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La tragedia de Orlando
Lun, 20/06/2016 - 10:31

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

La primera vez que Omar Mateen fue investigado por el FBI fue porque habría revelado ante compañeros de trabajo que pertenecía al grupo libanés Hezbolá, y tenía vínculos con Al Qaeda. Poco después fue objeto de una segunda investigación por parte del FBI, en esta ocasión por sus presuntos vínculos con Mohamed Abu-Salha, un ciudadano estadounidense que viajó a Siria para perpetrar un atentado suicida en representación del Frente Al Nusra (la rama siria de Al Qaeda). Cuando finalmente perpetró el atentado en Orlando, Mateen reivindicó como fuente de inspiración a Mohammed Abu Salha, a los hermanos Tsarnaev (perpetradores del atentado terrorista en la maratón de Boston), y proclamó su lealtad al Estado Islámico (como este exige a quienes perpetran atentados en respuesta a su llamado global a atacar a ciudadanos de los países que integran la coalición que lideran en su contra los Estados Unidos).  

¿Cuál es el problema con esas reivindicaciones? Que son contradictorias entre sí: Hezbolá es una fuerza política cuyos militantes provienen de la rama chií del Islam, y tanto para Al Qaeda como para el Estado Islámico el Islam chií constituye una apostasía (es decir, sus fieles no son considerados musulmanes). Sus diferencias no son solo doctrinarias: en la guerra en curso en Siria, el Frente Al Nusra es aliado de las milicias a las que respalda la coalición liderada por Estados Unidos, y es enemigo del Estado Islámico. Y no me refiero a una enemistad política: el Frente Al Nusra libra campañas militares contra el Estado Islámico. A su vez, la organización chií Hezbolá es aliada del régimen secular sirio, y combate manu militari tanto al Frente Al Nusra como al Estado Islámico. Matices y complejidades que el terrorista de Orlando parecía ignorar por completo. Pese a lo cual la acción puede calificar como un acto de terrorismo cuando menos porque el atacante asesinó en forma deliberada a civiles reivindicando en forma explícita una motivación política, por endeble que esta parezca.  

Definición bajo la cual el supremacista blanco que asesinó a nueve afro-americanos en una Iglesia de Carolina del Sur (Dylann Roof), también calificaría como terrorista. Pero no solo no enfrenta cargos por terrorismo, sino que los medios tendieron a calificar el suyo como un “Crimen de Odio”. Lo cual siendo cierto, no implica que no pueda ser a la vez un atentado terrorista. Al igual que nuestra propia naturaleza como especie, nuestras motivaciones suelen  ser complejas: se puede perpetrar un crimen contra inocentes tanto porque parece servir una determinada agenda política, como por el hecho de que el perpetrador tiene una animadversión particular hacia sus víctimas. 

Por ejemplo según el padre de Omar Mateen, la homofobia habría sido para su hijo una motivación más importante que la política o la religión. Lo cual nos aleja del Medio Oriente, y nos devuelve a los Estados Unidos. El mismo día en que Mateen perpetraba su crimen, un ciudadano que calificaría como blanco no hispano, fue detenido con un arsenal mientras se dirigía hacia donde tendría lugar en Los Ángeles una marcha del orgullo gay, presumiblemente para realizar un atentado. La animadversión hacia la orientación homosexual no es algo que los Estados Unidos necesite importar del Medio Oriente: según una encuesta del Pew Research Center realizada en 2014 en 40 países, 37% de los estadounidenses consideraban que la homosexualidad era “moralmente inaceptable”. Una proporción bastante más elevada que la de cualquier otro país desarrollado salvo por el Japón, que con 31% ocupaba el segundo lugar (por ejemplo, el tercer lugar entre los países desarrollados lo ocupaba Italia, con un 19%).   

Por lo dicho al principio, Mateen parece calzar el perfil de los denominados “Lobos Solitarios”. Según un estudio de Paul Gill, John Horgan y Paige Deckert que investiga a 119 individuos que perpetraron actos terroristas en forma solitaria, sería falsa la presunción según la cual no existe forma de prevenir esos atentados. Los autores señalan que suelen existir indicios que no siempre son debidamente investigados: en 79% de los casos alguien sabía de la ideología extremista del individuo, y en 64% de los casos alguien conocía su intención de “involucrarse en actividades relacionadas con el terrorismo”. Como indicamos en el caso de Mateen, cuando menos desde 2013 el FBI conocía de su deriva extremista, y ahora sabemos por confesión de parte que su esposa conocía su intención de atentar contra el club gay de Orlando. 

La razón por la que casos como ese no suelen ser identificados a tiempo no sería la falta de indicios, sino la concentración de los recursos de las fuerzas del orden en la amenaza terrorista proveniente de grupos organizados, que es la que produce los atentados que causan el mayor número de víctimas. Los Estados Unidos son la única excepción a ese patrón, en lo esencial porque es el único país desarrollado que permite a sus ciudadanos adquirir armas semiautomáticas (es decir, armas de guerra), sin una regulación estricta a nivel nacional (por ejemplo, una revisión previa de antecedentes criminales o psiquiátricos). No es casual por ello que, según The Economist, un ciudadano estadounidense tenga una probabilidad 5 veces mayor de ser asesinado que un ciudadano británico, pero una probabilidad 40 veces mayor de ser asesinado con un arma de fuego.

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