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De la "economía vaquera" a la "economía del astronauta"
Mié, 31/08/2016 - 10:19

Karelys Abarca

Los controles de precios, miles de años de desatinos
Karelys Abarca

Karelys Abarca es Economista, egresada de la Universidad Central de Venezuela, y Profesora-Investigadora en la Facultad de Economía de esta casa de estudios. Ha sido dos veces Premio Nacional Alberto Adriani, galardón otorgado por el Banco Central de Venezuela y la Fundación Alberto Adriani. Twitter: @karelitabarca

El economista británico Kenneth Boulding escribió en 1966 un ensayo denominado "The economics of the coming spaceship earth"(La economía de la nave espacial llamada tierra), en plena carrera espacial entre Estados Unidos y Rusia por llegar a la luna. En este escrito, Boulding plantea los límites del crecimiento económico del planeta, desde el enfoque de la disposición de recursos y capacidad para asimilar residuos. Boulding comparó la visión convencional de explotación ilimitada de recursos naturales con la figura de "economía del vaquero". Para el vaquero del lejano oeste norteamericano, durante el siglo XIX, siempre había un lugar donde ir cuando se agotaban los recursos, moviéndose dentro de un espacio que parecía sin fronteras ni restricciones.

De acuerdo a Boulding, conservar una visión de crecimiento económico de la economía del vaquero no sólo resulta obsoleta, sino también de muy alto costo para el ambiente. La economía mundial se desarrolla dentro de un espacio limitado, con recursos relativamente escasos, por lo que compara al planeta con una nave espacial de recursos finitos. En esa nave es necesario optimizar el uso de los recursos naturales para garantizar el desarrollo de largo plazo y la supervivencia de la civilización humana. Boulding propone pasar de la visión de la economía vaquera a una economía del astronauta.

La economía del astronauta se caracteriza por gestionar de manera eficiente recursos limitados, amenazados por sobreexplotación y contaminación, considerando que la tierra, tal como una nave, debe transportar a millones de vidas en un sistema cerrado, sin capacidad suficiente para eliminar residuos y sin un destino o estación espacial final donde llegar. 

La diferencia entre ambos enfoques está en la concepción de consumo y producción. En la economía del vaquero, el consumo y la producción generan crecimiento cuando se expanden continuamente, en la economía del astronauta no es así. En la economía del astronauta, el éxito se mide por el bajo impacto negativo que genera la actividad económica en la naturaleza, recursos, calidad de vida y sostenibilidad de esa calidad de vida.

Boulding afirma que si existiese una reserva infinita de recursos y los sumideros de residuos fuesen también inagotables, el Producto Interno Bruto (PIB) sería un indicador confiable del éxito de la gestión macroeconómica de un país. Sin embargo, este indicador no distingue la parte de la producción que deriva de productos renovables y de productos no renovables, ni la parte de la producción que genera residuos contaminantes que amenazan fuentes de recursos naturales y la que no lo hace. 

Una propuesta que corrige el sistema de cuentas nacionales, donde el Producto Interno Bruto (PIB) y Producto Nacional Bruto (PNB) son los indicadores esenciales, fue impulsada por Nicolás Sarkozy de Francia y Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía. Es la llamada "Más allá del PIB". En esta propuesta se propone corregir la medición del PIB con un conjunto de indicadores que midan las rentas y el consumo de los hogares, el uso del tiempo libre, educación, sanidad, desigualdades e impacto ambiental.

En cuanto a la medición del impacto ambiental del consumo y la producción, la propuesta para corregir las limitaciones del Sistema de Cuentas Nacionales de Naciones Unidas es el Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica Integrada (SCAEI), también conocido como sistema de "cuentas ambientales" o "cuentas verdes". Este sistema permite cuantificar a nivel nacional la existencia de stocks de recursos y flujos asociados a la naturaleza, brindando relaciones detalladas de éstos con la economía. El objetivo estratégico de esta medición es medir la contribución del medio ambiente sobre la economía, así como el impacto de la actividad económica sobre el medio ambiente, con el fin de facilitar acciones pertinentes que aseguren el uso óptimo de los recursos naturales, evitando la degradación o agotamiento. Es decir, que parte fundamental del cambio de visión de economía vaquera a economía del astronauta pasa por cambiar la manera de medir la actividad económica.

A pesar de la evidencia contundente que se tiene, desde el siglo XX, de los límites ineludibles que impone el medio ambiente al crecimiento económico mundial, reflejado en el cambio climático y su impacto nocivo en la economía, aún en la actualidad permanece en muchos países la visión de la economía del vaquero, de ilimitada capacidad de producción y consumo, como si los recursos fuesen infinitos como las llanuras del lejano oeste. Un ejemplo es la economía venezolana, que posee todas las características de una economía vaquera, tal que Venezuela es en muchos sentidos el nuevo lejano oeste.

La economía venezolana primero vivió del cacao, hasta que agotó ese modelo; luego del café, después el petróleo. Y ahora que el petróleo está en crisis en el modelo de economía del futuro, el gobierno se enfermó de repente de la fiebre del oro y se volteó hacia el arco minero del Orinoco, para explotar los recursos minerales que quedan, sin importar el daño al medio ambiente y que Venezuela sea uno de los seis países con mayor biodiversidad en el mundo. 

El gobierno venezolano, asediado por la reducción de divisas provenientes de la exportación de petróleo, enfrenta una enorme deuda externa que lo ha llevado este año a pagar en promedio US$12 mil millones a los acreedores, enfrentando un duro cronograma de pagos para los próximos ocho años.

Ante ese escenario de agotamiento del modelo rentista, en vez de proteger el ambiente y apostar por la economía del astronauta, la economía venezolana se ha vuelto más vaquera desde que el gobierno creó por decreto la "Zona de Desarrollo Estratégico Nacional Arco Minero del Orinoco", en un desenfrenado intento de conseguir las divisas para sostener un modelo de consumo sin producción sustentable. 

Es así como se ha concedido el ecosistema más frágil y con mayores reservas de agua del país, dotado de oro, diamantes, hierro, bauxita, coltán y otros minerales, a unas 150 empresas beneficiarias de 35 países. 

Lamentablemente, las economías vaqueras están condenadas al fracaso, en un mundo donde los vaqueros ya no son famosos ni en las películas.

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