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Hipocresía de la FIFA
Vie, 07/10/2016 - 10:10

Pascal Beltrán del Río

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Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Como ya he escrito en este espacio, no me gusta el infame grito que lanzan a coro algunos aficionados en los partidos de futbol a la hora de que despeja de meta el portero del equipo rival (“¡Eeeeeeeh.... ¡puuuto!”).

Me parece de mal gusto. Comprendo que parte del chiste de ser aficionado al futbol, irle apasionadamente a un equipo y asistir al estadio es insultar a la otra escuadra. Pero, como todo en la vida, hay límites. Y, para mí, el límite es la discriminación.

El susodicho grito tiene una clara carga homofóbica. ¿Por qué? Porque se trata de decir que el portero rival es poco hombre y, por eso, vale menos.

Sé muy bien que mi interpretación semántica y cultural de este uso de la palabra puto no es la única. Tengo amigos queridos, cuyas opiniones respeto, que me dicen que, en este caso, puto puede ser sinónimo de cobarde o de pinche.

Por ejemplo, hay ocasiones que un muchacho reta a otro a hacer algo atrevido diciéndole “ándale, no seas puto”. También, es cierto, cuando se eleva la temperatura ambiente se suele decir que “hace un puto calor”.

Sin embargo, yo creo que ninguno de esos sentidos son los que se le da a la palabra puto en este grito. Si hubiera de encontrar un sinónimo, sería maricón. Es decir, homosexual.

Los gritos discriminatorios no son raros en el futbol mexicano. Apenas el fin de semana pasado, aficionados de las Chivas llamaron “chango” y otras expresiones denigrantes a Jefferson Cuero, jugador colombiano del Morelia.

Por ello, debe haber un esfuerzo por parte de la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut), los medios, los aficionados organizados y, en general, los mexicanos que se oponen a la intolerancia para desterrar de los estadios toda forma de discriminación.

Dicho eso, me parece que las multas aplicadas por la FIFA a la Femexfut son un gran acto de hipocresía.

¿Por qué? Porque la FIFA no solamente jamás ha sancionado a países que tienen leyes que castigan la homosexualidad (como Uganda, que actualmente está en el grupo E de la zona africana en las eliminatorias para el Mundial de 2018) sino que ha otorgado la sede de las dos siguientes ediciones de la Copa del Mundo a países que tienes tales leyes, como Rusia y Qatar.

En Uganda, una ley aprobada por el Parlamento en 2014, y firmada por el presiente del país, impuso la pena de muerte a quienes tuviesen relaciones continuas con personas de su mismo sexo. Y aunque la Corte Suprema la tiene congelada, dicha legislación ha sido motivo de agresiones contra miembros de la comunidad gay.

En Rusia se castiga con multas la “propaganda homosexual” y en Qatar la ley prevé penas de prisión de uno a tres años para quien sea sorprendido en un acto de sodomía.

La sanción contra México –que conlleva la amenaza de veto al estadio e incluso la eliminación del país de Rusia 2018, en caso de reincidencia– es dispareja con lo que hace la FIFA en el resto del mundo.

Lo único que va a ocasionar la FIFA es el emberrinchamiento de los aficionados que lanzan ese grito y que se asiente en este país muy chovinista la impresión de que le quieren imponer algo desde fuera y castigar sus muy mexicanas costumbres.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.