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El proteccionismo de Trump y el Perú
Lun, 08/05/2017 - 08:37

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Donald Trump se precia de ser imprevisible. Por ejemplo, en cuestión de días elevó los aranceles a la madera canadiense, anunció su inminente retiro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), para luego anunciar el inicio de su renegociación. ¿Qué tan probable es que su próximo anuncio involucre al Perú?

Para responder habría que establecer primero qué es lo que motiva su agenda comercial. Los calificativos que Trump endilga en la materia tienen como blanco predilecto a Canadá, China y México. Es decir, a sus tres principales socios comerciales. Dada la escasa relevancia del comercio con el Perú para la economía estadounidense, ¿deberíamos confiar en que, merced a esa irrelevancia, podríamos pasar desapercibidos?

No necesariamente, como prueba el que Trump busque renegociar el acuerdo comercial con Corea del Sur. Así como la política comercial hacia China se supedita a temas ajenos al comercio (V., su cooperación para lidiar con el programa nuclear norcoreano), en el caso de Corea del Sur la política comercial parece estar subordinada a su cooperación en el mismo tema (por ejemplo, contribuir a financiar la instalación de un sistema de protección contra misiles en su territorio). Lo mismo podría ocurrir en nuestro caso al lidiar con temas sensibles, como el narcotráfico.

En el plano estrictamente comercial, los factores que reducen la probabilidad de un coletazo proteccionista son otros. Porque considera que le permite potenciar su posición negociadora, la administración Trump prioriza las negociaciones comerciales bilaterales por sobre las negociaciones regionales (V., el TPP) o globales (V., la OMC). Y el acuerdo con Perú es de carácter bilateral.

Pero el acuerdo con Corea del Sur también es bilateral, así que por sí sola esa condición no nos hace inmunes a su deriva proteccionista. Existen sin embargo dos factores adicionales que nos diferencian de casos como los de Corea del Sur o México. Uno es la preocupación específica de la administración Trump por los déficits que sostiene con sus socios comerciales (los cuales busca revertir). Así, en el caso de México en 1993 (es decir, antes del TLCAN), los Estados Unidos tenían un superávit comercial de 1663 millones de dólares. En 2016 en cambio, los Estados Unidos tuvieron un déficit de 63,192 millones de dólares en su comercio con México. En el caso peruano, el acuerdo comercial tuvo el efecto inverso: los Estados Unidos pasaron de sostener un déficit de 710 millones de dólares en 2003 (es decir, antes del TLC), a conseguir un superávit de 1,780 millones de dólares en 2016.

El otro factor que nos diferencia, tanto de Corea del Sur como de México, es otra preocupación explícita de la administración Trump en materia comercial: según el Memorándum de Transición que diera a conocer antes de asumir el cargo, en temas comerciales la preocupación fundamental de su gobierno es “retener y recuperar trabajos industriales”. A diferencia de Corea o México, el Perú no realiza mayores exportaciones industriales hacia los Estados Unidos.

Por último, la razón esgrimida para elevar los aranceles a la madera canadiense fueron los presuntos subsidios que esta obtendría de su gobierno. Aunque podría alegarse que el Perú no subsidia sus exportaciones, cabría recordar que el gobierno canadiense alega lo mismo desde que en 1982 se iniciaran la controversia con los Estados Unidos respecto a sus exportaciones de madera. 

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