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Los trucos políticos del Centro Democrático de Álvaro Uribe
Lun, 24/10/2016 - 11:08

José E. Mosquera

La interconexión eléctrica Colombia-Centroamérica
José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

La noche del 2 de octubre fue de tristeza y desconcierto para el gobierno colombiano y los que votamos por la refrendación del acuerdo de paz, y una noche de alegría y triunfalismo para los que votaron por la renegociación de los acuerdos. De hecho, los resultados del plebiscito fueron inesperados: ni el gobierno del presidente Juan Manuel Santos estaba preparado para perder, ni los líderes del no estaban preparados para ganar. 

Por eso, con el correr de las horas y en medio del triunfalismo del Centro Democrático (CD), el partido del ex presidente Álvaro Uribe, sus líderes iniciaron a lucir erráticos, sin propuestas claras sobre cómo afrontar la renegociación de los acuerdos. 

La pifia de las encuestas fue enorme, porque fue un triunfo contra todos los pronósticos. Un triunfo que resucitó a fósiles políticos moribundos como el ex presidente Andrés Pastrana, la ex candidata conservadora Martha Lucía Ramírez, el ex ministro Jaime Castro y colocó de nuevo en el foco de la opinión pública al ex procurador Alejandro Ordoñez.

En medio de esa confusión mediática, el ex presidente Álvaro Uribe proyectaba una imagen de caudillo político reencauchado, omnipotente que arrodillaba al gobierno con la llave maestra para destrabar el acuerdo de paz. Era evidente para muchos colombianos que todos los astros del olimpo estaban alineados detrás del omnipotente liderazgo del ex presidente Uribe y de su guardia pretoriana: Fernando Londoño Hoyos, José Obdulio Gaviria, Iván Duque Márquez, Alfredo Rangel, Ernesto Macías, Oscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo. Y de sus doncellas del oscurantismo: María Fernanda Cabal, y Paloma Valencia, Tania Vega, Margarita Restrepo y Paola Holguín.

En esas primeras horas de euforia poco se habló del papel del grupo de pastores de varias iglesias protestantes y de parte del clero católico en el triunfo del no. Porque los del CD se atribuyeron el revés del proceso de paz y proyectaron la idea de que tenían en sus manos la llave de la paz.

Uribe y su combo con sus típicas manipulaciones hizo creer que todos los que votaran por él no hacían parte del CD, desconociendo el rol de la Fundación Víctimas Visibles, víctimas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Cuando aún no se habían despertado de la embriaguez del triunfalismo, dos de sus connotados líderes se encargaron de estremecer sus cimientos. Juan Carlos Vélez, ex gerente de la campaña del no, reveló las repugnantes estrategias de manipulación que habían utilizado para oponerse al acuerdo de paz. Sin rubor ético narró cómo fue que se desarrolló una de las campañas de manipulación más perversa y sucia en la historia política colombiana. Calcada de las espantosas manipulaciones que lideró el ex presidente Laureano Gómez, en los decenios de los años 30 y 40 del siglo XX en Colombia.

El ex vicepresidente Francisco Santos, con su estilo locuaz, dio a conocer la división interna del CD, al decir que en su partido hay gente que no quiere que se avance en el proceso de paz: "Unos quieren arrancar de cero y eso sería tirar todo a la borda y no avanzar, y otros que dicen firmemos ya".

En un santiamén se le cayó la estantería al CD y el presidente Santos con el premio Nobel de Paz en sus manos se recuperó del revés y retomó el liderazgo al encarrilar el proceso. Mientras que la imagen del ex presidente Uribe comenzó a erosionarse por los escándalos de las revelaciones de sus cachorros, su amnesia crónica y la tajante decisión de las FARC de no sentarse a negociar con otro actor que no fuera el gobierno.

Ahora, más allá de estos hechos, si nos detenemos a examinar la votación del plebiscito y la participación de los siete grupos que hicieron campaña por el no, se concluye que el CD es una minoría que con truculentos argumentos dice que controla políticamente la mitad del país. En el plebiscito votaron 13.066.047 colombianos de los 34.899.945 millones de personas habilitadas. Cifra que representan el 37% del potencial electoral nacional. Lo que indica que hubo una abstención del 63%. Por el no votaron el 50,21%, equivalente a 6.431.376 de votos y por el sí el 49,78%, equivalente a 6.377.482 sufragantes. Entonces, si fueron siete organizaciones que votaron por él no, ¿cuántos fueron los votos del CD?

Una interrogante que se esclarece más cuando se analizan los guarismos electorales del CD, un partido que solo cuenta con el 14% de la representación política en el Congreso de la República, tiene 56 de las 1.103 alcaldías del país y una gobernación de las 32 existentes. Ni hablar de sus minorías en los concejos municipales y en las asambleas departamentales. En conclusión, el Centro Democrático es un partido minoritario que ha vendido la falacia que tiene el dominio político de media Colombia, un cuento que no cuadra cuando se analizan las cifras electorales.

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