduce en un 6% la probabilidad de acceso a Internet. Los niños y jóvenes, el futuro de la región que ostenta el bono demográfico más alto del mundo, siguen rezagados. En México el 70% de los niños carecen de acceso a internet y si eres niña e indígena, el índice es cercano al 100%.

Entonces, ¿Quiénes son los que se encuentran en mejores condiciones de beneficiarse de las bondades de la era digital? Los mismos de siempre, y algunos más, pero no muchos más. No deberíamos ser ingenuos en pensar que un determinismo tecnológico diluirá los profundos clivajes sociales existentes en América Latina.

Sin embargo, esto no debería hacernos caer en un cinismo pesimista. América Latina tiene las condiciones para aprovechar los desarrollos tecnológicos y proponer una verdadera revolución, un cambio de paradigma político hacia sociedades inclusivas y con democracias puertas abiertas. Cotidianamente vemos cómo una generación de nativos digitales y democráticos, aprovechando los márgenes dejados por una modernidad inacabada, están utilizando las bondades de la tecnología de la información para desarrollar oportunidades económicas, incluir a excluidos, democratizar espacios políticos existentes y ayudar a emerger nuevos.

Es por ello, que los desafíos y las brechas digitales no deben ser tomadas como dificultades técnicas, sino como una hoja de ruta para orientar la acción política y las políticas públicas. Como nos dijo Julian Assange en la reciente cumbre en Brasil: “Ocupar internet es ocupar la sociedad”, allí es donde reside la verdadera transformación.

*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos Asuntos del Sur.org.

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