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El antídoto
Jue, 10/11/2011 - 13:11

Carlos M. Adrianzen

Latinoamérica en tiempos interesantes
Carlos M. Adrianzen

Decano de la Facultad de Economia de la UPC y Senior Executive Fellow de la Escuela John F. Kennedy de la U. de Harvard.

Latinoamérica ha tenido buenos años en la última década. En términos generales, ha alcanzado razonables estándares de crecimiento y de estabilidad macroeconómica. Por supuesto que han existido deplorables excepciones (Venezuela, Bolivia), pero me temo que la historia económica regional va a reconocer nuestro pasado reciente como uno de relativa prosperidad. Y digo de relativa prosperidad, porque estos años etiquetados como buenos y solventados en muchos casos por círculos virtuosos entre la inversión privada y la exportación, han estado explicados por la coyuntura global, ajena a la región. Los países mejor ubicados en el desempeño aludido son justamente aquellos que han tenido bases para aprovechar mejor los precios de sus exportaciones. Precios beneficiados por el afán de gastar a como dé lugar en Norteamérica y Europa y por el surgimiento económico de China y la India.

Esta última proposición nos lleva a reconocer lo que rara vez se reconoce: que América Latina ha crecido pasivamente. En términos generales hemos olvidado por completo toda la agenda del proceso de modernización señalado como pendiente una década atrás.

Reconociendo esto vale la pena mirar hacia delante, justo cuando los precios internacionales que explican nuestros auges recaudatorios todavía persisten altos. Y es que hoy esto último se ve amenazado por lo que pasa en Europa y en Norteamérica. Como ha declarado recientemente Nouriel Roubini, destacado profesor de la Universidad de Nueva York, la recesión ya llegó. Las preguntas restantes solo implican cuán pronunciada y longeva será. Teniendo en cuenta los antecedentes aludidos en los dos párrafos previos, y lo que ya parece inminente la gran interrogante -doble- en estos días implica enfocar qué tipo de acciones serían aconsejables para superar los impactos y lo que resulta mucho más sugestivo dilucidar, qué tipo de políticas resultan previsibles tanto para gobiernos populares como los de Chávez, Fernández, Humala o Morales cuanto para gobiernos impopulares como el de Piñera o Calderón.

La primera pregunta no implica exprimirse el limón. Regímenes con variopintos indicadores de competitividad, significativos atrasos en áreas de reforma institucional, mucho menos abiertos que los asiáticos, e inclinados a inflar lo estatal en todos los ámbitos posibles, requieren defender la estabilidad macroeconómica y priorizar claramente la búsqueda de un alto ritmo económico.

Lo realmente espinoso e interesante (si no divertido) es la segunda interrogante planteada: las políticas previsibles dados los gobernantes que tenemos. Sobre América Latina se han escrito toneladas de tratados, artículos y comentarios. Se dice que cada país es un universo diferente. Que no cabe mayores generalizaciones ni predicciones. En estas líneas no compartimos esa creencia. Latinoamérica tiene demasiados puntos en común. El éxito es mal visto. El fracaso produce empatía. Se tiene pánico a dejar flotar el tipo de cambio. Nuestros presidentes se retiran ricos. Las reformas del Estado son siempre de papel. Nuestros regímenes de izquierda son liderados por ex militares golpistas o por simpatizantes rabiosos de estos. Nos creemos ricos cuando somos pobres y actuamos como si creyésemos que el Estado tiene la capacidad mágica de resolver todos nuestros problemas.

Basados en estas reflexiones podemos anticipar que el impacto de la actual recesión global va a ser doloroso, económicamente muy negativo. En algunos casos es probable que los gobernantes impopulares tengan que postergar las acciones requeridas, mientras que los gobernantes populares e ineptos van a tomar la recesión como una suerte de bendición. Después de todo, la creencia de que este impacto es una prueba tangible que la apertura y el mercado resultan opciones contraproducentes, es –a lo largo de toda la región– casi un elemento idiosincrático, una suerte de sello regional. Entendámoslo bien, en esa parte del mundo no debemos olvidar esa vieja lección. Usualmente las respuestas gubernamentales a las crisis globales no solo resultan ineficaces, sino que también implican tránsitos hacia el socialismo que terminan siendo mucho más costosos. Frente a este escenario me queda recordarles que existe un antídoto y es accesible: defender la estabilidad y la apertura al exterior. Con ello el crecimiento fluctuará pero, previsiblemente, implicará más ciudadanía que exigirá mejores gobiernos.

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