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El juego geoestratégico atrás de la crisis de la península coreana
Dom, 07/04/2013 - 19:08

Rodrigo Álvarez

La ONU y Lula Da Silva: ¿modernización o crisis?
Rodrigo Álvarez

Rodrigo Álvarez es Académico-Investigador Escuela de Periodismo de la Universidad Mayor, Coordinador e Investigador del Programa-Centro de Estudios Coreanos Chile de IDEA y Profesor de la Carrera de Periodismo de las Universidad de Santiago de Chile. Es Doctor en Estudios Latino Americanos, mención Relaciones Internacionales; Master of Arts en Economía Política Internacional por la Universidad de Tsukuba (Japón) y IVLP por el The United States Department of State Bureau of Educational and Culture Affairs. Además, es Periodista y Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Diego Portales (Chile). Es miembro del Nuclear Security Governance Expert Group (NSGEG), del Fissile material Working Gruop (FMWG) y de la Red de Seguridad de América Latina (Resdal).

No cabe duda que la crisis de la península Coreana ha avanzado hasta niveles poco esperables, una crisis que demanda intentar observar qué es lo que está en juego y quiénes son sus actores detrás de ella.

Según el IISS (The International Institute for Strategic Estudies, según sus siglas en inglés), en Corea del Norte es posible verificar tres etapas en su desarrollo nuclear. La primera, entre 1959 y 1980, cuando su programa nuclear era asistido por la ex Unión Soviética y estaba orientado a la investigación y entrenamiento en esta materia. La segunda entre 1980 y 1994, período en el cual esta nación avanza sustantivamente en tecnología nuclear y se pone como objetivo el desarrollo de facilidades nucleares que le permita producir uranio enriquecido con fines militares. La tercera etapa, entre 1994 y 2002, la cual estuvo marcada por la paralización del proyecto de enriquecimiento. La cuarta se ha prolongada desde 2002 hasta hoy, y ha considerado el retiro de Corea del Norte del Tratado de No-Proliferación y Desarme (TNP) y más importante aún la reanudación de su programa de enriquecimiento de uranio.

El escenario actual es complejo y ha puesto en choque directo a dos potencias mundiales. Por un lado, el poder económico y militar de los Estados Unidos, y por el otro, la potencia emergente de China. El proceso ha sido difícil y donde está claro que se trata, a la antigua usanza de la guerra fría, de un enfrentamiento entre dos actores mayores (Estados Unidos y China). 

Como entonces, pero ahora en un mundo multipolar, estas naciones están utilizando piezas del ajedrez (Corea del sur, Japón y Corea del Norte). La crisis, asumiendo la incapacidad militar de Corea del Norte de iniciar y sostener una guerra sin el apoyo directo de China, ha sido una coyuntura peligrosamente eficiente para que Estados Unidos pueda profundizar y consolidar su presencia en la región. 

Desde una perspectiva de seguridad, considerando el nuevo desafío que China significa, Estados Unidos está interesado en consolidar su estrategia del “Eje del Pacífico” (Pacific Pivot) o también conocida como de “Rebalanceo” de su atención y recursos hacia el Asia-Pacífico. La zona enfrenta un gran número de disputas territoriales y pareciera necesario consolidar una presencia más activa.

Ya antes de la actual crisis de la península de Corea, la relación entre ambas naciones se había tensionado con la crisis entre China y Japón, de las Islas Senkaku/Diaoyu. 

Si bien es un hecho conocido que ni para Estados Unidos, ni para China una guerra en la península es deseada, ambos parecieran tener el mayor interés de demostrar cuál es su peso relativo correspondiente. El primero en hacerlo, por una cuestión lógica de superioridad, fue Estados Unidos. Para esto hizo ver sus bombarderos B-52, B2 y su nuevo avión F-22 “Raptor”. El segundo, en una clara señal de apoyo, comenzó, según datos de Estados Unidos, a movilizar tanques y aviones de combate a la frontera con Corea del Norte.

En esencia, esto se trata del dominio del Noreste Asiático y las múltiples riquezas que en la zona existen, así como una confrontación política. Por un lado, Estados Unidos quiere mantener, pero sobre todo, incrementar su presencia. Por el otro, China necesita demostrar que está en condiciones de jugar un rol más activo como contra balance.