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Costa Rica: Estado y despilfarro
Lun, 18/01/2016 - 08:31

Juan Carlos Hidalgo

La Marina estadounidense en aguas costarricenses
Juan Carlos Hidalgo

Juan Carlos Hidalgo es analista de políticas públicas sobre América Latina en el Cato Institute. Escribe frecuentemente sobre temas de actualidad y sus artículos han sido publicados en los principales periódicos latinoamericanos como La Nación (Argentina), El Tiempo (Colombia), El Universal (México) y El Comercio (Perú). También ha sido entrevistado en medios internacionales como BBC News, Al Jazeera, CNN en Español, Univisión, Telemundo, Voice of America, Bloomberg TV, entre otros. Se graduó en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Costa Rica y sacó su maestría en Comercio y Política Pública Internacional en George Mason University.

¿Se ha preguntado por qué el despilfarro parece ser la norma en el sector público? Milton Friedman, premio Nobel de Economía, decía que hay cuatro maneras en las que uno puede gastar dinero.

En el primer caso, uno gasta la plata propia en uno mismo. Cuando eso ocurre, uno tiende a ser escrupuloso, buscando siempre la mejor relación entre precio y calidad.

La segunda forma es cuando uno gasta el dinero propio en alguien más. Venimos saliendo de la época del amigo invisible y sabemos cómo funciona eso: uno anda ojo al cristo con el precio de las cosas, pero no le presta tanta importancia a la calidad del regalo.

En el tercer caso, uno gasta la plata de alguien más en uno mismo. Ahí, ¡vénganos tu reino! El énfasis es en la calidad —y cantidad— sin prestarle cuidado al costo. Al final de cuentas, un tercero paga la cuenta.

Finalmente, está la situación en donde uno gasta el dinero de alguien más en otras personas. En esta circunstancia, uno no vigila mucho la cantidad de plata que se gasta ni la calidad de lo que se recibe a cambio. Este es el escenario ideal para el despilfarro y la ineficiencia —y es aquí donde se mueve el Estado—.

La analogía de Friedman sirve para ilustrar los incentivos que enfrentan las personas a la hora de administrar recursos en los ámbitos público y privado. Además, aterriza de una manera muy clara lo absurdo que es el argumento de quienes sostienen que el desarrollo nacional parte por darle más recursos al Estado. (No olvidemos que todo lo que gasta el sector público se extrae del sector privado vía impuestos o endeudamiento).

En Costa Rica, en el período 2007-2014, experimentamos un incremento significativo del gasto del gobierno central como proporción de la economía (del 14,9% al 20% del PIB), sin que a cambio podamos identificar una mejora correspondiente en la infraestructura o en la calidad de los servicios que recibimos. Todo lo contrario, en ciertas áreas, como educación o justicia, hay informes que más bien apuntan a un deterioro, a pesar de que ahora se destina mucho más dinero a estas.

Si incluimos a las municipalidades, instituciones descentralizadas y órganos desconcentrados, el peso del gasto estatal aumenta a 30% del PIB. Para peores, según el Informe de Competitividad Global, Costa Rica se encuentra en la posición 118 entre 144 países en cuanto a la eficiencia de su gasto público.

Con esos antecedentes, ¿cómo es que darle más dinero al Estado nos va a hacer más ricos?

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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