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Las garras imperiales de China en África
Mié, 21/09/2016 - 09:17

José E. Mosquera

La interconexión eléctrica Colombia-Centroamérica
José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

Los Grandes Lagos es una de las regiones más ricas, estratégicas y conflictivas de África, con una extensión de más de 4 millones de km² y más de 230 millones de habitantes. Fue una región devastada por los conflictos que se desataron en el Congo luego del derrocamiento y asesinato de Patricio Lumumba, en 1960. Su asesinato originó 32 años de dictadura de Mobutu Sese Seko, un sátrapa que con el apoyo de Estados Unidos, Francia y Bélgica, se constituyó en un fiel aliado para enfrentar los movimientos socialistas en la región, apoyados por Moscú.

Una dictadura que tuvo una estrecha relación con las tensiones políticas y militares de la Guerra Fría en la región, entre las potencias por el control de África. El papel de la dictadura de Mobutu fue un elemento clave para el florecimiento de una epidemia de regímenes dictatoriales de partido único, con ropajes étnicos, en Ruanda, Burundi, Uganda, Tanzania y Kenia. Países que han sufrido ciclos sangrientos de golpes militares y de violencia étnicas. El genocidio de Ruanda hizo parte de ese espiral de violencia tribal que desataron las dictaduras en las luchas por el control del poder en esta convulsionada región. 

La historia política de los países de los Grande Lagos se ha caracterizado por una violencia étnica ancestral y una trágica vida institucional de golpes militares, donde el discurso de identidad étnica se ha constituido en una poderosa arma de movilización política. Por las expansiones de las etnias más allá de las fronteras nacionalistas, los conflictos étnicos y las crisis políticas en cualquiera de estos países tienen un impacto regional y profundas incidencias políticas en África.

Pese a que el fin de los conflictos armados en la región ha originado nuevos procesos democráticos, aún siguen las dictaduras disfrazadas y las fiebres de sus gobernantes de eternizarse en el poder. Por eso en el último año han surgido protestas y disturbios en el Congo, Ruanda, Burundi y Uganda, debido a que sus gobernantes no quieren abandonar el poder. En Burundi se vivieron el año pasado protestas cuando el presidente Pierre Nkurunziza intentó reformar la Constitución para reelegirse por tercera vez. En el Congo, el presidente Joseph Kabila lleva 15 años en el poder y con argucias quiere aplazar las elecciones de noviembre para seguir. En Uganda, el presidente Yoweri Museveni gobierna desde 1986 y se ha sostenido a punta de reelecciones fraudulentas; al igual que en Ruanda el presidente Paul Kagame, con 15 años en el poder, a punta de fraudes electorales.

La excepción han sido Tanzania y Kenia. Lo interesante en la última década en la región ha sido que han disminuido los conflictos y con ello hubo cambios sustanciales en las dinámicas de las economías regionales. Actualmente, el Congo alcanza una tasa de crecimiento de 7,7%, Tanzania de 6,9%, Ruanda de 6,3%, Kenia de 6,0% y Uganda de 5,3%. Pese a que sus economías dependen de los vaivenes del mercado internacional de materias primas, algunos de ellos han sabido diversificarlas con el impulso del turismo. Se destacan los casos de Tanzania, Kenia y Ruanda, donde su crecimiento económico obedece en parte a nuevas ofertas en demandas turísticas, una industria que está marcando un cambio de paradigmas en sus economías, pero silenciosamente están cayendo en las garras del colonialismo chino. 

Pese a los niveles de crecimiento que reseñamos, las enormes riquezas que poseen estos países, entre los cuales sobresale el Congo, no han servido para mejorar sus niveles de desarrollo, sino de motor para exacerbar conflictos y, desde luego, para beneficiar a multinacionales europeas, norteamericanas, chinas y a un reducido círculo de sus élites económicas y políticas. Lo polémico es que las economías de estos países paso a paso están cayendo en las garras del nuevo colonialismo chino.

En esta región como en el resto de África, el fin de colonialismo abierto de los europeos no cerró las brechas del saqueo de las riquezas africanas, sino que con la "descolonización" estructuraron nuevas modalidades de expoliaciones más productivas con el apoyo de los líderes africanos.

Actualmente, China es el mayor socio comercial de África, mediante una estrategia que se basa en una política de préstamos a tasas de intereses bajas sin condiciones, de condonaciones de deudas y de financiamientos de millonarios programas de desarrollo sin injerencias en los asuntos políticos. Esa nueva modalidad de penetración imperial le ha permitido a los chinos controlar gran parte del mercado de materia prima y renglones claves de las economías africanas.

Los chinos no sólo son los mayores traficantes de marfil africanos, sino que tienen sus garras puestas en las riquezas de petróleo, cobre, oro y coltán del Congo, estas últimas las mayores del mundo. El millonario acuerdo firmado en los últimos años entre China y el Congo, denominado "El Plan Marshal para el Congo", supera los US$15.000 millones. Los chinos aseguran exportaciones de petróleo, oro, cobre y coltán, entre otros minerales, por más de 25 años. 

Igualmente, los capitales chinos han penetrado fuertemente en Tanzania, Uganda, Kenia, Burundi y Ruanda. Y aunque los africanos se han "librado" del saqueo y de las impositivas recetas políticas y económicas de Estados Unidos y de las potencias europeas, ahora silenciosamente están cayendo en las poderosas redes neocoloniales chinas. Más allá de ser socios comerciales estratégicos, detrás de las movidas políticas y económicas de los chinos se configura un nuevo dominio imperial. Los empréstitos con intereses irrisorios que los chinos le otorgan a los países africanos, sin muchos condicionamientos, están propiciando unos excesivos endeudamientos y con ellos un nuevo tipo de dependencia imperial de los africanos. 

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