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Maternidad y trabajo: derechos, no concesiones
Mié, 22/01/2014 - 11:50

Carolina Rovira

“Enséñale a pescar y comerá siempre”
Carolina Rovira

Carolina Rovira es Coordinadora académica del Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas El Salvador.

Durante el embarazo y el primer año de vida de mi hijo mayor y mi segunda hija viví en el extranjero, en un país latinoamericano con una sociedad muy conservadora, con baja participación femenina en los mercados laborales y cuya política social es restringida en comparación a los ejemplos europeos de estado de bienestar. Aun así, se trataba de una sociedad cuya política pública en el mercado laboral protegía más que la nuestra, la salvadoreña, a las mujeres.

Como parte de los derechos que otorga la ley laboral, recibí en ese país la tranquilidad de un fuero maternal de dos años, un total de 6 meses (24 semanas) de tiempo de prenatal más post natal, licencia médica para la madre cuando el niño/a menor de un año se enferma, guardería en la oficina o en su defecto una transferencia monetaria durante dos años para financiar una opción privada.

Ahora estoy nuevamente embarazada  en un contexto muy diferente. La realidad para una mujer con hijos e hijas y que trabaja en El Salvador es claramente más difícil. Si está en el mercado laboral formal, tendrá derecho según la ley a un fuero que finaliza con el descanso postnatal, este descanso tiene una duración de 12 semanas. Este periodo está por debajo de lo establecido por el Convenio núm. 183 de OIT, que es de 14  semanas (Art. 4 numeral 1)  y que  no ha sido ratificado por El Salvador.  Ahora gracias a la Reforma al Reglamento para la Aplicación del Régimen del Seguro Social (Decreto Ejecutivo N°133, Art. 28. D.O. N° 238, Tomo 377, de 20 de diciembre de 2007) la remuneración recibida durante el post natal será del 100% del salario básico y no del 75% como fue antes.

Si está en el mercado informal, como muchas de las mujeres que trabajan en el país,  simplemente no tendrá derecho a nada. Para empeorar la situación, no existe un sistema de cuido que permita a las mujeres salir a trabajar y estar seguras de que sus hijos e hijas estarán siendo estimulados y protegidos. De hecho, solo 2% de la niñez salvadoreña entre 0 y 3 años asiste a un centro de desarrollo infantil (EHPM, 2012) y 10% de infantes entre 0-5 años es cuidado por un menor de edad o por nadie (FESAL, 2008).

Esto es solo una arista del problema de la discriminación de las mujeres en el mercado laboral salvadoreño. Podríamos hablar del 20% menos en promedio que gana una mujer en relación con un hombre con la misma preparación académica o sobre el 56% de mujeres que se insertan en trabajos  precarios por cuenta propia o en la informalidad (EHPM, 2012). O bien, de aspectos más subjetivos como “el techo de vidrio” que aún las mujeres más “exitosas” encuentran en el camino al ascender en sus carreras profesionales y que se refleja, por ejemplo, en el bajo porcentaje de mujeres en puestos de poder del gobierno.

Los beneficios para mujeres que son madres no deben ser vistos como gastos sociales o como “concesiones” para feministas. Se trata de ejemplos de políticas económicas inclusivas que permiten que una mujer se acerque a ser igualmente libre que un hombre en el mercado laboral, y por lo tanto igualmente libre de buscar su bienestar a través del uso de sus capacidades en éste.

El Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2013 propone una nueva conceptualización de la política pública. Tres políticas que se complementan construyen la propuesta de política pública transformadora. La primera es la política cultural necesaria en este caso para que en los mercados laborales se acepte que las mujeres seamos socias en el proceso de desarrollo humano; la política social productiva que asuma que las inversiones en la educación y la salud (especialmente en edad reproductiva) de las mujeres tiene un efecto “derrame” de gran rédito social y finalmente, como se discute arriba, la política económica inclusiva cuyo centro es la generación de empleo decente. El empleo decente para las mujeres supone, más allá del salario, políticas de cuido para los hijos, de protección al embarazo, y a veces también, intervenciones de acción afirmativa que les permitan avanzar y cerrar ciertas brechas impuestas culturalmente en estos espacios.

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum.

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