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El rompecabezas del Estado Islámico
Mar, 17/11/2015 - 11:28

José E. Mosquera

La interconexión eléctrica Colombia-Centroamérica
José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

El surgimiento del Estado Islámico en un tercio del territorio de Irak y Siria ha desatado un rompecabezas para sus tambaleantes gobiernos. De hecho, ambos gobiernos no sólo afrontan los desafíos que implica combatir militarmente a este grupo de yihadistas suníes, sino las amenazas que encarna para sus existencias como Estados. Además del efecto dominó que pueden desencadenar sus acciones sanguinarias en la estabilidad política del Medio Oriente, una región gobernada por regímenes autocráticos con características comunes: abusos de poder, marginalidad, pobreza y restricciones a las libertades ciudadanas que han originado el levantamiento de nuevos grupos yihadistas.

Un grupo extremista como EI se constituye en una amenaza para aquellas autocracias, cuyos líderes viven en la opulencia mientras los pueblos languidecen de hambre. Por eso, las luchas por el poder son sangrientas y bestiales. En Irak busca impedir que el gobierno chiíta gobierne zonas del centro y norte dominadas ancestralmente por suníes. La fortaleza económica y la capacidad militar que ha adquirido para reclutar cerca de 70 mil yihadistas suníes de la región y de los suburbios del mundo lo ha convertido en una temible amenaza para las autocracias y para los intereses de las potencias occidentales en el Medio Oriente.

El EI es una organización sunita que fue armada, entrenada y financiada por Arabia Saudita, Estados Unidos y Francia como estrategia para enfrentar el expansionismo chiíta de Irán. Pero ahora el EI con los brutales atentados en París y sus terroríficas ejecuciones se ha convertido en un engendro diabólico y ha movido el péndulo de la geopolítica internacional hacia el Medio Oriente.

El EI no sólo tiene en aprietos los maltrechos gobiernos de Irak y Siria, donde controla extensos territorios estratégicos que poseen grandes reservas de petróleo, zonas preponderantes dentro del mapa petrolero mundial y clave para los intereses estratégicos de potencias occidentales en el Medio Oriente.

En Irak controla cinco campos petroleros, refinerías y una central hidroeléctrica y de abastecimiento de agua. En Siria domina otros tres grandes pozos petroleros y refinerías, que producen miles de barriles diarios petróleo, que sacan de contrabando por la frontera con Turquía. El gran dilema para la coalición que ha conformado Estados Unidos, la UE, Rusia y los países árabes, para combatir el IE, es cómo convertir en aliados estratégicos ahora a grupos extremistas que en el pasado ellos combatieron. Un conflicto que no es nuevo en la política exterior de las potencias, especialmente en la de Estados Unidos, Francia e Inglaterra: asociarse con grupos extremistas para combatir a otros, al igual que con países que patrocinan organizaciones fundamentalistas.

El surgimiento del EI es el resultado de las tensiones políticas que generó la invasión de Estados Unidos a Irak y su desastrosa política que aplicó cuando depuso la dictadura de la minoría suníes de Hussein y llevó al poder a la mayoría chiíes. Estados Unidos con el derrocamiento de Hussein buscó reconfigurar los poderes chiíes en la región para blindar sus intereses estratégicos, pero salió trasquilado.

El derrocamiento de la dictadura sunita que había reprimido durante dos decenios a los chiítas y el ascenso al poder de estos últimos, incrementó más rivalidades entre esas dos divisiones. Enfrentamientos que han originado el surgimiento de nuevos grupos yihadistas suníes contra las políticas chiítas... y uno de ellos es el EI.

Obviamente que los sunitas y chiítas no son doctrinas islamistas monolíticas, sino que dentro de ellos existen rivalidades entre sectores radicales y moderados por intereses políticos y económicos propios de las particularidades de cada país. Rivalidades que Estados Unidos y otras potencias manipulan para configurar un mapa político regional de acuerdo con sus intereses económicos y geoestratégicos.

La guerra en Irak, la primavera árabe y los conflictos en Libia y Siria no sólo han generado una profunda inestabilidad política en Medio Oriente, sino que han alimentado nuevos tipos de conflictos y más grupos yihadistas suníes con células externas en Estados Unidos y Europa. Células conformadas por jóvenes que a pesar de haber nacidos en aquellos países son discriminados y excluidos por la xenofobia en contra de los inmigrantes musulmanes. Muchos de esos jóvenes se sienten identificados con el EI, donde pueden obtener una nueva identidad y ser reconocidos como parte integral de una sociedad incluyente.