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El reciente anuncio de Carstens y Videgaray
Mar, 23/02/2016 - 08:33

Fernando Chávez

Los saldos económicos de la guerra mexicana contra el poder narco
Fernando Chávez

Fernando Chávez es economista y docente de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM). Actualmente es coordinador del sitio de divulgación económica El Observatorio Económico de México. Su línea de investigación abarca remesas y migración, política monetaria, banca central, federalismo fiscal y macroeconomía. Desde 1984 se desempeña en el ámbito editorial como autor y coordinador de publicaciones, boletines, revistas y secciones de periódicos.

La decisión conjunta del Banco de México y de Hacienda anunciada la semana pasada apunta en una línea correcta, si el objetivo principal es apuntalar la estabilidad monetaria. La opinión pública se ha mostrado escéptica y desconfiada con lo resuelto por estas autoridades y tiene toda la razón. Después de varios meses de depreciaciones del peso frente al dólar, las consecuencias en la inflación oficial (medida a través del índice de precios al consumidor) fueron anormales o extrañas: no sólo no subió la tasa anual del 2015, sino que bajó hasta un punto en que se consideró la más baja en 45 años. Sin embargo, en la "canasta" particular de bienes y servicios de millones de familias la tasa de inflación se disparó irremediablemente. Esto explica la incredulidad de los ciudadanos frente a los datos de inflación oficial.

En las primeras semanas de 2016 la autoridades reconocieron que ya era innegable el contagio de los precios por la volatilidad alcista de precio del dólar. Era el momento de cambiar de estrategia para frenar esta situación: subir la tasa monetaria -responsabilidad exclusiva del banco central- y dejar de lado la subasta predecible de dólares para mitigar el nerviosismo de los mercados financieros y, por supuesto, dar señales a la opinión pública de que se estaba haciendo lo correcto y oportuno para corregir esta situación explosiva.

¿Por qué no se tomó desde hace meses la opción de subir las tasas de interés? Por que no había señales contundentes de que la tasa de inflación anual estuviera afectada por la devaluación continua del peso frente al dólar. En tanto eso no sucediera para el banco central y Hacienda, las múltiples voces que pedían subir la tasa de interés podían ser ignoradas o minimizadas. El problema para las autoridades aparece no solamente cuando hay ciertos componentes del INPC que registraron alzas "inusuales", sino que las expectativas inflacionarias de todos los grupos económicos se comenzaron a deteriorar hasta el punto en que la famosa meta cuantitativa de 3% más y menos uno podría dejar de ser el "ancla nominal" de la estrategia monetaria del Banxico. Y eso no es ni era un asunto menor. De ahí la declaración conjunta de Carstens y Videgaray del 16 de febrero pasado.

La terapia ortodoxa de corto plazo que se indica para situaciones como la descrita supone también una participación de Hacienda con ajustes fiscales por el lado del gasto público. O caminan juntos y en la misma línea, o la eficacia estabilizadora nunca llegará. El obstáculo inmediato e imponderable a esta medida es la reacción social, que será no solamente escéptica y desconfiada, sino de rechazo abierto. Los empleos que se perderán, con buenas o malas razones económicas, son demasiados frente a la corrupción crónica y el derroche inocultable que hay en el gobierno de Peña Nieto y en casi toda la clase política actual con poder gubernamental y con chequera en mano.

(Y, para muestra de lo anterior, con un botón basta. Pero no resisto en esta ocasión remitirme mejor a dos botoncitos: el año pasado el diario Reforma publicó una nota de Benito Jiménez, que once jubilados de Pemex cobran 27 millones de pesos al año -cerca de US$2 millones de entonces-. Y en el ayuntamiento de Naucalpan, según nota informativa en el mismo diario, la reportera Norma García informa que se adquirió en 2009 un tren de asfalto "que nunca se uso", el cual costó 50 millones de pesos y ahora está abandonado desde 2010).

Volvamos al mundo lucidor de la lógica macroeconómica, digo nada más, si es posible desentendernos un rato de los muchos botones de muestra de la corrupción y el derroche que sofocan al país.

La medida de subir la tasa de referencia pudo haber sido tardía, sin duda. Pero no demasiado. La velocidad de esta acción de política monetaria tuvo efectos  inmediatos y se notó en la cotización del dólar hacia la baja. Hay que destacar que las autoridades fueron también tardías en reconocer que en las últimas semanas se incrementaron los componentes especulativos, como una especie de concesión a los críticos a la larga permanencia de la subasta de dólares sin subir la tasa de interés.

¿Qué pasará con el gasto público y, sobre todo, con la inversión pública a partir del ajuste anunciado por Videgaray? Desde hace 32 años, aparentemente, los recortes ortodoxos intermitentes han sido solamente de fines coyunturales. Pero no es así. Los datos de un estudio del CEESP (Centro de Estudios Económicos del Sector Privado) revelan que, con los datos del INEGI, la inversión pública como proporción del PIB en 2014 llegó a ser de 3,9%, el cual se considera el más bajo desde 1946. O sea que la retirada del Estado de la economía ha sido persistente desde hace décadas hasta llegar al punto en que nos encontramos ahora, sin resultados que justifiquen ese cambio estructural de largo aliento.

Pero por muy filosas que se vean las tijeras de Videgaray hay muchas voces y plumas prestigiadas que denuncian maniobras para simular un ajuste fiscal que es inexistente. Por ejemplo, el economista Juan Moreno Pérez sostiene y concluye en un artículo muy bien documentado que:

"Considero que el factor más importante que recientemente está incidiendo es la creciente pérdida de credibilidad en el manejo de la política fiscal. No se puede seguir diciendo, sin ninguna consecuencia, que se está ajustando el gasto público, en lo general, y el de PEMEX, en lo particular, cuando los datos que se van publicando señalan exactamente lo contrario" (ver Reporte Macroeconómico de México, febrero de 2016).

Y por otra parte, Salvador Kalifa, también economista, en el diario El Norte de Monterrey, fue no menos duro y riguroso en un texto publicado la semana pasada:

"El gobierno de EPN cosecha lo que otros sembraron, pero en el proceso ha vulnerado considerablemente la solidez fiscal al incrementar la deuda bruta del sector público como porcentaje del PIB del 34,0% en el 2012, al 44,6% el año pasado. Las excusas de la SHCP son que otros países, ante la crisis financiera de 2008-2009, también han elevado sus deudas como porcentaje del PIB y que la nuestra es de las más bajas".

Hay que atender estas dos voces y otras más que andan por ahí advirtiendo que las finanzas públicas no son hoy lo que anuncia Hacienda. Pero hasta aquí llego sobre esta cuestión , pues el tema de ellos dos me rebasa aquí con mucho. 

¿ Y los pronósticos de Hacienda para 2016 se mantienen igual que en noviembre del año pasado? Extrañamente sí, o sin grandes cambios. El dato de inflación sigue en 3%; el crecimiento del PIB real se mantuvo en 3,1%; el de empleo formal no se pronostica;  las tasas de interés de corto plazo subirán, por supuesto, producto de un ascenso mayor esperado de la tasa monetaria que resuelve el Banxico; y el déficit en la cuenta como proporción del PIB se estima aún en 2,6%.

Los pronósticos macroeconómicos de corto plazo, para que funcionen, se tienen que hacer seguido, dicen los viejos de la tribu. Y tienen toda la razón. En los diez meses que siguen de este año eso veremos, pero la incertidumbre prevalecerá. No puede esperarse otra cosa en un mundo convulso. 

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