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El lado B de la visita de Li Keqiang: ¿una disputa por Latinoamérica y El Caribe?
Mar, 26/05/2015 - 15:11

Rodrigo Álvarez

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Rodrigo Álvarez

Rodrigo Álvarez es Académico-Investigador Escuela de Periodismo de la Universidad Mayor, Coordinador e Investigador del Programa-Centro de Estudios Coreanos Chile de IDEA y Profesor de la Carrera de Periodismo de las Universidad de Santiago de Chile. Es Doctor en Estudios Latino Americanos, mención Relaciones Internacionales; Master of Arts en Economía Política Internacional por la Universidad de Tsukuba (Japón) y IVLP por el The United States Department of State Bureau of Educational and Culture Affairs. Además, es Periodista y Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Diego Portales (Chile). Es miembro del Nuclear Security Governance Expert Group (NSGEG), del Fissile material Working Gruop (FMWG) y de la Red de Seguridad de América Latina (Resdal).

La visita del primer ministro de China,  Li Keqiang a Colombia, Perú, Brasil y Chile, ha sido todo un acontecimiento para las alicaídas economías de nuestra región. La posibilidad de acceder a una parte de los recursos que China anunció que tenía destinados para inversión, movilizó a muchos.

El 9 de enero de este año, en la apertura del primer Foro Ministerial China-Celac, el presidente Xi Jinping informó sobre la disposición a incrementar la inversión de su país en América Latina y El Caribe. El presidente chino comunicó el gasto de recursos por un monto de U$250.000 millones, los que tienen el objetivo, durante los próximos diez años, de financiar proyectos de inversión en esta zona del mundo. Efectivamente, los anuncios de posibles inversiones son significativos, destacándose el proyecto para construir una vía férrea que una el Pacífico y el Atlántico, en territorio peruano y brasileño.

Sin embargo, esto no es lo medular de la visita del primer ministro Li. Lo central, sobre lo cual casi no se hace mención, es el lado B de la visita: el fin de un ciclo y el comienzo de uno nuevo. En esencia, esta visita, la cual ha tenido un fuerte hincapié en la inversión, tensiona aún más la relación entre cooperación y hegemonía de la política exterior de China. Para quienes estudiamos este país desde una perspectiva política, y no sólo económica, sabemos que los mensajes de cooperación están cediendo a una realidad más acorde a lo que China es hoy: un país que avanza a consolidarse como una potencia de influencia avanzada (no global), hacia mediados del siglo XXI.

De esta manera, la China de Xi Jinping está en un lógico pero aún no oficialmente declarado punto de inflexión de su política exterior. Podemos, entonces, hablar de un momentum que yo defino como "coo-hegemónico", donde la idea del discurso de la cooperación no desaparece, pero sí queda subsumido en la nueva etapa de un mayor y más claro posicionamiento hegemónico.

Por el contrario, como sostiene Robert Keohane, la cooperación no es la antítesis a la hegemonía, sino que la hegemonía depende de un cierto tipo de cooperación asimétrica. Es por esto que, utilizando la definición de Keohane, China estaría incipientemente midiendo los alcances y significados de ejercer un tipo de poder más de carácter hegemónico, donde el poder y la riqueza deben estar orientados a tener control sobre las materias primas, fuentes de capital, mercados y ventajas competitivas en la producción de bienes con alto valor agregado.      

No hay duda que China ha alcanzado una mayor participación en el sistema internacional, donde lo crucial para ésta sigue siendo, en el corto y mediano plazo, desarrollar una sinergia positiva con el orden global. Así, su relación con los países pequeños, pero importantes suministradores de materias primas y algunos de mercados, es central en su camino para sostener su tasa de crecimiento y con ello de desarrollo. Sin embargo, si bien China está dando pasos firmes para desarrollar un rol político más activo en la región y el mundo, también es cierto que no es posible aún referirse a ella como un poder mundial.

De este modo, lo importante es resolver algunas preguntas centrales que dominarán el debate en los próximos años sobre la presencia de China en América Latina y El Caribe (y el mundo): ¿generará la presencia China una modificación de la dominación histórica de Estados Unidos en su zona de influencia directa? ¿Tiene China la capacidad para disputar este dominio? ¿Está la región preparada para una participación política más activa de China en la política exterior de América Latina y El Caribe? ¿Hay una o múltiples interpretaciones de lo que China representa para el interés regional?, y ¿son similares las mediciones e interpretaciones que cada país de América Latina y El Caribe hace sobre su interés nacional por un mayor rol político, económico y cultural de China en la región?