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Después de la reforma tributaria en Chile
Lun, 18/08/2014 - 14:18

Germán Mujica

Chile, país sin burbuja
Germán Mujica

Germán Mujica es ex subdirector de AméricaEconomía, y economista de la Universidad de Chile, con un postgrado en Boston University.

Un frío día de invierno pareció anunciar el sol para todos: una nueva reforma tributaria –despedazada la original entre el Senado, los pasillos académicos y una parte de la vieja Concertación- era concordada y celebrada por gobierno y oposición, mientras los grandes empresarios y la tecnocracia económica de alto perfil estampaban su aprobación, si no su autoría, a esta nueva y “más razonable” reforma.

Empresarios pequeños y grupos de interés variados también aplaudieron porque había algo para ellos. El telón de fondo era la otra “calle” -no la de las estudiantes- que, aseguran, había clavado las agujas de las encuestas en un muy incómodo punto de no aprobación sobre la ofensiva tributaria original del gobierno.

La temperatura económica, o al menos la sensación térmica, subió, cierto. La economía chilena devenida en tonos grises desde ya hace un año encontraría en esta reforma corregida una nueva luminosidad. La reforma tributaria concordada –sobre la cual falta discutir en el Congreso la ingrata y no despreciable letra chica, y quizás una que otra indicación gruesa- entregaría un panorama más despejado, existirían más certezas y menos incógnitas, es decir, todo lo que en principio necesita una economía sana y pujante, y el real sueño de inversionistas y empresarios.

Pero, si fuera así, ¿cuánto y por cuánto tiempo? Si la reforma original, según sus detractores, atentaba contra la inversión y el crecimiento, ¿quiere decir que ésta favorece la expansión económica, o al menos no le pone trabas? El pronóstico es reservado.

Para empezar, hay que constatar que el crecimiento potencial de la economía chilena es ahora de 4% o un poco menos, y un día no muy lejano fue de 5,5%; un constructo técnico como el “crecimiento potencial” no es una verdad escrita en piedra, pero algo dice sobre la ruta más probable de expansión de la economía.

En lo inmediato, por su lado, se ha venido instalando la idea de que el ciclo económico expansivo llegó a su fin, que los precios de los commodities tocaron techo y sólo pueden descender, que existe un ambiente regulatorio poco amigable con las empresas y que desalienta la inversión, que el frenazo de la inversión viene seguido de la caída en el consumo y, sí o sí, de un aumento del desempleo, que algunos boom sectoriales –como el inmobiliario, la minería, también la educación y algunas áreas de servicios- ya no son ni serán lo que fueron.      

Si el desafío de la Reforma Tributaria I era titánico, tanto que nunca llegó concretarse, la bienvenida a la Reforma Tributaria II debe superar un territorio abonado de números chicos y poco estimulantes. La cifra del Imacec es baja, la tasa de interés rectora continúa achicándose, la tasa de inversión se reduce, la creación de empleo asalariado se detiene, las importaciones de bienes de capital vienen en caída libre hace varios meses, mientras las expectativas de empresarios y consumidores no destacan por su optimismo. Está claro: cualquier avance en la economía chilena de ahora para adelante será de pasar de números chicos a números más robustos. O, como bien sintetizan en Hacienda, ir “de menos a más”.

La nueva reforma tributaria, sin embargo, fue acordada porque, según la oposición, “es menos mala” que la original, y porque, según el gobierno,  una reforma así era lo que “Chile necesitaba y estaba demandando” y que con el concurso de la oposición la nueva plataforma de impuestos solamente se perfecciona y logra un apoyo más amplio. Claramente, no son versiones muy coincidentes ni complementarias.  Menos para gente tan avezada como los grandes inversionistas y sus asesores, ni para gente con tanto sentido común como los consumidores y trabajadores  corrientes del país (que fueron según afirman, los que rechazaban mayoritariamente la reforma original).

No sabemos cómo va salir finalmente del Congreso la reforma tributaria, ni qué medidas del gobierno ni iniciativas y percepciones de sector empresarial van a estar sobre la mesa en algunas semanas más. Lo único claro es que si alguien piensa que con la reforma tributaria corregida la economía será “coser y cantar”, bueno, está equivocado.

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