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Influenza, afluencia e influencia
Lun, 17/10/2016 - 09:15

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

En 2013, un joven estadounidense robó licor, condujo ebrio y causó con su vehículo la muerte de cuatro personas. Su defensa argumentó que no era pasible de responsabilidad penal porque padecía de "afluenza" (conjunción de "afluencia" e "influenza"). Patología producto de una crianza privilegiada sin restricciones normativas, la cual hace que quien la padece no sea consciente de las consecuencias de sus actos.

Refiriéndose a una actriz que estaba a punto de conocer, Donald Trump dijo en 2005 lo siguiente: "Tomaré unas mentas en caso de que comience a besarla. Sabes, me siento automáticamente atraído hacia las bellas, simplemente comienzo a besarlas. Es como un imán. Simplemente beso, ni siquiera espero. Y cuando eres una estrella te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa, manosear su vagina, cualquier cosa". Se trata del mismo individuo que alguna vez dijo "podría pararme en la Quinta Avenida, dispararle a alguien y no perdería ningún voto", o que se vanagloria de la astucia que requiere evitar ad infinitum el pago del impuesto a la renta. Suponiendo que la dolencia exista, ¿podría Trump ser diagnosticado como víctima de afluenza? Creo que no, porque esta asume que una vida de privilegios sin límites nos impediría adquirir conciencia sobre las consecuencias de nuestros actos, y los actos de Trump no tuvieron mayores consecuencias legales.

Tomemos el ejemplo de sus tributos. Warren Buffett declaró alguna vez que no tenía sentido que la ley le permitiera a él pagar una proporción menor de sus ingresos en impuestos que a su secretaria. El tema es que si algunas leyes establecen una tributación regresiva, eso no es producto del azar. Como recordó el propio Trump durante el segundo debate presidencial, cables filtrados por Wikileaks revelaron que ante una audiencia compuesta por magnates de las finanzas, Hillary Clinton les hizo notar que, ante las leyes que regulan su sector, les convenía tener una posición pública diferente a la que expresaba ante ellos en privado.

Según una investigación del New York Times, casi la mitad de los aportes de campaña en la etapa inicial de las elecciones primarias demócratas y republicanas provenían de tan sólo 158 familias. A su vez, la fortuna de 64 de esas familias provenía de una sola industria: la financiera. Es decir, de la industria que, junto con la de seguros, es la que más recursos invierte en la contratación de empresas de cabildeo, dedicadas a influir en la legislación y la regulación pública.

Eso contribuye a entender el principal hallazgo del libro "Affluence and Influence", de Martin Gilens. Este compila respuestas a unas 2.000 preguntas sobre preferencias de políticas públicas entre mediados de los 60 y 2006. Controlando por otros factores, encuentra que cuando las preferencias de los sectores de mayores ingresos difieren de las del resto de la población, las políticas públicas sólo responden a las preferencias de los sectores de mayores ingresos. Todo lo cual explica el trato favorable en materia tributaria que reciben sus deudas y ganancias de capital. Por ello, según un estudio citado por el New York Times, desde 1979 "el 0,1% de los contribuyentes estadounidenses que trabajan en las finanzas prácticamente han quintuplicado su participación en el ingreso nacional".

La mayor ironía en esta elección, es que Donald Trump sea el principal beneficiario de ese estado de cosas: como contribuyente y como candidato.

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