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La trampa de renta media: ¿sí, pero cuál?
Jue, 05/07/2012 - 10:28

George Gray Molina

La trampa de renta media: ¿sí, pero cuál?
George Gray Molina

George Gray Molina es el Economista Jefe y Líder del Equipo regional de Desarrollo Humano y Objetivos de Desarrollo del Milenio en la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD, basada en Nueva York. Proviene del Instituto Alternativo. Previamente, fue miembro de la sociedad de Lideres Globales de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales Woodrow Wilson, en la Universidades de Princeton y Oxford. También fue investigador asociado del Centro de Investigación sobre Desigualdad, Etnicidad y Seguridad Humana (CRISE) de Oxford y miembro del Centro Dialogo Interamericano basado en Washington, DC. Entre 2004 y 2008, fue coordinador del Informe de Desarrollo Humano PNUD en Bolivia. Fue Director de la Unidad de Análisis de Política Económica del Gobierno Boliviano (UDAPE) y Director del Programa de Maestría en Política Publica de la Universidad Católica de ese país. Posee un Doctorado en Filosofía y Política de la Universidad de Oxford, una Maestría en Política Publica de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard y un pregrado en Economía y Antropología de la Universidad de Cornell.

La trampa de renta media se discute cada vez más en la región. La narrativa va más o menos así: países emergentes que aceleran su crecimiento económico se topan con un freno generado dentro de sus propias economías. Los salarios reales de los trabajadores se incrementan, y en ausencia de cambio tecnológico, la presión salarial pesa de manera decisiva sobre los sectores intensivos en mano de obra, provocando una erosión gradual de su competitividad económica. Eventualmente, la trampa frena el crecimiento y la creación de nuevos empleos. Los países emergentes entran a un limbo: ya no compiten en base a mano de obra barata, pero tampoco compiten en base a conocimiento ni tecnología.

La narrativa que acabo de detallar tiene sus bemoles, pero la historia no termina ahí, porque la trampa abre una caja de pandora en coyunturas malas.

En el contexto de las crisis en Grecia y España –y el leve bajón de China, por ejemplo– llegan noticias alarmistas: ¡el costo laboral unitario sube! ¡La participación del trabajo en el Producto Interno Bruto se dispara! ¡Los salarios de los trabajadores crecen mas rápido que los niveles de productividad! Se habla de devaluación interna, flexibilización laboral y congelamiento salarial como mecanismos de “ajuste de competitividad” en economías europeas y emergentes.  ¿Cómo puede venir algo tan malo (desempleo y contracción) de algo tan bueno (mejores ingresos laborales)?

Vale la pena repasar tres argumentos:

Esto no parece una trampa...

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Primero, que la literatura sobre la trampa de renta trae algunas suposiciones no explícitas. Es cierto que pasado cierto umbral de ingreso se frena el ritmo de crecimiento económico.  Pero esto se puede deber a factores que no tienen que ver con el ingreso per cápita per se. De hecho, al menos cuatro economías latinoamericanas son hoy de “renta media” y  se graduarán a países de “renta alta” al 2015 sin mucha trampa. Una hipótesis más comprehensiva parece ser que las economías de la región se frenan no por cruzar un umbral de ingreso, sino porque en el proceso de catch-up tecnológico, la tasa de productividad total de factores se desacelera. Sin mayores innovaciones, el bajón de crecimiento es más una obviedad que una novedad. El hecho que América Latina muestre un serio rezago de productividad en los sectores de  servicios y manufactura  hace que sus economías crezcan no tanto por merito propio, sino por merito ajeno. Aquí tenemos una trampa de productividad. Si nuestro crecimiento se basa en precios altos de minerales, energía y alimentos generados por el boom asiático, parece ser más relevante el freno externo que el interno a momento de explicar un posible bajón de crecimiento.

Segundo, el debate sobre la trampa de renta media tiende a trasladar una lectura “salarista” a América Latina. Que subieron los salarios reales en nuestras economías, parece ser un hecho –y explica hasta el 45% de la reducción de la pobreza desde 2003. Que en la mayoría de los países los salarios se incrementaron a un ritmo mayor que la productividad de la economía, parece también ser cierto. Que políticas activas laborales ayudaron a incrementar los salarios mínimos y seguros de desempleo amortiguaron el impacto de contracciones económicas, son todos la purísima verdad. También es cierto que gran parte del crecimiento de América Latina se construye no en base a exportaciones de manufacturas, sino en base a commodities. ¿Entonces, cual es el problema?  El problema está en el supuesto de que  América Latina debe flexibilizar los mercados laborales para compensar por la baja productividad de muchas de sus empresas.

Tercero, si aceptamos que existen factores internos que terminarán frenando el crecimiento de América Latina, es más probable encontrarlos en el boom de consumo, en el crédito barato, en el lavado de dinero y en las probables burbujas inmobiliarias generadas por un exceso de liquidez, que en los salarios de los trabajadores. Aquí tenemos una trampa de consumo.  Algo que sin duda está en nuestras manos es la trampa de desigualdad que hace que el piso no sea el mismo para todos los ciudadanos de la región. Como en todos lados, las mejorías salariales afectan de manera positiva a los trabajadores (que aumentan la demanda agregada) y de manera negativa a los propietarios de empresas (que ven un aumento en el costo de hacer negocios). Sin embargo, mientras el equilibrio macro no sea una resta, no parece ser adecuado echar agua al incremento de ingresos laborales en la base de la pirámide.

Con toda la preocupación por los salarios, pasan desapercibidas transformaciones estructurales que sí cambiarán nuestro patrón de desarrollo de largo plazo: más mujeres en el mercado laboral, más jóvenes con-educación-pero-sin-trabajo, y muchas personas vulnerables a un traspié que los devuelva al umbral de pobreza.

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.

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