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La elección italiana y la encrucijada alemana
Mar, 12/03/2013 - 20:40

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

En días pasados, Peer Steinbruck, líder de la socialdemocracia alemana, calificó a los políticos italianos Silvio Berlusconi y Beppe Grillo como “payasos”. Eso le valió la protesta de los payasos (en voz de insignes miembros del gremio, como Bernhard Paul y Oleg Popov). A su vez, la revista The Economist presentó en portada fotos de Berlusconi y Grillo bajo el siguiente titular: “Hagan pasar a los payasos (de cómo la desastrosa elección italiana amenaza el futuro del euro)”. 

Incluso si aceptáramos la premisa de que esos políticos italianos encarnan una concepción circense de la política, habría que decir que no pocos entre sus críticos foráneos encarnan una alternativa no menos preocupante: una concepción aristocrática de la política. 

Recordemos sino el referéndum de 2008 en el cual los irlandeses votaron en contra del Tratado de Lisboa, siendo conminados a acudir a las urnas cuantas veces fuera necesario para obtener el resultado contrario. El temor al debate público y a la voluntad de los electores se expresó también en la presión (de gobiernos y mercados por igual), en favor de que el parlamento italiano respaldara un gobierno presidido por Mario Monti sin pasar por las urnas. Y ese gobierno designado sin mayor escrutinio público debía aplicar políticas de austeridad que tuvieron un efecto adverso sobre las condiciones de vida de la mayoría de los italianos. Se dirá que ese trago amargo era necesario para curar los males de la economía de Italia. Pero eso es discutible dado que esas políticas no han conseguido su objetivo declarado en países como Grecia, España o la propia Italia (es decir, reducir la deuda pública como proporción del producto), porque la reducción del déficit fiscal tuvo un efecto mayor de lo esperado sobre los niveles de actividad económica. Lo dice el economista en jefe del Fondo Monetario Internacional, el francés Olivier Blanchard, en su informe “Errores en el Pronóstico de Crecimiento y Multiplicadores Fiscales”, según el cual esos pronósticos subestimaron el impacto negativo de las políticas de austeridad sobre los niveles de demanda y empleo. Podría por ende postularse como hipótesis que la concepción aristocrática de la política es la causante de la concepción circense que tanto deplora. 

Es probable, sin embargo, que el principal impulsor de las políticas de austeridad en Europa (el gobierno alemán) sea más flexible en el futuro, y ello en forma independiente del resultado de las elecciones generales que se realizarán este año en Alemania (por ejemplo, ampliando los plazos para cumplir metas fiscales, condonando una porción adicional de la deuda de países como Grecia, o tolerando una política monetaria más laxa por parte del Banco Central Europeo). Dos razones hacen prever ese cambio en la actitud de Alemania. La primera son las cifras recientes de crecimiento en la Unión Europea, en donde se produjo una contracción de 0,6% en el último trimestre de 2012, con una caída del producto en las cuatro principales economías de la euro zona (es decir, Alemania, Francia, Italia y España). Lo cual era previsible, cuando se considera que el comercio exterior es la base del crecimiento alemán, y la euro zona representa el 42% de ese comercio. Además, el gobierno y los bancos de Alemania están entre los principales acreedores de la deuda pública de países como Grecia, por lo que estarían sumamente expuestos a los efectos de una eventual cesación de pagos. 

Y no está de más recordar que un mercado común como la Unión Europea (con libre comercio entre sus miembros, pero proteccionista respecto a terceros), favorece más que a nadie, a la más competitiva entre las economías que lo integran (es decir, la alemana). En otras palabras, el desempeño económico alemán depende de sus díscolos vecinos del sur más de lo que sus políticos estarían dispuestos a admitir en un año electoral. 

Por eso es probable la flexibilización señalada en las políticas que Alemania promueve en la euro zona en el futuro previsible, independientemente del resultado electoral en la segunda mitad del año. Si como sugieren las encuestas, Ángela Merkel continúa al frente del gobierno alemán, estará en condiciones de controlar a los sectores euroescépticos de su partido, dado que este viene de sufrir varias derrotas consecutivas en elecciones regionales, mientras que Merkel mantiene una alto nivel de aprobación entre los electores (no en vano la Democracia Cristiana la reeligió como su líder de cara a la contienda electoral por virtual unanimidad). En tanto, los socialdemócratas tienden a ser más europeístas que los democristianos, cabría prever lo mismo en la eventualidad de que sean ellos quienes se alcen con la victoria, o establezcan un gobierno de coalición con el partido de Ángela Merkel.

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